• 22 de Abril del 2025

Francisco. Itinerario Político de su papado. Entre Dios y el César

Foto: Especial

Mientras en marzo de 2013 Jorge Mario Bergoglio se convertía en el primer pontífice latinoamericano y primer jesuita al frente de la Iglesia católica, aquel gesto renovador despertó esperanzas de un “antiguo guardián con aire fresco” capaz de reconciliar fe y justicia social. Hoy, al valorar su legado tras su fallecimiento el 21 de abril de 2025, es imprescindible comprender tanto sus innovaciones eclesiales como su impronta político‑teológica, tal como la revela el libro Dios y el César. Itinerario político de la Iglesia de Juan Luis Hernández Avendaño, y el cual tomo como marco interpretativo, sobre una institución que, es eminentemente política en su duración y trascendencia.

En sus más de doce años de pontificado, Francisco rompió moldes al priorizar la opción por los pobres, impulsar la reforma de la Curia y elevar la voz en la crisis climática con la encíclica Laudato Si’. Su cercanía a las periferias —visitas a campos de refugiados, barrios marginales y prisiones— reconfiguró la diplomacia vaticana, acercando el mensaje papal a dinámicas de inclusión social y diálogo interreligioso .

Juan Luis Hernández describe la “politicidad” de la Iglesia como la cualidad de transformarse en actor político relevante a lo largo de su historia, desde su institucionalización en el Imperio romano hasta su rol en el Estado moderno ​. En este sentido, el pontificado de Francisco encarna una politización nueva: no la de alianzas tradicionales con élites estatales, sino la de un “ministerio de la cercanía” que desmantela barreras de poder y cuestiona modelos de exclusión. Más en la línea de una teología de la liberación, que subraya la intrínseca relación entre fe y praxis política al poner a los más desfavorecidos en el centro de la acción cristiana ​.

Desde la perspectiva teológica, Francisco profundizó una “praxis liberadora”: asumir la defensa de la dignidad humana como praxis transformadora de estructuras injustas ​. En la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, el Papa retoma esa inspiración crítica al denunciar “la economía de la exclusión” y proponer políticas de redistribución justa, resonando con los análisis de la Escuela de Frankfurt sobre la religión como negación del mundo tal cual está y anhelo de justicia ​.

En el plano institucional, su reforma de la Curia y la creación del Sínodo de la Amazonía mostraron cómo la Iglesia puede desplegar nuevos modos de gobierno colegiado y descentralizado, en sintonía con las reservas que Hernández hace sobre la politización interna de la Iglesia y la necesidad de horizontes más participativos ​. De este modo, Francisco no solo cuestionó estructuras vaticanas, sino que apuntó a una “ecclesia semper reformanda” que reconozca la voz de la base como actor político legítimo.

El legado de Francisco, entonces, se define en un doble movimiento: por un lado, el fortalecimiento de una pastoral de la misericordia que trasciende muros y protocolos; y por otro, el impulso a una teología pública que entiende al cristianismo como motor de cambio social. Bajo su papado, la Iglesia actuó como un “campo político” donde se redefinieron los recursos del poder simbólico y la autoridad moral, armonizando fe y política en la lucha por la dignidad humana.

Al mirar hacia el futuro, su propuesta de una Iglesia samaritana y cruciforme sigue vigente como paradigma para la acción pública: un actor global que no se replega en lo espiritual, sino que entra en la arena política para “escuchar al clamor de la tierra y de los pobres” (EN §49). Así, el pontificado de Francisco deja una tarea pendiente en una institución de larguísima data: demostrar que la fe puede ser un agente crítico de la realidad y una fuerza para la construcción de equidad y bien común.

Ricardo Martínez Martínez

@ricardommz07