Cuando llegaron a la también conocida como “Colonia Romero Vargas” o “Pueblo Nuevo”, esos jóvenes impusieron la moda y la cultura que aprendieron del otro lado de la frontera. Llevaban vestimenta extravagante, pantalones holgados, playeras sueltas, chamarras deportivas y gorras. Esa ropa es distintiva de los cholos.
También trajeron su propio léxico peculiar, su propio caló, su forma de identificarse, de expresarse dentro de la comunidad y, lo más impactante fue el consumo de nuevas drogas, las cuales son demasiado adictivas, y ellos mismos fueron las que las trajeron de Estados Unidos. Llegaron con heroína, cocaína, y pastillas de uso médico controlado (Benzodiacepinas)
Antes de que regresaran a la colonia estos muchachos, las drogas que se usaban en la colonia Ignacio Romero Vargas eran sólo solventes y marihuana. Cuando estos jóvenes llegaron se empezó a propagar la moda de ser cholo. Se comenzaron a utilizar vestimentas distintas a las habituales, se usó otro lenguaje y se empezaron a consumir las drogas que a los jóvenes les agradaban mucho.
Los muchachos de la colonia adoptaron las costumbres de los que regresaron, aun sin conocer cómo es vivir en los Estados Unidos y, mucho menos, saber qué es una pandilla o un grupo de personas que viven en la Unión Americana. Sin embargo, los jóvenes eran vulnerables a esa moda y comenzaron a adoptar un modo de vida que muy pronto formaría parte de la cultura y de los usos y costumbres dentro de la colonia Ignacio Romero Vargas.
A los jóvenes les resultaron muy atractivos los hábitos que trajeron a la colonia los que habían ido a buscar el Sueño Americano. A los adolescentes, sobre todo, porque, con sus respectivas características, atraviesan por periodos de ingobernabilidad, violencia, y conducta negativista desafiante. Varios de esos muchachos se volvieron adictos a la heroína, y sin saber siquiera cómo fue que llegó la heroína a Puebla, se ha quedado hasta el año 2020.
Como los jóvenes buscan nuevas experiencias y placeres, combinan sustancias psicoactivas. A la mezcla de cocaína y heroína le llaman speed boll (bola rápida) y se la inyectan o la fuman en un trozo de aluminio.
A los que se inyectan esa mezcla de sustancias se les conoce como Tecatos, y si se la fuman se les dice Piratas. Estos dos grupos de consumidores discriminan a los muchachos que sólo usan solventes o marihuana. Alardean que el usar heroína es de valientes, rudos e intocables dentro de su tribu urbana. Los muchachos no toman en cuenta los riesgos que esto implica. En la colonia Ignacio Romero Vargas fue en donde se consumió por primera vez heroína en Puebla. Tiempo después se comenzó a distribuir en otras colonias y municipios.
La heroína es una sustancia altamente adictiva y en materia de rehabilitación la tasa de recuperados es sumamente baja. Cuando un adicto a la heroína deja de consumirla comienza a sufrir escalofríos, diarreas, dolores de cabeza, de huesos, les da una falsa gripa, padecen lagrimeo de ojos, y una ansiedad intensa que los adictos llaman comúnmente malilla.
Hay reportes de que muchos adictos han muerto por el consumo de sobredosis de heroína, varios han muerto en baños públicos, se han visto a otros con quemaduras en diferentes áreas de su cuerpo, debido a que al usar la jeringa se inyectaron de manera equivocada. Varios de los adictos terminan en centros de readaptación social (Cereso) porque se ven en la necesidad de delinquir para conseguir dinero y comprar la heroína. Otros adictos se mezclan en riñas o delitos, y en ocasiones son linchados por grupos de personas. Sin embargo, esa cadena de males que van de la mano con la heroína no intimida al consumidor, debido a que la sustancia es sumamente adictiva y no tiene consciencia del daño propio y colateral que genera.
Lo más decepcionante es que el consumidor de heroína no está interesado en el tratamiento y rehabilitación de su adicción, y no intenta llevar a cabo una forma de vida sana y de provecho para él, su familia y la sociedad.
En la colonia Ignacio Romero Vargas y en el Estado de Puebla, el incremento del consumo de heroína va en aumento. Sobre todo, entre los más vulnerables, los adolescentes y jóvenes de ambos sexos. Hoy en día ellos son presa fácil de los dealers (vendedores de drogas), que los cautivan y hasta les regalan o fían la sustancia psicoactiva para engancharlos y convertirlos en sus posibles clientes en el futuro.
La mejor manera de prevenir el consumo de la heroína y de todas las drogas, es el monitoreo y la vinculación con la familia. Los jóvenes deben fortalecer los lazos familiares con sus hermanos, sus hijos, si los tienen, sus sobrinos y primos.
Los familiares deben informarse en instituciones especializadas en el tema, deben acudir al Consejo Estatal Contra las Adicciones Puebla (CECAP), los Centros de Integración juvenil (CIJ) e instituciones certificadas, para conocer cuál es la mejor alternativa que le pueden ofrecer a algún pariente que presumiblemente consume alguna sustancia psicoactiva (drogas), y que seguramente se encuentra en grave peligro.
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El autor es consejero en adicciones y director de la Clínica Valor A la Vida, A.C., “Alas de Amor y Libertad”.
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