La proximidad del día de San Valentín etiquetado y nombrado como el “Día del Amor y la Amistad”, llena nuestro contexto de mensajes melosos, regalos y se pinta todo de rojo. Más allá de todo el marketing que rodea esta fecha, la trasmisión de mensajes que fomentan relaciones que refuerzan creencias del amor, van desde un concepto hegemónico que derivan en frustraciones de vida.
La letra de la canción de cuentos, “eres tú, mi príncipe azul que yo soñé”, pone en alerta el concepto de amor construido desde el romanticismo, basado en un cuento de Disney con historias heterosexuales y finales felices cuando contraes matrimonio. Colocando a la mujer en un lugar de desventaja y desigualdad, es decir, mujeres que esperan sus días sin emociones con el único sueño de vida: la llegada del “Príncipe azul”.
Históricamente este personaje apareció por primera vez en el siglo XIX, dentro de una leyenda de origen rumano, caracterizadas con personajes que tienen un arquetipo estereotipado de un hombre poderoso, valeroso al rescate de una mujer; que a su vez es una mujer débil, de moral intachable, casta, pura y frágil que cumple roles de género impuestos por usos y costumbres. También la historia marca la competencia con otras mujeres por el amor de ese hombre, la cual será recompensada por el gran amor del príncipe azul si es que cumple con lo que la sociedad le impuso.
Desde la niñez aprendemos a relacionarnos en cuentos que construyen creencias, que influyen en nuestro comportamiento con los que interactuamos aceptándolos como propios. Lo que en realidad choca con la objetividad de la vida, derivando en frustraciones que nos llevan a procesos dolorosos y decisiones equivocadas que nos alejan de nuestro proyecto de vida.
Obligada culturalmente por un modelo de afectividad denominado “amor romántico”, se conciben cuentos de hadas que orillan a comportamientos donde se busca el príncipe azul, con quien se debe formar una familia “perfecta” llena de roles y estereotipos de género, acompañado de culpas, trabajo de cuidados no remunerados.
Amar es maravilloso, pero hagámoslo desde la realidad y responsablemente, dejando atrás la idea de ser una persona que no está completa si no tiene a su príncipe azul, a quien le denominamos la pareja perfecta de lo contrario estamos en el fracaso, nuestra vida no es cuento, recordemos que el error es parte de la imperfección humana.
¡Hasta la Próxima!