Carmen Concha-Nolte
Arturo Terán Mendoza (D.F., México), poeta hidalguense, recientemente ha presentado la primera edición de su poemario Evocaciones del lejano terrestre, publicado con acierto por El Signo invisible y prologada por Luis Manuel Pimentel.
Del libro quiero destacar el uso de la perífrasis, la cual alumbra como faro desde el título hasta buena parte de poemas bajo un halo de travesía. Además, en su poética, encontramos una palabra símbolo como resultante de un itinerario que el imaginario evoca a través de la memoria. Y en este gozne zigzaguean la verosimilitud y la ficción para suerte nuestra. Ambas, perífrasis y símbolo destacan con precisión y estética porque estamos ante un texto poético de gran calidad.
La perífrasis que rescata la región más apartada de nuestro pensamiento o recuerdo es lejano terrestre, es decir, usa dos palabras en lugar de una. En este sentido, la poesía es belleza y transita del plano objetivo al ámbito subjetivo, instancia de sortilegios donde se construye y se lee a través de la imaginación. Durante la lectura del poemario, pareciera que estamos en un universo en alta mar con tráfico, orillas reflexivas y más, incluso somos guiados intermitentemente por grados de temperatura. Las evocaciones aluden a escenas que el pensamiento reconstruye mediante asociaciones provenientes de regiones apartadas del mundo interior. Este ambiente brinda confiabilidad a las situaciones anclada en la retentiva “terrenal” o terrestre del cerebro para poetizarse en Evocaciones del lejano terrestre.
La palabra símbolo es cicatriz. Ella aparece como huella que algo sucedió y es imprescindible reconocer en el cuerpo. Además, el mapa es representación espacial de que un signo se apoderó de recuerdos remotos. Este potente tránsito puede concebirse como nuestro «lejano» mundo «terrestre», que sobresale en nuestro cuerpo mediante cicatrices o marcas. En esta ruta el poeta teje con acierto y belleza las cicatrices y las define.
Así tenemos que las cicatrices «indican el afán de los caminos o los ajados rostros». En esta ruta, destaca que las cicatrices son «nomenclaturas de callejones que no figuran en los planos», o bien, son «libres de tatuajes». En otras páginas apunta, son indicadores de lo perdido. Ellas también, nos desnudan, nos dictan lo que somos realmente. Por último, son un deslinde de fronteras. Deslinde es poner límites, señalizar nuestro borde de pertenencia. Las citas atestiguan que un ser se echó a andar por lugares desconocidos, porque el hombre es el protagonista de sus propios caminos terrestres.
Estas voces poéticas aclaran que el que navega en tierra es un ser vulnerable, afectado por la temperatura o inclemencias, y «solo nuestros recuerdos homogenizan los paisajes». Entre viajantes o viajeros, los lectores nos transportamos por los itinerarios de las páginas de Evocaciones del lejano terrestre como una especie de caravana del intelecto para sentirnos como Dardanelos, estrecho entre Europa y Asia. Después de una cuidada y gratificante lectura, le auguro gran porvenir a este poemario, y espero más producción del gran poeta Arturo Terán Mendoza. Dejo al lector la tarea grata de sumergirse en este «acuerpado olor de los aceites» con esa vocación de «viajante de la imaginación».
***
Carmen Concha-Nolte (Perú). Lingüista, poeta, cuentista y crítica literaria. Figura en diez antologías internacionales como finalista. Colabora en Las Críticas e Inmediaciones.org. Su trabajo aparece en diez revistas. Vive en Washington, USA.