• 11 de Diciembre del 2024

Deducción

 

 

Márcia Batista Ramos

Las notas musicales que vienen del vetusto predio de a lado, parecen que vienen como flores del cielo, transitan entre lo romántico y lo espiritual. El hombre que toca el piano es de mediana estatura, flaco, de mirada triste, cabellera grisácea y edad indefinida. No recuerdo muy bien, cuando él vino a vivir al vecindario. Lo que recuerdo, es que, en un día de primavera, con cielo límpido, la música salió de su piano alejando el silencio que se apropiaba de la calle triste, del barrio triste, de la ciudad triste en dónde vivo. La casa de inicios del siglo pasado, con la pintura gastada, parece que se renueva con la música y desprende un brillo inusual.

Algunas veces, vi que el hombre sale a caminar solo por el barrio. Uno nunca sabe en qué discusión acaba una larga vida de pareja. Podía ser viudo. Pero, no. Los viudos no se cambian de casa. Se quedan buscando en los rincones la presencia de la difunta. Mantienen el mismo orden, como si ella siguiera poniendo flores en los floreros a cada sábado. Los viudos tratan de mantener la rutina. En el fondo, esperan un regreso inesperado. Esas cosas de costumbre… Pero el hombre que toca el piano, parece que cedió la casa con el divorcio, porque no parece de estos que vivieron en alquiler, cambiándose de casa en casa toda su vida. Porque los inquilinos son diferentes, llegan con una postura de quien se apropia de la casa y hacen fiesta y meten bulla… No sé, los inquilinos consuetudinarios, tienen muchos invitados en los fines de semana y salen con su ropas y zapatos gastados durante la semana.

Son muchas las impresiones que uno causa a otros, para que nuestras vidas sean eternamente, tema de especulación en la mente de los ajenos.  Por eso, en ese preciso momento, yo, ajena al hombre que toca el piano divinamente, en la casa antigua de a lado, teorizo sobre su vida personal, sobre su posible divorcio a esa edad madura, cuando todo debería haberse acomodado en su vida, como la carga se acomoda en la carreta con el traqueteo del camino.

No dejo de pensar que faltó dialogo, porque hablando todos se entienden. Tal vez, falto dinero. Pero lo dudo, tiene un buen auto y el piano… Tal vez, faltó contacto de piernas y un poco más de saliva, palabras románticas bajo las sábanas. Si, por la expresión seria del hombre pienso que un día, su ahora ex esposa, se sintió desmotivada para la eternidad de la promesa, hasta que la muerte los separe. El pacto de besos (lenguas) es motivador y tal vez, ese hombre no sepa. No aprendió. Ahora deduzco que es tarde para recuperar su matrimonio, no creo que pueda volver ya que salió con el piano a cuestas…

Mientras especulé sobre la vida privada del desconocido vecino que toca el piano gloriosamente, y al escucharlo, desde mi casa, siento que la música me ayuda a consumir la tarde, que hoy es un tanto fría, lejos está de la primavera que reinaba cuando lo escuché por vez primera. Lejos están los días distintos al hoy, cuando yo podía elegir andar en moto, por ejemplo. De verdad, la música que viene del piano, tocada por el vecino, que vino a vivir en la casa de a lado, me ayuda a consumir la vida, mi vida condenada a ésta silla de ruedas.

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Biografía:

 

Márcia Batista Ramos, brasileña. Licenciada en Filosofía-UFSM. Gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Editora en Conexión Norte Sur Magazzín, España; columnista en Inmediaciones, Bolivia, periodismo binacional Exilio, México, archivo.e-consulta.com, México, revista Madeinleon Magazine, España y revista Barbante, Brasil. Publicó diversos libros y antologías, asimismo, figura en varias antologías con ensayo, poesía y cuento. Es colaboradora en revistas internacionales en 22 países. Editor adjunto de la Edición Internacional de Literatura China (a cargo de la Federación de Círculos Literarios y Artísticos de Hubei, China).