¿Cuántos de nosotros hemos escuchado frases como: “el amor todo lo puede”, “el amor es eterno”, “te amaré sobre todas las cosas”, “el amor es incondicional”, entre muchas otras que se repiten constantemente en películas o series de televisión? Lo preocupante de estas frases es que, a partir de ellas, concebimos el amor. Y la realidad es que el amor que estamos construyendo, la mayoría de las veces, es patológico.
El amor sano de ninguna manera debe ser incondicional. El amor sano debe conocer los límites, y lo más importante para mí es que el amor de pareja debe, primero, conocer el amor propio; de lo contrario, lo único que predominará no será el amor, sino el apego.
Es necesario construir socialmente un concepto de amor sano, donde los límites sean algo normal, donde evitemos la resignación voluntaria al sufrimiento, donde se deje de creer que sacrificio y amor van de la mano, donde estar con el otro no represente perderse a sí mismo, donde amar no implique perder los propios principios.
El amor de pareja debe ser una construcción de dos, con un fin en común, pero respetando los principios de cada uno, donde se priorice la realidad y no la irracionalidad.
Walter Riso, en su libro Los límites del amor, dice lo siguiente:
“No se trata de destruir el amor, sino de reubicarlo, ponerlo en su sitio, acomodarlo a una vida digna, más pragmática e inteligente.”
Esta es una tarea que tenemos como sociedad: construir una idea de amor sano, donde no solo sean las flores lo que sobresalga, sino también el respeto; donde dejemos de creer que el amor todo lo puede y empecemos a ser responsables afectivos; donde enseñemos a poner límites y a respetar los límites de los demás.
Aunque creo que hay mucho más por hacer, considero que esta es una gran tarea que no solo debemos abordar en el mes del amor y la amistad, sino en la que debemos trabajar hasta que se convierta en una realidad.