• 21 de Noviembre del 2024
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Más allá del Daca

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En la mañana del jueves 18 de junio de 2020 me desperté con el ruido de mi teléfono que timbraba como loco. No había podido dormir en toda la noche, debido a la ansiedad que sentía. No sabía cómo les daría la noticia a mis paisanos si los jueces de la Corte Suprema votaban en contra del DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia).

 

Había tenido una reunión con un grupo de jóvenes de Dreamers, los cuales, la mayoría, no saben lo que es ser indocumentado antes de los 15 años de edad. Como Dreamer mayor, nuestro mensaje tiene que ser claro y directo. Tener un permiso de trabajo que expira cada dos años y un comportamiento impetuoso, no es la solución para una estadía permanente en Estados Unidos.

 

Muchos Dreamers más jóvenes, y también algunos de mi edad, han caído en el error de conformarse con su estatus en la Unión Americana, que en el fondo no es ninguno. Como beneficiarios de DACA, el programa nos ha permitido tener un trabajo mejor, con un sueldo mejor y en ocasiones con algunos beneficios: licencia de conducir, y en unos estados, seguro médico.

 

En el pasado, antes que quitaran permisos de viaje (Advance Parole), podíamos viajar fuera del país, mientras fuera por tres criterios: trabajo, estudio y emergencia de familia. Al principio este programa fue un alivio enorme para 700 mil jóvenes, pero hay que decir que DACA dejó a más de 10 millones 300 mil personas indocumentadas sin posibilidad de ajustar su estatus. Podemos decir también que año con año los presidentes pasados y el Congreso nos han fallado a los Dreamers.

 

En muchas familias, como la mía, se pudo beneficiar una persona con el programa. Sin embargo, uno de los problemas que vimos fue que nos catalogaron como lo mejor de lo mejor y a nuestros padres los criminalizaron.

 

Simpatía y aceptación son dos palabras que han resonado en la lucha de los Dreamers y a muchos les ha costado dejar atrás las palabras “Content” y Conformista, y abandonar su mentalidad de ser los elegidos y privilegiados entre nuestra comunidad indocumentada. DACA fue un programa que, después de la mucha presión que ejercieron activistas jóvenes, se logró que se convirtiera en una orden ejecutiva que firmó Barack Obama, ex presidente de Estados Unidos. Los activistas que lucharon por esta reforma sabían que este programa era sólo el comienzo, una introducción, que abriría el tema de los migrantes y la posibilidad de realizar una reforma más grande e inclusiva para las demás comunidades indocumentadas. Pero al pasar DACA, todos los Dreamers caímos en el juego de hacernos las víctimas y, muchas veces, hasta nos sentimos privilegiados.

 

Nos pusieron en un pedestal, como digo en inglés, somos the “cherry on the top”, la cereza encima del postre. DACA le dio protección a casi 700 mil jóvenes indocumentados, de los 11 millones. Les mentiría si dijera que a mí no me ayudó en nada. Con este programa pude viajar a mi pueblo y estado natal, y ver la realidad por la que mis padres migraron a Estados Unidos.

 

Creo que después de diciembre de 2016, todos los Dreamers estábamos ansiosos de lo que llegaría a este país y el tratamiento que se le daría a toda nuestra comunidad. En noviembre de 2016, muchas personas lloramos en nuestros hogares al escuchar que Donald Trump había ganado la presidencia de Estados Unidos. Sabíamos que este presidente venía con la intención de deshacerse de todas las comunidades minoritarias, y la indocumentada era una de sus prioridades. Lo único que nos protegía a los Dreamers era un bendito permiso de trabajo temporal de dos años, el cual podemos renovar sólo si se tiene un comportamiento impecable.

 

En mi visita a México, en diciembre de 2016, el programa nos permitió viajar y conocer nuestros pueblos natales. Pero comenzamos a ver que les estaban negando el permiso de salida a la mayoría de los 100 jóvenes que fueron aceptados en el programa de US México Foundation. En una llamada que tuve con las asistentes de la directora les comenté lo importante que era que nos dejaran ir, aunque llegáramos días tarde, ya que esa iba ser nuestra única salvación para ajustar nuestro estatus en un posible futuro.

 

Les doy un ejemplo de cómo las leyes migratorias son absurdas: Si una persona sale con permiso y entra con permiso, como ocurría con “Advance Parole” (antes que el presidente lo quitara), entraba uno por la puerta buena. En otras palabras, entraba uno legalmente. Además, esto en el futuro te ayudaría, si querías ajustar tu estatus a través de la familia inmediata, como esposo o padres ciudadanos. El presidente sabía esto, por eso fue que lo primero que decidió quitar fue Advance Parole, permiso de salida. El departamento de Homeland security y las oficinas de USCIS ya habían puesto un alto, luego de que la administración de Trump ordenara terminar el programa de DACA.

 

Más información https://www.ilrc.org/sites/default/files/resources/2017-09-05_community_advisory_-_end_of_daca_clean.pdf

 

https://www.uscis.gov/archive/frequently-asked-questions#travel

 

Aunque la mayoría de los Dreamers nos sentimos pésimo cuando ganó las elecciones este presidente, en mi opinión, nos vino a despertar de nuestra vida de comodidad. Es importante notar que este presidente ha atacado a nuestra comunidad indocumentada de todas las formas, desde adentro del país y en las entradas a este país. Con los niños enjaulados y las familias separadas por leyes absurdas, el gobierno ha inyectado más fondos en cárceles y centros de detención de inmigrantes. Con esta decisión, las instituciones y compañías privadas son las que más beneficios han obtenido.

 

La discriminación contra la comunidad indocumentada, especialmente mexicana y centroamericana ha sido de lo peor. Les cuento: cuando empezaron a difundirse las historias de los niños enjaulados, muchos grupos de activistas protestamos, asistimos debido a que nos invitó una organización aliada (dirigida por gente blanquita/gringos). Invitaron a los representantes de la organización a la que pertenezco, a que nos sentáramos a hablar con el congresista que representa a nuestra ciudad. Escuché cómo lo hacían sentir que tenía que involucrarse más y ser un vocero de lo que estaba pasando. Le aconsejaron viajar a la frontera y al centro de detenciones infantiles para que viera la realidad. Yo pude compartirles que, en mi opinión, uno de los problemas más graves es que se esté invirtiendo dinero en instituciones que albergan a los niños y jóvenes, cuando son separados de sus padres y familia. Les dije que ese era un problema y todos reaccionaron, pero no como me lo esperaba. El asistente del congresista me contestó que no estaba de acuerdo conmigo, porque si no se invertía en albergues, especialmente en los que están en nuestro estado de Nueva York, se llevarían a los niños a otros estados, donde el tratamiento sería peor.

 

Creo que es importante notar que no deberían existir albergues, en los cuales, los niños separados de sus padres y sin familia que los reclame, tienen que vivir, en muchos casos, hasta que cumplan 18 años. Cuando cumplen la mayoría de edad, los deportan a su país de origen. Ejemplo: si hay un niño de 7 años y nadie lo reclama, él vivirá en ese centro. Si tampoco existen padres adoptivos (lo que representa otro problema aún más grande), al cumplir sus 18 años lo regresan de vuelta a su país. El joven se irá traumado con historias de separación tan horribles que, al regresar a su país natal, no sabrá ni quiénes son sus padres ni cuál es su hogar.

 

¿Por qué digo que una reforma migratoria es tan crucial? A los 13 años de edad mis padres me llevaron a protestar a Washington D.C., más o menos era el verano del 98. Nunca había experimentado una protesta tan grande de la comunidad indocumentada en mi vida. Mis padres me empujaban a dar discursos con el megáfono y uno de los líderes de la organización que dirigía la movilización para Washington D.C. me empujaba, y poco a poco me entrenaba, sin yo saberlo, a escribir mis discursos. Porque me decía: Algún día te tocará decir algo a ti. No captaba que eso en el futuro me ayudaría como activista y organizadora comunitaria en mi ciudad.

 

La historia de mi papá

 

Mi papá fue el primero en emigrar a Estados Unidos, trabajó de lava platos y bus boy en sus primeros años. Cuando yo llegué a reencontrarme con mis padres, él trabajaba en un cementerio judío. Después, cuando llegaron mis dos hermanos nos recolocamos en la ciudad de Yonkers, Nueva York. Mi papá visitaba esta ciudad y le gustaba, porque la comunidad mexicana estaba creciendo y en todos lados había tiendas mexicanas, panaderías y restaurantes. Era un México pequeño. Mi papá empezó a trabajar de taxista y la renta estaba más barata que en Port Chester.

 

Mi mamá y mi papá estaban muy contentos en los primeros años que vivimos en Yonkers. Desafortunadamente, el 11 de septiembre de 2001 pasó lo inesperado: el ataque a Las torres Gemelas. Como una reacción al ataque, estigmatizaron a la comunidad indocumentada y el gobernador revocó las licencias de conducir de toda la comunidad indocumentada.

 

Recuerdo a mi padre y a mi madre sentados, viendo las noticias, y con caras de preocupación. Mi padre siguió trabajando, como muchos taxistas y choferes indocumentados, con precaución y de noche. Él había sido arrestado una vez en Albany, antes del incidente, por llevar a mi mamá a su trabajo, en un área de ricos, y por manejar sin licencia.

 

Lo más impresionante es que antes, aunque los policías sí te detenían, no eran tan estrictos con los taxistas, como lo han sido durante los últimos 4 años. ¿Por qué reforma migratoria? Mientras yo estaba creciendo como nueva líder y activista de organización a nivel nacional y protestaba por DACA, luego de que este presidente declarara la guerra al DACA, recibí noticias de que mi padre estaba en una cárcel federal.

 

Él estaba en sus últimos años, de los 50, y lo habían detenido por manejar con una licencia de su jefe de trabajo, y por ir a dejar a la hija de su jefe a la universidad, situada al norte del estado de Nueva York, y capital de este estado (Albany).

 

Me enojé mucho, y al principio tenía coraje con él, por haberse puesto en esa situación. Que irónico, la hija educando a la comunidad sobre “Conozcan sus Derechos” y el padre en un centro estatal. Me tomó tiempo compartirles a los miembros de la organización en la cual yo estaba trabajando, el caso de mi papá. Me sentía un fracaso. Ya que yo peleaba por los derechos de toda mi comunidad, y mi papá estaba atrapado en un sistema que mantuvo a mis otros dos hermanos en la misma institución, y sabía que la deportación sería inmediata, luego de que él cumpliera los 6 meses de haber reingresado a este país.

 

Las leyes de inmigración han cambiado con la llegada al poder de este terrible ser humano. Antes del 2018, las personas que reentraban en el país y que tenían el récord de re-entry no eran procesadas. Por ejemplo, entrabas y te detenía Inmigración y te deportaba. Era deportación, y si volvías a tratar de entrar de nuevo y te agarraban cruzando otra vez, se llama re-entry (reentrada). Antes del 2018, esto no era un cargo criminal. Ahora, una persona sin récord criminal, pero con más de una entrada es castigada, por un máximo de 6 meses en una cárcel federal.

 

Nos hemos dado cuenta de que nuestros padres deberían ser los primeros en obtener un estatus permanente, porque por ellos pudimos obtener DACA. Sabemos que la reforma migratoria no se logrará enseguida, pero si algo hemos aprendido como beneficiarios de DACA es usar nuestra protección temporal para exigir que todos seamos incluidos. Una reforma es la solución para proteger a todos los Dreamers, y que incluya a los 11 millones de personas indocumentadas que no han conseguido ajustar su estatus y que siguen viviendo con miedo de ser deportados.

 

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Diana Sanchez, quien nació en Tehuitzingo, Puebla, México, vive desde los cinco años en la Unión Americana y es el líder migrante en Estados Unidos.

Se describe como Community Organizer, Mexican Folk-dancing and Instructor and Activist.