El también empresario tomó por voluntad propia uno de los desafíos políticos más grandes de Puebla, porque la capital siempre demanda, no es benevolente y suele causar heridas. Los últimos dos inquilinos ahora lo saben de sobra.
Como en ningún otro municipio del estado, todas las acciones sobre la ciudad serán propensas a un minucioso análisis, ya no con lupa, si no con microscopio. Dada su densidad demográfica y extensión, todo lo bueno y, lamentablemente, lo malo que ocurra dentro del territorio, tenderá a maximizarse: la delincuencia, el desgaste de las vialidades e infraestructura, así como la desigualdad. Un desafío de tres años del que algunos exinquilinos del Palacio Municipal salieron sumamente lastimados.
En 2018, con grandes expectativas, la ciudad recibió a la joven y entusiasta alcaldesa de Morena, Claudia Rivera, pero con el paso de los meses y los años, los reclamos se exacerbaron. La falta de obra, el ambulantaje y, por supuesto, la inseguridad, se convirtieron en las principales demandas: “Claudia Rivera simplemente no reacciona”, fueron las palabras que la entonces diputada del PAN Mónica Rodríguez mencionó en tribuna a un año de gobierno municipal.
No fue tarea fácil ante las presiones que el gobierno de Miguel Barbosa ejerció con el municipio, sin importar que ambos emanaran de la misma fuerza política (Morena). A pesar de todo, Rivera logró hacerse nuevamente de la candidatura para su reelección en la capital, sin embargo, no podía ya prometer remediar las fallas que precisamente se le estaban atribuyendo a su administración. Sin querer, estaba emprendiendo una campaña contra sí misma. Y, como estaba vaticinado, perdió, no solo su lugar en Palacio Municipal, sino la confianza para posicionarse como una carta fuerte hacia su postulación por la gubernatura.
El otro Rivera, Eduardo, tenía entonces un buen capital político, pero, lo más importante, gozaba de una gran credibilidad y aceptación popular. No es de extrañarse que el exalcalde tenía miras hacia algo más, pero también, en ese momento y en esas circunstancias, era el perfil idóneo para que la oposición lograra recuperar la ciudad de Puebla. Y así con la intención de “corregir el rumbo”, volvió a levantarse como presidente municipal en 2021.
Pero se sintió, quizá, como que la capital sólo fue in trabajo de paso y que no dudó en abandonar para emprender ese anhelo más ambicioso, la gubernatura del estado. Los incidentes de campaña, su trágica derrota ante Alejandro Armenta y más adelante, el llamado “hoyo” financiero dejado por parte de su administración a través de su sustituto, Adán Domínguez, terminaron por exiliarlo, al menos temporalmente, de la política local.
Ahora, José Chedraui ya suma, en estos escasos 100 días de gobierno varios sinsabores. Fue sorprendido, para mal, con el adeudo de 547 millones de pesos al interior de las arcas municipales, la ciudad atraviesa una evidente “ola” de inseguridad, sobre todo en robo de autopartes y asaltos en establecimientos, mientras que el ambulantaje se ha desbordado ya varias veces en las calles del Centro Histórico. Además, el actual alcalde es frecuentemente encarado por la fuerte presión mediática.
Por el momento, Chedraui parece estar consciente de estos grandes retos –y quizá de la suerte de sus antecesores. Entre las cuatro metas establecidas dentro de su primer año, contempla el mantenimiento de las plazas, parques y monumentos de la ciudad. También, está la atención a baches, la pavimentación de calles y un gran proyecto de iluminación, que ha sido uno de los estandartes de sus primeros meses de gobierno.
Aún queda una preocupación mayor por el tema de la inseguridad, que no será en absoluto fácil. Hasta el momento, acertadamente, ha destacado la colaboración interinstitucional con la Sedena, Marina, Guardia Nacional y la Policía Estatal. Tiene una ventaja abismal a su favor –aquella que no tuvo Rivera (Claudia)- y que es el total respaldo y colaboración con el gobierno del estado, en la figura de Alejandro Armenta.
¿Qué le quitará la presidencia municipal a José Chedraui? Es apenas el comienzo de un largo camino y responsabilidad al frente de la demarcación más importante del estado y tendrá aún tres años para, si no salir ileso, llevarse las menores heridas de guerra.