Márcia Batista Ramos
Un amigo, dueño de un hermoso bosque, nos contó sobre su amigo que habla con el bosque y cura con las plantas, porque es uno de los pocos sabios que aún habitan la región; entonces, fuimos visitarlo.
Llegamos a la casa de Don Macedonio, el sabio. La casa quedaba a unos dieciséis kilómetros del bosque de nuestro amigo. Nos presentamos y dijimos que teníamos un amigo en común que nos dio la referencia. El hombre, nos recibió con mucha amabilidad y nos dijo que maniobraríamos la movilidad para que quede lista a la hora de partir. Entonces, tuvimos que viajar más cinco kilómetros de ida para poder hacer una maniobra y volver los mismos cinco kilómetros para llegar a su casa. Al fin, después de diez kilómetros, parqueamos en la puerta del sabio, que nos esperaba con los asientos cubiertos con tejidos de colores en el patio circundado por limoneros bastante cargados de frutos, debajo de los cuales unas gallinas más grandes que lo normal, correteaban y ciscaban el piso.
Nos sentamos y Don Macedonio, un hombre octogenario muy fuerte y bien plantado, que no aparenta la edad que tiene, tal vez, porque la percepción subjetiva del tiempo, tiene un papel muy importante en la vida, pues afecta a nuestra salud somática y mental. Y alejado del mundo caótico que nos toca vivir, la percepción del tiempo es distinta, por ende, su efecto sobre los individuos.
El sabio, que festeja la vida por la alegría de estar vivo, que tiene un conocimiento de la naturaleza aprendido de la antigua nación guaraní, sumado a conocimientos médicos quirúrgicos de los años mil seiscientos. Nos invitó maíz cocido con queso. Y empezó a contarnos que conocía las plantas y los misterios del bosque, también los misterios de la vida, contó que atendía partos complicados de mujeres, vacas e yeguas. Empero, no conocía las cosas más comunes de nuestra época, como los antibióticos, las vacunas, la anestesia, etc., porque, sencillamente, es un hombre que atraviesa el presente con los ojos vendados.
Nos mostró la hierba que cura el Covid-19, contó de las hierbas que curan la locura, la embolia y tantas otras enfermedades. Ante mi sorpresa, sobre las plantas medicinales que curan la locura, Don Macedonio, sencillamente, hablo de la existencia, comprendida como una totalidad, por tal motivo, las plantas curan al cuerpo, a la mente y al espirito del hombre.
Después, nos invitó para ir al río a recoger algunas plantas, pero antes de partir, miramos del borde del patio un hilo de agua que serpenteaba una montaña, allá a lo lejos, no hay camino carretero y la horita que se tarda en bajar debe triplicarse, cuando menos, para regresar. ¡Me acobardé! Imposible para mí, ir a visitar su huerto a la orilla del río apenas visible a la distancia. Don Macedonio sonrió, con una risada franca de quien no conoce los obstáculos autoimpuestos. Y a su manera, nos dijo que, si bien el mundo y la naturaleza son más allá de toda conciencia, sus determinaciones provienen del hombre.
La vida siempre sorprende.
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Biografía:
Márcia Batista Ramos, brasileña. Licenciada en Filosofía-UFSM. Gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Editora en Conexión Norte Sur Magazzín, España; columnista en Inmediaciones, Bolivia, periodismo binacional Exilio, México, archivo.e-consulta.com, México, revista Madeinleon Magazine, España y revista Barbante, Brasil. Publicó diversos libros y antologías, asimismo, figura en varias antologías con ensayo, poesía y cuento. Es colaboradora en revistas internacionales en 22 países. Editor adjunto de la Edición Internacional de Literatura China (a cargo de la Federación de Círculos Literarios y Artísticos de Hubei, China).