Esto, porque del total de iniciativas presentadas ante el Pleno, para su posterior discusión y debate en las comisiones correspondientes, sólo el 40 por ciento de las mismas podrían ver la luz. Si ya en el pasado hubo miles de propuestas de reforma, o creación de leyes, que se quedaron en la llamada “congeladora legislativa”, con la “iniciativitis” de las y los actuales parlamentarios habría que buscar un lugar en el sótano del nuevo edificio del Congreso. Sí, hay muchas ideas, propuestas, pero de ahí a que realmente sirvan, hay un mar de diferencia. Por eso el jalón de orejas de la diputada presidenta, aunque no dijo nombres, muchos sabemos los destinatarios. A ver si acusan recibo y se ponen a chambear como Dios manda. Ora sí que pónganse a leer la Constitución mexicana, la local y las leyes que emanen para saber qué proponer.
Es cuanto.
Primera crisis
A la rectora de la BUAP, María Lilia Cedillo, le brincó la primera revuelta en su periodo al frente de la máxima casa de estudios del estado. Aunque todos sus antecesores acusaron lo mismo, siempre queda la duda de si hay “mano negra” detrás de las movilizaciones estudiantiles. Esto, luego que un grupo de alumnos de la Facultad de Medicina, una de las más grandes de la BUAP, acusara diversas irregularidades. Por eso, pidieron la renuncia del director de la unidad académica, Luis Guillermo Vázquez de Lara. De forma un tanto rara, el funcionario salió por la puerta trasera, lo que generó el alboroto de manifestantes. Ahora bien (sí, lo raro, también), de tres aspirantes que surgieron en las protestas, uno era el gallo de los estudiantes: José Fernando Huerta Romano como interino; no obstante, la rectora se decantó por la doctora Claudia Cedillo. Visiblemente molesta, Lilia Cedillo acusó intereses oscuros en la movilización. Por lo pronto, parece que la protesta fue sofocada con diálogo, a pesar de algunos cierres de calles, marchas y errores, y con eso toda la directiva de la BUAP salga del marasmo y su zona de confort, pues no todo es como lo pintan.
Es cuanto.