• 21 de Noviembre del 2024
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Crónica del 6 de mayo

Avenida Reforma / Facebook

 

Casi a la entrada del Metro Coyuya un ritmo de cumbia me acompañó hasta que subí las escaleras

 

 Luis Martín Quiñones

Salí del 195 de Plutarco Elías Calles con el pensamiento que era un día especial, fui recordando el aspecto que hacía muchos años tenía la avenida. De cómo pasa el tiempo, en cómo cambia el paisaje.

La cadencia de mis pasos llegó a la velocidad pertinente para poder llegar a tiempo al trabajo. “Vive la vida intensamente del cielo nada te caerá” un anciano en su silla de ruedas alegraba un semáforo y a los transeúntes mientras coreaba los versos del cantautor José María Napoleón. Eran las 10:20 de la mañana y pensaba que en cierta medida mi atuendo era de un turista: unas bermudas color beige, mis favoritas, una playera azul que mostrara cierta musculatura, mis tenis grises; solo lamentaba no llevar mis lentes oscuros. “Qué más da” dije con cierto desdén.

En el camino hacia el Metro los puestos de comida eran provocativos, los olores de los tacos de guisado, el vapor de los tamales, la freidora con sus chasquidos de aceite quemado, eran una fuerte tentación. Más adelante Rihanna interrumpió las provocaciones gastronómicas: “Shine bright like a diamond

Shine bright like a diamond…

…We're like diamonds in the sky…”.

Pensé en el contraste musical como un mosaico auditivo, un paseo sonoro disímbolo y democrático para los diferentes gustos musicales.

Casi a la entrada del Metro Coyuya un ritmo de cumbia me acompañó hasta que subí las escaleras y el ruido callejero cambió por el murmullo de voces de los pasillos del Metro.

Cómo ha cambiado este transporte, me dije. Ya casi no hay venta en los vagones ni los cantantes que, aunque desafinaran, recordaban el subsuelo social, las entrañas de la sobrevivencia.

En Salto del Agua, camino al transbordo, observé una chica que parecía sentirse orgullosa de su cabello teñido de verde. Una vendedora de artículos de celulares entonaba algo como un canto en el que las notas subían y bajaban súbitamente, que atraía a los metrovitas: “llévese-carcasa-para-su-celular-llévelo-llévelo”.

Pero para otros el canto pasó desapercibido, los caminantes ausentes se escudaban en los audífonos, armas contra las murmuraciones colectivas.

Al cambio de línea me subí a un vagón que creí muy nuevo, con ventilación y tal vez con más espacio. Y fue irremediable la comparación de los años de estudiante de veterinario, cuando había que luchar por un espacio aunque los apretujones no respetaran la frontera de lo privado. Y pensé en una frase que tal vez la hubiera dicho Monsiváis: en el metro el acúmulo de multitudes se multiplica por la pasión entrañable del gregarismo. Y ante el recuerdo de aquellos momentos de roce social obligado, me sentí como él cuando viajaba en el Metro de la Ciudad de México: atrapado y al borde de la angustia. Un espasmo del presente me recordó mi atuendo de turista y la frescura de mis bermudas.

Llegué a mi estación final, Sevilla. Caminé por la calle de Londres observando los restaurantes que han invadido un pedazo de la calle; vi una pareja, turistas europeos, tal vez, con la tranquilidad que da un viaje de placer comiendo un par de croissants acompañados de una taza de café del que creí percibir su aroma, pensé en su tostado y molido, se me antojó. Al doblar en Varsovia aún me imaginaba el olor del café, de los efectos que le produce el beberlo en la mañana.

Dejé la imaginación del aroma y en Reforma al voltear a la derecha quise ver al Ángel, pero vi una Victoria Alada que me pareció triste, ocultada por un par de árboles y un fondo gris del cielo que agonizaba, contaminado, y que lo ocultaba aún más. No sé por qué recordé a Ramón López Velarde y quise ser poeta para poder cantar loas a los espacios y al tempo.

Atravesé Reforma dejando mis pensamientos y aspiraciones de poeta. Caminé más y más hasta llegar al trabajo. Me recibieron unos ladridos y me alejé del murmullo de la avenida con el ir y venir de los autos con su ruido incesante. Me senté a escribir pensando en la ciudad, sus gentes y en el tiempo. Y recordé porque este día, tal vez podría ser un día especial, que era un seis de mayo, y era el día de mi cumpleaños.