• 28 de Abril del 2024

Sexualidad y violencia I

Girl / 4557712/Pixabay

 

 

Cuando se habla de la violencia doméstica, normalmente se mencionan los golpes y gritos en escenas caóticas que revelan el trato basado en la desigualdad de géneros

 

Márcia Batista Ramos

La sexualidad en el ser humano es la forma más directa de expresar la afectividad. Es un juego placentero de atraer y de seducir, a partir del cual, el hombre y la mujer liberan sus sentimientos amorosos, dando paso a la complicidad para encarar la vida diaria.

En el matrimonio o en la relación de pareja, los vínculos formados por el hombre y la mujer son más duraderos y la sexualidad puede ser vivida con más confianza y con mayor placer, pues la pareja que sexualmente se complementa abre camino a una mayor comunicación cotidiana.

Disfrutar de la sexualidad es tan importante para el hombre como para la mujer; de ahí la importancia, para hombres y mujeres, de manifestar los deseos y preferencias sexuales libremente.

Cuando se habla de la violencia doméstica, normalmente se mencionan los golpes y gritos en escenas caóticas que revelan el trato basado en la desigualdad de géneros y en la necesidad patológica de demostrar poder, constantemente, por parte del hombre agresor.

Los malos tratos, la violencia psicológica, los golpes asumen un carácter de normalidad en el seno de la familia, donde la mujer junto a sus hijos son las víctimas de la crueldad del hombre verdugo, que comete crímenes en la cotidianidad de la vida en familia y a menudo se queda impune.

Pero, existe una forma de violencia doméstica aún más terrible, que muchas mujeres la sufren en el mayor silencio para no perturbar el sueño de los hijos: es la violencia sexual en el matrimonio.

La violencia sexual en el matrimonio no permite a la mujer disfrutar de su propia sexualidad, la inhibe de liberar sus sentimientos amorosos, pues, no le permite seducir o atraer a su pareja; tampoco le permite ser seducida y sentirse amada o deseada.

La violencia sexual en el matrimonio anula la sexualidad de la mujer y le hace sentir constantemente utilizada, vejada, humillada...

De la representación cultural heredada y arraigada, es que nace el hábito de relacionarse sobre la base de la desigualdad y del desbalance, reforzando cotidianamente, el esquema irracional de constante demostración de poder.

Por dicha representación simbólica, es que muchas parejas se fundan en el modelo de hombre: “macho-poderoso”, y mujer: “dependiente–sumisa”; asumiendo esos papeles con la mayor naturalidad.

Lo terrible es que tales manifestaciones dan paso a la idea de que los hombres son los que tienen derechos y obligaciones en materia sexual, cohibiéndolos de manifestar sus verdaderas necesidades, fantasías o deseos (como el deseo de ser conquistado, por ejemplo), de ahí es que surgen afirmaciones como: “El hombre siempre debe tomar la iniciativa”; “Un verdadero hombre nunca muestra sus emociones”; “Los hombres deben saber todo sobre sexo…”  Y así por delante sigue la serie de absurdos.

Dentro de esos esquemas, la mujer es la que incondicionalmente, tiene que complacer al marido sin derecho al placer en materia sexual.

Al asumir, como normal, semejantes esquemas culturales, la pareja se articula cotidianamente sobre la base del machismo, desarrollando roles totalmente absurdos que restan la posibilidad de una vida compartida con mucha alegría y complicidad, principalmente en las relaciones sexuales.

Es justamente en el campo sexual, donde el hombre es el único apto para demostrar sus apetitos y preferencias sexuales y en ello incluso funda su imagen de muy macho o de macho viril.

Mientras que en otra orden de cosas la mujer es inhibida de expresar sus apetitos o deseos sexuales bajo el riesgo de ser tachada de infiel (¿dónde aprendiste eso?), vulgar o alguna ignorancia por el estilo, debiendo cumplir con el mandato de sumisión que le fue encargado, ocultando sus deseos y preferencias, ella debe responder injusta y pasivamente a los reclamos del marido.

Y de ese modo, dentro el marco de total desigualdad, el hombre es el que tiene derecho de satisfacer sus impulsos sexuales, independiente de los deseos de su pareja, sin importar si ella tiene o no placer, (dentro de ese esquema es difícil hablar de orgasmos), peor aún, hay hombres que consideran lícito el uso de la fuerza física o presión económica para lograr de su pareja lo que desean.

Es importante recordar que el sometimiento sexual prolongado dentro de una unión conyugal forzosa o bajo condición servil, también está prohibido por el derecho internacional, cosa que muchos hombres y muchas mujeres en la región ignoran.

** Fragmente del libro “Rostros del Maltrato en Nuestra Sociedad” disponible gratuitamente:

 

https://inmediaciones.org/wp-content/uploads/2020/09/Marcia-BR-VIOLENCIA-CONTRA-LA-MUJER.pdf

 

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Biografía:

Márcia Batista Ramos, brasileña. Licenciada en Filosofía-UFSM. Gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Editora en Conexión Norte Sur Magazzín, España; columnista en Inmediaciones, Bolivia, periodismo binacional Exilio, México, archivo.e-consulta.com, México, revista Madeinleon Magazine, España y revista Barbante, Brasil. Publicó diversos libros y antologías, asimismo, figura en varias antologías con ensayo, poesía y cuento. Es colaboradora en revistas internacionales en 22 países. Editor adjunto de la Edición Internacional de Literatura China (a cargo de la Federación de Círculos Literarios y Artísticos de Hubei, China).