Acapulco, Guerrero.- La normalidad parece no querer regresar a Acapulco. El viernes pasado, 24 de octubre, se cumplió un año del paso destructor de “Otis”, huracán categórica 5, que cambió la vida bulliciosa de este caluroso y paradisíaco destino turístico y sus habitantes.
Los acapulqueños siguen de luto, muchos aún no pueden hablar sin que se les quiebre la voz al relatar lo que vivieron en esas horas y lo que han tenido que pasar a consecuencia de este fenómeno natural, que tocó tierra azteca con una furia indescriptible.
Otros tantos siguen llorando sus pérdidas, las de sus seres queridos, principalmente; pero también le lloran a sus humildes viviendas, esas que por más que los quisieron proteger, terminaron por dejarse llevar por las ráfagas de viento y, qué decir de sus pequeños negocios, que además de almacenar artículos, mobiliario y alimentos - y una que otra chuchería - también contenían sueños.
Acapulco seguía dolido, sus cicatrices estaban visibles en paredes de hoteles, restaurantes y locales. ¡Vaya, Acapulco seguía en duelo!; seguía reconstruyéndose en pedacitos, apenas habían pasado 11 meses, pero eso a “John” no le importó, llegó mostrando su poderío, trayendo consigo torrenciales lluvias, inundando lo que ya se había secado y, derrumbando lo que ya estaba fracturado.
Las voces de Acapulco
Este es el caso del espacio comercial “Playa Revolcadero”, ubicado en la zona Diamante, donde los pilares de 18 pequeños restaurantes no resistieron la fuerza del agua y se cuartearon, otros se hundieron, otro tanto está en riesgo y sus calles quedaron colapsadas, debido a que el mar al parecer reclama su pertenencia.
Uno de ellos, es el de Ricardo Sánchez Vargas, dueño de “La Enramada”, que antes del 23 de septiembre, vendía mariscos y bebidas de todo tipo para refrescar a los paseantes. Él pide al Gobierno Federal haya una “reclasificación” de los apoyos de la secretaría del Bienestar para poder levantar los negocios, ya que en este mismo lugar conviven con locales que no están en regla, por lo que los recursos no deben ser igual.
“Sí hemos recibido el apoyo del Bienestar que, consiste en 43 mil pesos para el local, en efectivo y otros 8 mil pesos para la labor de limpieza. Está bien que nos apoyen a todos, pero nosotros que tenemos una gran pérdida porque somos restaurantes, tenemos concesión, licencia, pagamos impuestos y damos empleos y a los compañeros de acá afuera que son locales, que no están regulados, nos dan lo mismo, la verdad, lo vemos injusto, entonces el gobierno debe de hacer una reclasificación para el cómo da el dinero a los afectados”.
En estos modestos restaurantes se da empleo a 200 personas, que integran decenas de familias que viven de ofrecer el servicio a los turistas, y quienes denuncian no han sido tomados en cuenta para recibir algún programa gubernamental con el cual puedan subsistir, en tanto, se inicia la etapa de reconstrucción.
“No ha venido nadie, para que nos dieran el apoyo del restaurante casi los trajimos a fuerza, la verdad somos olvidados de las autoridades. El Bienestar no quería venir y cuando vino lo hizo a las a las ocho de la noche a censar, imagínese, a las 8 de la noche, no se pusieron a pensar que hay personas de la tercera edad, tenemos, incluso, personas minusválidas, usted ya vio cómo están las calles y la entrada. Ni la presidenta municipal ni la gobernadora han venido a ver qué necesitamos”, comentó Ricardo.
En el local 7 donde se encontraba el restaurante “Lorenza”, Alma Iris Díaz, concesionaria, entre sollozos contó que John “vino a destruir completamente todo; la orilla de la playa está socavada lo que no pasó con Otis, ahora pasó y por el momento no es apto ni para los turistas ni para nosotros”.
Dijo que ha tenido que “pedir prestado” para solventar sus gastos, por lo hizo un llamado al gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo para que en Playa Revolcadero se lleve a cabo una “reconstrucción integral” de los negocios.
“Tenemos 60 años dando servicio a los turistas, no sabemos hacer otra cosa que eso, por lo que queremos que en Playa Revolcadero hagan una reconstrucción integral, no una reubicación, porque ya todas las playas de Acapulco están ocupadas”.
Iris dijo que, durante estos 35 días, luego del paso del huracán, al quedarse sin su fuente de ingresos, han “sobrevivido”, con lo poco que quedó en sus congeladores y gracias a la pesca que hace junto con su esposo e hijos, “pero de pescado no se vive todo el tiempo, no es suficiente”.
La engorrosa tramitología
Ofelia Niño Pineda, presidenta de la Unión de Concesionarios y Prestadores de Servicios Playa Revolcadero, denunció que los servidores de la Nación solo “censaron a una parte” y además “solo han ido a sacarse la foto”.
“Solo a una parte censaron, que porque ya no les alcanzaron los formatos, que después venía y no lo hicieron. Lo que pedimos también es que ojalá nos trajeran despensas, porque aquí está todo colapsado, no podemos trabajar y no tenemos nada (…) Revolcadero está a punto de desaparecer".
En tanto, en el reporte del Gobierno Federal, a través de distintas dependencias, se destacó que más de 70 mil personas han sido censadas en Guerrero y que, solo en cuatro municipios falta concluir el trámite para poder otorgarles algún tipo de apoyo que les ayude a subsanar los destrozos de John; así como la agilidad con la que están haciendo en el registro.
Pero Soledad Ramírez contrarió el discurso oficial, quien al momento de charlar con ella, “mentaba madres”, pues llevaba casi 10 horas lidiando para que le hicieran válida la constancia de arrendamiento de su local y, de esta forma, poder cobrar los 53 mil pesos destinados para su remodelación.
“Desde las 5 de la mañana, no he comido, ya me duele hasta la cabeza, horas y horas formada para que me dijeran que el título de propiedad tenía un código postal distinto al de ellos, y que la zona que tienen autorizada para dar el recurso tiene otro. Me hicieron dar muchas vueltas, eso no es justo porque para empezar el dinero no es de ellos, son nuestros impuestos, es de nosotros”.
La dueña de este pequeño comercio donde Soledad vende quesadillas y caldo de pescado, indicó que el pago del apoyo federal lo condicionaban a la presentación de la carta de posesión actualizada, la cual debía tener “la firma del comisario” para que se comprobara que era la propietaria, ya el negocio supuestamente se encontraba fuera del lugar que se estaba censando.
“Se logró el cobro, porque la documentación está correcta, tengo 10 años con él, y no tengo porque cambiarla, pero lo que expongo es mi enojo, porque hicieron perder todo el día mi inquilina, quien estuvo tratando de cobrar su apoyo cuando el error era de ellos. Aquí perdimos las dos, ella perdió su mobiliario, mercancía, y yo perdí toda mi estructura, porque el negocio se lo llevó totalmente el mar; por lo que mi solicitud es que nos apoyen más allá de este apoyo económico”.
Días previos a la visita de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, el puerto de Acapulco estuvo colapsado en sus principales avenidas, debido a una serie de bloqueos que realizaron pobladores y “turisteros” damnificados para exigir ser censados y, de esta forma poder levantar lo que John derribó.
Durante hora y media esperamos transporte para trasladarnos de la Glorieta de La Diana, ubicada sobre la Avenida Costera Miguel Alemán, a la zona Diamante. Un trayecto de 20 minutos, se convirtió un peregrinar.
Los visitantes tuvieron problemas para trasladarse a los distintos puntos turísticos del puerto, pero los más afectados fueron los trabajadores y estudiantes, ya que tuvieron que pagar taxi para llegar a su lugar de destino, descalabrando su poca economía.
“Para algunas personas puede ser exagerado que nos quejemos por pagar 60 pesos de pasaje diario, pero lo que la gente pero no hay tanto turismo y apenas si sale para el pasaje y algunos gastos; y estas personas cierran las calles para exigir lo que no les hace falta, porque de veras (sic) no les hace falta”, dijo Lorena, una joven mesera.
Y aquí descubrimos a ese Acapulco utiliza la desgracia para lucrar con el dolor en el que verdaderamente viven muchos. En nuestro camino comenzamos a platicar con la gente y, más de ocho personas, en distintos puntos nos relataron que, desde Otis, hay acapulqueños que se organizan para “cachar” los apoyos que da el gobierno.
“Cuando dieron los 30 mil pesos por lo de Otis, había familias enteras que iban a pedirlo. Supe del un caso de una chava de 18 años que ya por ser mayor de edad, fue a decir que ya estaba juntada y que donde vivía se había afectado, sin ser cierto, pero como no había manera de comprobar si era verdad, le dieron el efectivo y así muchas personas”, declaró Yazmín López.
Por su parte, Cleotilde Moreno dijo recordar que en varias ocasiones vio a hombres y mujeres “traer fajos de tarjetas del Bienestar en las manos” y no eran siervos de la Nación.
“Había personas que iban a todos los puntos donde estaban dando los apoyos, estaban igual horas formados, pero les daban sus tarjetas y el apoyo económico, eso fue lo que comenzamos a notar muchos”.
Varios relatos más, coincidieron en que mientras algunos sufrían por tener algo que llevarse a la boca, otros tiraban las 35 piezas de los 24 alimentos no perecederos que contenían las canastas básicas para los damnificados, en Guerrero, por el paso del huracán Otis.
“Pero ¿qué crees que hacían? Tomaban las tarjetas del Bienestar que venían en las cajas de las despensas y luego tiraban todo lo que traían dentro. Yo viví a muchos hacer eso. En las calles encontrabas las latas de las sardinas y bolsas de arroz en tiradas”.
“Otis sacó lo bueno y lo pinche de muchos acapulqueños” comentó Raquela, quizás, por eso, ahora el Gobierno Federal decidió dividir los apoyos en dos: para aquellos que tuvieron afectaciones estructurales en sus viviendas y para quienes perdieron sus enseres domésticos.
“Está bien que ahora no a todos se les dé lo mismo por igual, pero creo que la gobernadora y la presidenta municipal y de federal deben ir a las zonas devastadas para que vean como esta esa gente y los apoyen, porque todo lo hacen a rajatabla, y se van a los extremos, no hay puntos medios y ahí es donde está la gente más amolada sin ser tomada en cuenta”.
Otis, hizo su trabajo
Los vientos huracanados de Otis se llevaron más que láminas y ventanas, arrasaron con sueños e historias.
Javier Ortega, un taxista de no más de 50 años, narró que además de perder varias cosas materiales, entre ellas, un automóvil con el que “chafireteaba”, palabra chilanga que “exportó” de la Ciudad de México al Puerto de Acapulco, perdió la posibilidad de ver crecer a su hijo.
“Al ser un desastre en el puerto, me mudé con mi esposa y mi hijo a otro poblado, dejando mi casa sola; mi cuñado aprovechó eso para saquearla y llevarse el taxi con el que trabajaba; eso provocó que mi mujer lo defendiera y nos separáramos; llevó casi 10 meses que no veo a mi hijo, de 4 años”.
Con tono melancólico dijo “yo sigo de luto y con un dolor muy profundo. A un año de Otis, en las últimas semanas han regresado los recuerdos de esa noche, nunca se me va a olvidar el sonido del viento, los gritos y al día siguiente las imágenes de la completa destrucción de la ciudad”.
En ese momento, le bajó el volumen al stéreo y, con voz firme, añadió: “aunque nos duela reconocer Otis hizo su trabajo, se llevó lo que tenía que llevarse. En mi caso, a una mujer que no me dio mi lugar, aunque ahí se llevó entre las patas a mi hijito, pero sé que pronto cambiarán las cosas; por lo pronto yo sigo trabajando para levantar este desmadre”.
Para este profesional del volante, la reconstrucción de Acapulco y demás municipios guerrerenses, depende de lo que digan los “patrones”, es decir, los líderes de los grupos criminales.
“Ellos son los que deciden, desde cuánto cuesta un kilo de huevo, hasta en dónde sí y en dónde no se va a poyar a la gente. Las presidentas, tanto Abelina, como la federal y la gobernadora, solo son quienes dan los discursos; pues quienes dan las ordenes son ellos”, apuntó.
El Memorial
Sobre Playa Manzanillo, ahora llamado El Paseo del Pescador, el pasado 25 de octubre, Abelina López Rodríguez, presidenta municipal de Acapulco, develó la escultura “Viento en Reposo”, en honor a víctimas de “Otis”, generando reacciones entre los pobladores.
Para Estrella, una joven estudiante que perdió su casa a las afueras del Puerto, este memorial es un derroche de recursos que pudieron bien invertirse para apoyar a los damnificados, ya que para ella no representa el dolor por el que pasaron cientos de familias.
“No es algo tan representativo que digamos, más sin embargo (sic) Yo creo que deben invertir ese dinero en aún sacar a quien todavía están ahí, desaparecidos (…) Nomás buscan en qué llamar la atención, ese dinero se pudo haber ocupado en apoyar a los familiares de las víctimas. Creo que hay otros mejores maneras de usar los recursos de la ciudad después de este todo esto las fallas quedaron muy feas, muy horribles llenas de pozos; hay una manera mejor de ocupar el presupuesto en esas cosas que realmente necesita”, comentó después de tomarse una foto con la escultura.
A unos 200 metros me encontré a Lizbeth, quien estaba cómodamente cubriéndose del Sol con uno de los grandes barcos que forman parte del Cementerio de Embarcaciones rescatadas luego de Otis, quien entre risas mencionó que cuando escuchó el anunció de su inauguración “pensé que era una broma”.
“Al llegar y verlo sentí decepción, porque siento que le faltó más arte. La verdad creo que no puede estar terminado, yo creo que lo dejaron como así por la urgencia e inaugurarlo por el aniversario, pero le falta color. Además no entiendo la forma, no sé si son olas o son manos”.
-¿Para usted era necesario hacer un memorial?, preguntamos.
“Para mi punto de vista, sí. Sí, por las personas que en ese momento desaparecieron, por todas esas personas que murieron, aunque lo hayan ocultado, porque supuestamente dijeron hubo pocos fallecidos, pero no, hubo muchos muertos. Entonces sí, sí, era merecedor para todas ellas, pero con algo más bonito”.
Alicia, una agradable mesera de un restaurante cercano a esta playa, sostuvo que el memorial ahora se convertirá en un “buen pretexto” para que los turistas visiten el Paseo del Pescador a “tomarse la foto del recuerdo” y de paso comer unos buenos mariscos.
“A mí sí me gustó, creo que sí debían hacerlo por las personas que murieron y que no han podido encontrar. Además, creo que hará que venga gente más gente a caminar por acá, tomarse la foto, y aunque aún hay mucha destrucción en esta zona de la playa, ahí entramos nosotros para ofrecerles una buena comida”.
Después de entregarme mi paquete de comida, agradeció calurosamente la visita, “gracias por venir, gracias por no olvidarse que Acapulco está para ustedes y por ustedes”.
La furia de dos huracanes dejó al descubierto tres Acapulco´s: uno, en donde están las cifras oficiales, esas cifras que “alegran” el oído, pero no resuelven las problemáticas; otro, donde el acaparamiento de la ayuda se vuelve una comodina forma de vida y, el último, el de la gente busca la manera de ser escuchada, sobre todo, busca la forma de sobrevivir.