Israel Mendoza Pérez
@imendozape
Sin densidad en el análisis de la derrota electoral del 2 de junio, ni visos de sanciones a panistas traidores, el Partido Acción Nacional (PAN) se enfila a la renovación de su dirigencia con solo una consigna: marcar distancia del PRI y poner pausa a alguna alianza electoral en el corto plazo. Los panistas solo renovarán la dirigencia desgastada de Marko Cortés, pero se queda la misma estructura añosa, conservadora y cerrada a la ciudadanía.
El panismo mantiene sus formas y no va al fondo. El perfil de Ana Teresa Aranda, como presidenta de la Comisión Organizadora de la Elección del Comité Ejecutivo Nacional, responde al ala más tradicional de acción nacional. Al panismo encumbrado en las concertacesiones y alejado de los ciudadanos. Ese panismo negado a la participación colectiva.
El modelo de partido convencional quedó rebasado desde el triunfo de Morena en 2018 y su reforzamiento en junio pasado. El país entró en un doloroso cambio de régimen. Marko Cortés, por comisión u omisión, no leyó a tiempo el paradigma de los partidos políticos contemporáneos. Su principal derrota al frente del PAN fue mentirle a la “sociedad civil” que serían pieza clave en la elección de este año.
Cortés tiró por la borda cualquier alianza con la ciudadanía. El liderazgo ambicioso por llevar mano en la decisión de candidato presidencial y a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, frente a la alianza con PRI y PRD, arrojó resultados débiles y al final exhibió su histrionismo político frente Xóchitl Gálvez, tras gritonearle.
Durante el periodo electoral se privilegió a los candidatos formados en las filas partidistas y los ciudadanos solo fueron usados como mascarada y para generar una percepción de descontento mayúsculo. Su participación en la toma de decisiones en los partidos quedó sepultada.
El resultado postelectoral es un partido anacrónico y perfilado a seguir en la misma línea de trabajo desde su fundación hace 85 años. La nueva dirigencia debe encontrar una fórmula nueva en un régimen distinto en el que nació. Los panistas interesados en dirigir al partido blanquiazul, Damián Zepeda, Kenia López Rabadán y Jorge Romero tienen enfrente un desastre como partido y un reto mayúsculo como oposición.
El que Ana Teresa Aranda lleve el proceso interno es mantener al partido cerrado a la ciudadanía. La militancia se encuentra desanimada tras la pérdida en las urnas, pero entra de inmediato a un proceso interno de cambio de dirigente. Sin confrontación a la actual dirigencia ni un análisis detallado de la derrota electoral, los panistas de la cúpula llevan los designios del partido y tapan las pifias de Cortés Mendoza.
En este proceso Ana Teresa Aranda ofrece piso parejo y garantiza la libertad de elegir. Sin embargo, los integrantes de la comisión de elecciones que van con ella, en su mayoría pertenecen al panismo duro: Cecilio Romero, Ignacio Loyola Vera y Ricardo Alfredo Ling Altamirano, pertenecen a ese círculo del panismo conservador. Es la línea a seguir. Evitar que el PAN tome el camino de la ciudadanía y de un candidato liberal.