• 05 de Diciembre del 2024
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Error o falsedad del Hospital de Navarra (2da parte)

 

 

Alberto Ibarrola Oyón

En la primera mitad de los 90 del S.XX, las Fuerzas Armadas y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado sufrían atentados despiadados por parte de la banda terrorista ETA, con una gran capacidad operativa porque España atravesaba por una grave crisis. Por lo tanto, es ingenuo y absurdo pensar que a un soldado como yo, nacido en Bilbao y con apellidos vascos, después de haber servido en la BRIPAC durante siete meses y medio le habrían perdonado una petición de prisión de uno a tres meses de cárcel militar por acumulación de faltas leves, con una simple recomendación médica de que se me ofreciese psicoterapia, si hubiese tenido antecedentes penales o hubiese pertenecido al ambiente abertzale. Sin embargo, en el Hospital de Navarra y en toda la Administración Pública navarra, lo mismo que ahora, era el sindicato de la izquierda abertzale, LAB, adscrito al sector de ETA, el que ganaba las elecciones sindicales.

Cuando me ingresaron en el Hospital de Navarra, yo tenía 21 años y no tenía ni un solo antecedente penal, ni tan siquiera por faltas. Solamente había sacado la EGB, pero tenía el carnet de conducir desde un año antes (no me habían multado nunca). Se me presentó un psiquiatra relativamente joven y con apellidos vascones también. Le conté algunas experiencias muy duras de mi adolescencia y, de súbito, me ordenó callar y me dijo que si no reconocía que oía voces, no me dejaría salir del hospital nunca. En una segunda consulta, me preguntó qué era ETA para mí y yo le respondí con un tópico bilbaíno: que los etarras eran descendientes de los migrantes del Estado que deseaban integrarse en la sociedad vasca. Él me contestó que ETA había surgido de lo más profundo del pueblo vasco. Entonces comenzó el tratamiento intensivo que tanto sufrimiento nos causó, sobre todo, a mi madre y a mí. Esta murió de cáncer de páncreas a los 71 años después de haber recibido los Santos Sacramentos. Me dieron el alta con un diagnóstico de enfermedad mental grave y que incluía psicosis como base. A partir de entonces, se me ha obligado a la fuerza a reconocer que tengo alucinaciones auditivas bajo coacciones, amenazas y ultimátums.

Al año siguiente, 1995, me volvieron a ingresar y tampoco había cometido ningún delito, ni me habían multado. Mis compañeros de trabajo no me dirigían la palabra y en la calle me hallaba completamente solo. En Pamplona, a los que habíamos hecho la mili se nos denominaba los subnormales. Mi familia se avergonzaba de mí en un ambiente social totalmente proclive a la insumisión y a la objeción de conciencia al servicio militar. Me recibió el mismo psiquiatra. Yo tenía 22 años y recibí diez electrochoques. Previamente, le había preguntado por qué me hacía sufrir tanto y me había respondido que más sufrían los insumisos que estaban en la cárcel y que ellos no habían hecho nada malo. Le pregunté qué había hecho yo y me contestó que la mili.  

No obstante, tres años después comencé la carrera de Filología española y la terminé con varios premios académicos y literarios en mi haber. He publicado en torno a quince libros. En 2011 tuve la iniciativa de solicitar al Gobierno militar mi expediente como soldado de la BRIPAC y eso me ha servido para que ahora conste en mi historial médico que era mentira que durante la mili se me hubiese ingresado por un brote psicótico. Durante este tiempo, los facultativos de la salud y las personas de mi entorno han creído equivocadamente que fue en el Ejército donde tuve el problema y que en el Hospital de Navarra solamente habían continuado el tratamiento, que según el psiquiatra castrense debería haberse basado en la psicoterapia y no en la medicación. Y me han pedido perdón las jefaturas del Departamento de Salud y hasta el consejero de Salud del Gobierno de Navarra. Sin embargo, ni abogados ni psiquiatras han dado un solo paso más en esa dirección para reparar la injusticia. El corporativismo y el miedo a la izquierda abertzale lo impiden. Ahora bien, en 2016 y 2019 recibí por escrito felicitaciones del Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, que había sido anteriormente Arzobispo castrense y que antes de su jubilación recibió durante la festividad de la Virgen del Pilar el Tricornio de Honor a manos de la Guardia Civil. Y este es un  honor muy grande con el que nunca había soñado. Estas felicitaciones manuscritas se pueden leer en mi blog: http://misticadeibarrola.blogspot.com/