“La pelea se gana o se pierde lejos de los testigos, detrás de las líneas, en el gimnasio y en el camino; mucho antes de bailar bajo esas luces”.
Mohamed Alí
El multicampeón Many Packiao recibió un contundente derechazo de Manuel Márquez que lo dejó en muy malas condiciones. Muchos años atrás, Pipino Cuevas, el rey del Knock out mexicano, se enfrentó a la cobra de Detroit, Tommy Hearns, y tras un cruzado de derecha fatal, perdió la pelea en el segundo round. Y Julio César Chávez demostró al mundo el poder de la mano izquierda con el gancho al hígado, el golpe más doloroso y mortífero que hay en el boxeo.
En la arena política también la izquierda y derecha han tenido combates históricos en el que no siempre han salido bien librados. Algunos de guardia zurda, se sirven de la mano derecha para lograr sus fines; los de derecha, no menguan sus esfuerzos para simular una guardia izquierda falsa que confunda al contrincante.
Fue durante la Revolución Francesa en la que se acuñaron los términos como ahora los conocemos. Pero fue más geográfico que de ideas. Durante una votación, los defensores de una nueva constitución se sentaron a la izquierda, con Robespierre a la cabeza de los jacobinos, y los partidarios del poder real, a la derecha, los girondinos. La pequeña burguesía quedó del lado izquierdo, pero hoy se le asocia con la derecha. El caso es que la izquierda burguesa le dio pelea a Luis XVI hasta volarle la cabeza, y después, esa izquierda se radicalizó llevando miles de cabezas a la guillotina.
El comunismo quedó asociado a la izquierda, y engañó al mundo con un concepto idealizado de que la izquierda es “buena” y la derecha, “mala”. Tras una cortina de humo la Unión Soviética y su socialismo real, ocultó sus crímenes políticos y una represión sin precedentes. La izquierda cayó a la lona cuando el mundo supo la verdad tras su aparente bondad. Y los estados de guardia derecha, con un populismo engañoso, crearon el fascismo que ha dado los golpes más brutales a la humanidad.
Hoy los términos derecha-izquierda se han perdido en la retórica y han quedado sólo como un par de vocablos del poder utilizados en beneficio del Estado. Octavio Paz observaba con certeza que “las ideologías, convierten a las ideas en máscaras: ocultan al sujeto y, al mismo tiempo, no lo dejan ver la realidad. Engañan a los otros y nos engañan a nosotros mismos”.
En términos boxísticos, las ideologías tienen sus golpes bajos. Alineados bajo una corriente demagógica nos pueden hacer pensar en las bondades de su mano derecha o izquierda, y llevar a extremos de polarización social donde cada bando defienda a ultranza sus posiciones políticas. Esto lleva un riesgo de volver al pasado de los nacionalismos exacerbados. Sin darnos cuenta que el nacionalismo de izquierda y de derecha son dos extremos atados con la misma cuerda.
La izquierda mexicana tuvo un triunfo importante en el 2018. Andrés Manuel López Obrador fue un pugilista político hábil y contundente. Su guardia zurda abrió camino al poder, sin embargo, parece que el golpe definitivo lo está dando con la derecha. Tiene una gran oportunidad de poner en alto las ideologías socialistas, sin embargo, parece perderse en un populismo sin una salida victoriosa.
¿Izquierda buena y derecha mala? Ambas pueden tener sus aciertos y debilidades. Tanto la izquierda como derecha pueden ser violentas y crueles. No olvidemos las más de mil cabezas inocentes que rodaron en la Plaza de la Concordia (símbolo de la Revolución Francesa), bajo la mirada de los jacobinos; las más de 30,000 muertes bajo la derecha extrema de Pinochet; la hambruna y colapso de la economía venezolana del populismo chavista y su continuador dilecto, Maduro; ni el neozarismo todopoderoso de Putin; y por supuesto, no olvidar a nuestro vecino Trump, que sin definir su guardia, su política trae de cabeza al mundo.
En el ring político, en la lucha por el poder la mano izquierda o derecha pueden ser muy efectivas; el púgil muy fuerte, su defensa, impecable, tener el mejor gancho; pero el buen combatiente no debe olvidar que un golpe de suerte, un Knock técnico, puede conducirlo a una derrota humillante e inesperada. Quizás, en el mejor de los casos, saber perder a tiempo es de sabios; y un buen consejero en la esquina política intuye cuándo tirar la toalla es más digno, que quedar en la lona.