• 26 de Abril del 2024

Kennedy y la bala prístina

John F. Kennedy / Facebook/President John Fitzgerald Kennedy

 Cómo fue que la nación más poderosa del mundo no pudo detener a tiempo al insignificante Lee Harvey Oswald

 

 

“Perdona a tus enemigos, pero nunca olvides sus nombres”.

John F. Kennedy

 

La mañana del 22 de noviembre de 1963 una bala atravesaba el cráneo de John F. Kennedy. La bala prístina y misteriosa tomaba un curso sinuoso para salir del cuerpo del presidente y lesionar al gobernador texano John Connally.

A cincuenta y siete años del asesinato del 35º presidente de los Estados Unidos, las teorías de la conspiración siguen cultivándose en el imaginario popular. Si fueron uno o dos disparos o si Oswald no actuó solo, son temas que se prestan para discusiones bizantinas. Sin embargo, la historia concluyó aquel día en Dealey Plaza a las 12:29 en la ciudad de Dallas.

Ante la realidad que atropella sin contemplación alguna, la humanidad busca realidades alternativas; sucesos que alteren el mal sueño de la cotidianidad. Los más de 600 libros que se han escrito sobre el tema, parecen no ser suficientes para explicarnos qué sucedió ese día, por qué sucedió, y cómo la nación más poderosa del mundo, no pudo detener a tiempo al insignificante Lee Harvey Oswald.

Tuvieron que pasar más de cincuenta años para que se abrieran los archivos secretos. Sin embargo, el informe de la Comisión Warren, con sus 888 páginas y sus 26 volúmenes de audiencias e informes de evidencias, es lo que mejor explica los sucesos.

Oswald no sólo hizo pedazos el encéfalo del presidente, también transformó al mundo. Lo imposible, lo inimaginable, sucedió. Y pudo haber sido más trágico, pero el agente del Secret Service Clint Hill, protegió a Jacqueline Kennedy que, desesperada, recogía los fragmentos del cráneo dispersos en la parte trasera del automóvil.

El segundo golpe de este episodio kafkiano lo dio Jack Ruby. Quiso vengar la muerte de su adorado presidente y le dio un tiro certero en el abdomen a Oswald que moriría un poco después. Con Oswald se iban las posibles otras historias que nos hubiera gustado escuchar: “si fue Castro”, o tal vez “una conspiración comunista”, o si “la mafia del transporte tenía las manos metidas”, y también que “el vicepresidente Johnson no habría sido presidente nunca sin la muerte de Kennedy”.

Hoy, seguimos imaginando cómo hubiera sido la historia si John F. Kennedy no hubiera muerto. Si viviera tendría ciento tres años, una longevidad muy difícil de lograr dados los padecimientos que había tenido desde niño. Un síndrome poliendócrino lo atormentó por años. Las inyecciones diarias de corticoides eran inevitables si quería seguir viviendo. Tal vez con el avance médico fuera posible que hubiera vivido lo suficiente para ver las Torres Gemelas hacerse polvo; se hubiera revolcado de rabia de ver al republicano George W. Bush inventar guerras; habría celebrado la llegada de Obama al poder; se hubiera divertido como a Clinton le caían en la jugada con la becaria Mónica Lewinsky; pero se habría muerto del coraje de ver cómo Trump ganaba las elecciones en el 2016.

También se hubieran ventilado sus romances con Ellen Rometsch, Mariella Novotny, Judith Campbell, pero sobre todo con la más bella y seductora: Marilyn Monroe. Quizás el movimiento por los Derechos Civiles se hubiera consolidado aún más; y Martin Luther King y Robert Kennedy no habrían sido asesinados.

Sin duda alguna, John F. Kennedy es una figura que permanece viva en la narrativa. Y, tal vez, la humanidad se protege de la amargura de la historia y la mitiga en las ucronías donde “aquella mañana Oswald no pudo entrar al sexto piso del School book depository”; o que “Hoover y sus super agentes del FBI lo detuvieron unos días antes”; o que “la pareja presidencial no escuchó los consejos de cancelar su gira a Dallas”.  Aquel mundo cortesano de Camelot sin duda tenía algo de encanto. Sin embargo, en los cuentos de hadas siempre hay un representante del mal.

La bala prístina ha seguido su camino en nuestra imaginación sin saber cómo demonios le hizo para matar, girar dentro del cuerpo del presidente y herir a otra persona. ¿Qué sucedió entonces?