• 26 de Abril del 2024

¿Quién mató al hombre de la mochila?

El cuerpo estropeado, daba cuenta del sufrimiento (como un Cristo en su pasión). Muchas heridas por doquier que lo mirasen

 

 Márcia Batista Ramos

Hay una sola verdad, empero existen muchas versiones de los acontecimientos. Aquellos que vieron, exactamente, lo que pasó, temen por sus vidas. Yo no estuve allí, cuando los hechos se sucedieron, pero desde el primer momento que supe de la noticia, yo sabía que las versiones se encontrarían; en mis adentros, yo murmuré que otra vez manipularan la verdad, sin importar a quien pueda doler.

Empecé a acompañar las noticias minuto a minuto y podía ver la pluma de Vargas Llosa escribiendo: “(…) El muchacho estaba a la vez ahorcado y ensartado en el viejo algarrobo, en una postura tan absurda que más parecía un espantapájaros o un Carnavalón despatarrado que un cadáver. Antes o después de matarlo lo habían hecho trizas, con un ensañamiento sin límites: tenía la nariz y la boca rajadas, coágulos de sangre reseca; moretones y desgarrones, quemaduras de cigarrillo, y, como si no fuera bastante (…) habían tratado de caparlo, porque los huevos le colgaban hasta la entrepierna”, en su obra: “¿QUIEN MATÓ A PALOMINO MOLERO?”

Mientras esperaban que llegue la lenta policía con su desgano, para hacer el levantamiento del cadáver, la lluvia caía a raudales enfriando aquél cuerpo que cobijó a un ciudadano ejemplar, a un alma buena, en el diminuto instante que llamamos vida.

El cuerpo estropeado, daba cuenta del sufrimiento (como un Cristo en su pasión). Muchas heridas por doquier que lo mirasen. Parece mentira que haya en el mundo gente tan perversa. ¿Cuántos psicópatas disfrutaron de provocar tanto dolor? Como escribió Vargas Llosa: “(...)desnudo de la cintura para abajo, con una camisita hecha jirones.” Precisamente así, lo encontraron. Solamente, no había moscas revoloteando alrededor de su cara, porque la lluvia no dejaba la sangre coagular, lavaba todo, la lluvia llevaba todo, además era de noche…

Uno nunca sabe cómo la vida acaba, nada es develado antes, y, cuando el alma emprende viaje, a veces, el alma se va partida, desgarrada… Porque toda la maldad que no vio en más de medio siglo, descubre en los últimos momentos en carne propia. Como si tuviera que percibir el instante de la revelación así, a través de las heridas.

Actualmente, las cámaras nos vigilan por todos los lados y una de ellas mostraba el hombre de la mochila, con su camisa amarillo crema, caminando tranquilamente, antes de entrar al edificio, subiendo al ascensor que también fue abordado por una mujer. Imagino que la mujer llevó el susto de su vida a la mañana siguiente, al ver en las noticias semejante acto. Durante los días que pasaron ella recordó que le sonrió y que fue correspondida. Tal vez, la última sonrisa del hombre de la mochila, fue para ella. Le confortaba pensar que el hombre llevó su sonrisa en la retina del alma para el más allá, quizás, él la recordará en la eternidad. También, mostraron otra imagen donde el hombre de la mochila se dirigía al baño y se lo veía casual, con las manos en los bolsillos mirando a la mochila que yacía en el suelo, con sus cierres y demás características. Pero como no todo lo que vemos es, la mochila se trasformó en una bolsa de basura, en un lugar aparentemente limpio.

Cuando nacimos sabíamos que un día nos tocaría morir, pero como dijo Wislawa Szymborska: “Aceptamos morir, pero no de cualquier manera”. Entonces, todos nos aborrecimos con las noticias, los medios siempre tan elocuentes, no pudieron saciar la propia hambre, sus explicaciones nos repugnaron porque hacían gala de incongruencias, adjudicándose de la verdad al tiempo que minimizando el estado del cuerpo muerto. Todo lo dicho no resolvió el misterio de quién lo mató. Por el contrario, dijeron que el hombre quiso imitar a Ícaro y voló desde el balcón en busca de no sé qué, que no tenía en los brazos de la mujer amada. Con horror y tristeza la gran mayoría de los oyentes, refutamos el destino que nos dieron a analizar. Concluyeron la conferencia en el buen estilo de Lituma el personaje de Vargas Llosa: “(…) Nadie sabe nada, nadie ha visto nada, y, lo peor de todo, la autoridad no colabora.”

Dejé el mundo y su dolor a un lado, ojeé el libro de Wislawa donde estaba escrito: Todos queríamos una patria sin vecinos y vivir la vida en una tregua entre dos guerras. Ninguno de nosotros quería tomar el poder ni sufrir su dominio, nadie quería ser víctima”.

A fuera en el silencio de la tarde azul iluminada, los Andes se estiran con la intención de tocar el cielo. No existen nubes perdidas en el azul. Sólo el silencio revoloteando por la tarde. Mientras identifico mi pequeño equipaje: un bolso cargado de esperanza, justo allí, dónde la palabra acaba.

Un frío espantoso envuelve las piedras, la paja y el horizonte y sé que todos se preguntan: ¿Quién mató al hombre de la mochila?

 

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Biografía:

 

Márcia Batista Ramos, brasileña. Licenciada en Filosofía-UFSM. Gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Editora en Conexión Norte Sur Magazzín, España; columnista en Inmediaciones, Bolivia, periodismo binacional Exilio, México, archivo.e-consulta.com, México, revista Madeinleon Magazine, España y revista Barbante, Brasil. Publicó diversos libros y antologías, asimismo, figura en varias antologías con ensayo, poesía y cuento. Es colaboradora en revistas internacionales en 22 países. Editor adjunto de la Edición Internacional de Literatura China (a cargo de la Federación de Círculos Literarios y Artísticos de Hubei, China).