• 28 de Marzo del 2024
TGP

Barbosa y Eduardo, desde una postal de Carlos Gardel

Especial

La escena de hace 22 años, en el Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, de dos legisladores poblanos bromeando, en medio de una plática larga y amena, da la apariencia de que no ha envejecido.

 

De banderas políticas tan antagónicas, sin embargo, Miguel Barbosa Huerta y Eduardo Rivera Pérez han mantenido cordialidad y, por momentos, hasta una muy sincera amistad, a lo largo de más de dos décadas.

Uno de la izquierda y el otro identificado con la derecha. Han coincidido este lunes en circunstancias que en aquel pasado no se pronosticaban: Barbosa como gobernador de Puebla y Eduardo por segunda ocasión como presidente municipal de la capital poblana.

En medio de la solemnidad de la sesión de Cabildo, para que el alcalde rindiera su primer informe de esta administración municipal, la camaradería de antaño les invadió a los dos.

Volaron lisonjas y la remembranza de aquella LVIII Legislatura (2000-2003) les llenó las comisuras de sonrisas, a pesar de que en semanas y meses anteriores hubo desencuentros que se atizaron con las voces de los bandos partidistas.

Fue un diálogo, entre líneas, con sabor a reconciliación.

Gobernador, hay a quienes les intriga la forma en la que nos llevamos, a veces con ciertos jaloneos, pero también de colaboración. Hemos demostrado con hechos que, a pesar de las diferencias, logramos hacer acuerdos por el bien de Puebla.

Somos políticos profesionales, hemos compartido amistad desde hace tiempo y sabemos ponernos de acuerdo”, le soltó Eduardo casi al arranque de su discurso, en el que también destacó la enorme diferencia que hay hoy en Puebla, la que cambió desde el primer día de esta administración, en comparación con la vileza del pasado tan reciente.

(Efectivamente, la capital poblana no tiene hoy la pereza haragana y el profundo hedor a corrupción, que le imprimió la administración de Claudia Rivera Vivanco, quien ha dejado montañas de huellas de su inmoralidad administrativa y política).

El diálogo en una narración fracturada, pues tomaron la palabra en distintos momentos, siguió con una palmada de Barbosa a Eduardo, con quien por allá del año 2000 compartió asiento en la Comisión de Gobernación que dictaminó la primera Ley de Transparencia de este país.

Bromeó el gobernador sobre esa “sospechosa” amistad: “hoy es el informe de Eduardo Rivera Pérez, y me toca hablar bien de él. Pues ni modos que no”.

“Quiero decirles, no sé por qué Eduardo lo sigue remarcando, de nuestra misteriosa amistad, no tiene nada de misteriosa”, dijo, mientras intercambió palabras con Rivera, quien estaba a su derecha, y luego continuó: “sospechosa -dijo entre sonrisas-, y entonces somos amigos, desde hace más de 20 años.

“Nos conocimos cuando fuimos diputados en la LVIII Legislatura y nos tomamos aprecio.

“Y así es que hemos caminado, así, en esa referencia de amistad, él en su ruta y yo en la mía. Y, bueno, le tengo respeto y para mí es un político destacado, un político lúcido y un político inteligente. Esas son las tres características que Eduardo Rivera tiene, para el político Miguel Barbosa… No puede haber más que una coordinación estrecha, entre el gobierno del estado y el principal municipio del estado…”

En la primera fila, la maestra Rosario Orozco Caballero, esposa de Barbosa, y Liliana Ortiz Pérez, esposa de Rivera, platicaban animadas, como también lo han hecho desde hace muchos años.

La postal no está tan lejana en sus memorias. Apenas se halla a dos décadas, en el tiempo.

“Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada…”, reza el tango “Volver”, de Carlos Gardel.