Aldo Fulcanelli
La cachetada que propinó Will Smith al comediante Chris Rock, dentro de la edición 94° de los premios Óscar, marca el fin de Hollywood, la babel de oro de la industria cinematográfica, cuyo auge se prolongó al menos durante medio siglo; de 1910 a 1960. Nadie podría negar, que Hollywood, cuyo ingenio forjó legendarias producciones como: “El nacimiento de una nación (1915)”, “Lo que el viento se llevó (1939)”, “El mago de Oz (1939)” y “Cleopatra (1963)”, solo por citar algunas viejas glorias del cine mundial, se ha convertido en un costoso bodrio, donde los remakes y las secuelas cargadas de clichés, así como la infección de las ideologías del siglo XXI, han contribuido a su a hundimiento.
Increíble que el hogar de productoras como MGM, Warner Bros, Columbia Pictures, Paramount, 2Oth Century Fox, la Meca del Cine forjada por los productores Louis B. Mayer, Irving G. Thalberg, Samuel Goldwin, Carl Laemmle y Lew Wasserman, William Fox, Adolph Zukor o Jesse Lasky, haya optado por la autoinmolación, en un ritual cargado de moralismo, estridencia y obviedad, como fue la agresión de Will Smith a Chris Rock. Aunque el acto fue reivindicado por una interminable feligresía que dijo defender los derechos de las mujeres, por otro lado, desató una ola de sospechas aderezadas de pensamiento conspiracionista, las cuales supusieron que, dado que se trató de la entrega de oscares más desangelada de la historia, un evento salpicado de lugares comunes y falta de ingenio, habrían sido los mismos productores, quienes optaron por preparar un escándalo para elevar el rating.
Lo cierto es que, como todo imperio, el reino Hollywoodense, un auténtico escaparate revestido de costosos estudios de cine, lujosas mansiones, teatros y hasta tugurios cinco estrellas, atestigua su propia decadencia tras décadas de escándalos e historias secretas de orgias, abuso de drogas, sexo consensuado y toda clase de leyendas negras. Únicamente los años y las extensas biografías, algunas no autorizadas, otras plenamente asumidas, dieron luz acerca de los terribles abusos que los pasillos de los estudios de filmación ocultaron.
Pero ni siquiera los testimonios más certeros, lograron ensuciar el apellido de los fundadores de la Meca del Cine, que durante décadas permanecieron intocables y enaltecidos, al igual que los héroes de aquellas películas que ellos mismos patrocinaron. Las divas del Star System, no corrieron con la misma suerte, muchas de ellas accedieron a los papeles que las encumbraron, entre un mar de abortos, francachelas, divorcios y males nerviosos, hábitos perniciosos que contribuyeron a la autodestrucción de estrellas como Marilyn Monroe, Judy Garland, o incluso James Dean.
Pero tiempo antes de que Hollywood se convirtiera en la tierra absoluta de la perdición, un primer gran escándalo sacudió los periódicos de los Estados Unidos. El 09 de septiembre de 1921, muere la actriz y modelo Virgina Rappe, el parte médico, especificó rotura de vejiga urinaria y peritonitis como causas principales de su muerte.
Pero el gran protagonista de la tragedia, fue el actor Roscoe “Fatty” Arbuckle, comediante del cine mudo, quien según el testimonio de Maurent Delmont, habría causado la muerte de Rappe tras haberla violado con una botella. Todo inició el 05 de septiembre de 1921, en una fiesta maratónica celebrada por el comediante, en la planta 12 del exclusivo hotel Westin St Francis de San Francisco. Hasta dicho lugar, acudieron como invitadas Virginia Rappe y su amiga Maurent Delmont, pero ninguno de los asistentes a la fiesta donde se bebió alcohol en cantidades groseras, vislumbraron que aquello se convertiría en una tragedia, y desde luego, en el inicio de un caótico juicio de portentosas características mediáticas.
Aunque los periódicos que mostraron la noticia se vendieron de forma frenética, las inconsistencias en las investigaciones del caso, dieron lugar a que finalmente Roscoe “Fatty” Arbuckle, fuera exonerado por los tribunales. Maurent Delmont, resultó una vividora de oscuro pasado, por lo que su acusación contra el actor fue desestimada, sin embargo, el daño estaba hecho, la difamación produjo que el comediante fuera tomado por culpable, tanto por la opinión pública, como por la prensa perniciosa. Los males que ocasionaron el deceso de la actriz y modelo Virginia Rappe, pudieron ser causados por uno de varios abortos practicados de manera incorrecta, días antes de la trágica fiesta de San Francisco.
Sabedores de que el daño ocasionado a la imagen pública del actor Roscoe Arbuckle, era irreparable, los tribunales efectuaron una disculpa pública. Lo cierto es que a partir del trágico suceso, ninguna compañía contrató al actor, su vida se convirtió en un martirio tras el juicio, y finalmente, El 29 de junio de 1933, falleció de un infarto a los 46 años de edad. Así, el Hollywood dorado, a la manera de un dios Moloc sediento de sangre, devoró sin piedad a la primera de sus muchas víctimas.
35 años después, el 09 de agosto de 1969, otro hecho trágico sacudiría a la casi impenetrable fauna hollywoodense. Cerca de la medianoche, Tex Watson, Susan Atkins, Linda Kasabian y Patricia Krenwinkel, miembros de la secta comandada por el fanático Charles Manson, ingresaron a la residencia de la joven actriz Sharon Tate, esposa del director Roman Polanski. La casona marcada con el número 10050 de Cielo Drive, Beverly Hills, fue testigo de un hecho inédito para su tiempo, Sharon Tate, quien se encontraba con ocho meses de embarazo, fue asesinada por los miembros de la secta en un ritual de sangre y horror, donde también, perdieron la vida un grupo de invitados de la actriz.
En los años de plenitud del movimiento Hippie, la fiebre por el rock en Woodstock, y la obsesión mundial por el ocultismo, la muerte de Sharon Tate a manos de ese grupo de fanáticos, resonó en todos los medios del mundo como una terrible advertencia sobre los horrores que Hollywood, ese dorado contenedor repleto de putrefacción, ocultaba.
En el libro titulado “Mommie Dearest” (1978), Christina Crawford, hija adoptiva de la célebre actriz Joan Crawford (1904-1977), puso al desnudo la atormentada alma de su madre, una estrella venida a menos, alcohólica y bipolar. En las páginas del libro, Christina presentó a Joan Crawford, como una mujer de hábitos demenciales, capaz de infringirle terribles castigos, y sujeto de resentimientos implacables.
Convertido en un éxito de ventas, “Mommie Dearest”, refleja el rostro no visible de una estrella de Hollywood, victima de la fama y el asedio de los demonios interiores que, por otro lado, también sufrieron otros íconos de la Meca del Cine, como Liz Taylor, Richard Burton, Rock Hudson y Marlene Dietrich, figuras atormentadas de la gran pantalla.
Ya con los rumores acerca del abuso hacia las mujeres, así como la posible existencia de una confraternidad de productores integrantes de la élite Hollywoodense, los mismos que durante décadas hicieron de la trata un delirante postre para el consumo propio, otro acontecimiento vergonzoso, marcaría la debacle de Hollywood.
El 25 de mayo de 2018, el poderoso productor Harvey Weinstein, fundador de Miramax, cae bajo el arresto de las autoridades. Su caso, destapó la pestilente cloaca de los grupos de poder más encumbrados de la Industria Cinematográfica, quienes, gracias a su influencia, hicieron de Hollywood el prostíbulo más grande de los Estados Unidos.
Las acusaciones de violación, acto sexual criminal, abuso sexual y conducta sexual inapropiada, ejecutadas por la Policía de Nueva York, terminaron por hundir a Weinstein, quien luego de los escándalos mediáticos donde importantes actrices afirmaron haber sido abusadas por el productor, fue expulsado de la academia, y defenestrado por toda la industria fílmica.
Pero hacía tiempo que los rumores acerca de la perdición que yacía tras la Meca del Cine, hormigueaban en la mente insidiosa de los periódicos especializados en el escándalo. Aunque la verdad fue emergiendo sin la venia de las grandes casa productoras, siempre en las biografías no autorizadas de los miembros del firmamento fílmico, aquellos que corrieron tras el éxito que prometió el oasis californiano, y que al final se convirtió en un espejismo donde la manipulación, la homosexualidad encubierta, las drogas y la autodestrucción, resultaron el manjar de sabor más agridulce.
Las costumbres soterradas de los dueños de Hollywood parecieron emerger al ritmo de la cachetada de Will Smith en la edición 94° de los premios. Un afroamericano golpeando a otro, justo el mensaje contrario que la industria del cine, en su intentona moralista se empeñaba en imponer.
La caída de Hollywood, enmarcada también por el éxito de Netflix, no es más que una réplica de la derrota intelectual de las sociedades cibernéticas. Hasta los palcos y las alfombras doradas, allí donde América no podrá negar su pasión por el éxito y el poder, llegó el tufo de la cultura de la cancelación, la posverdad y el rancio puritanismo de la moralina inquisidora. Pero ni todo el oropel impedirá la dolorosa agonía de Hollywood, que pareciera descender hasta el seol bíblico, al ritmo estrepitoso de la decadencia del Imperio y su pernicioso establishment.