Juan Rodrigo Castel
Cómo era el amor a la antigüita
Las historias de Pláticas en lo oscurito son una colección de entrevistas en donde los protagonistas no son los genitales, sino todos esos factores que conforman la sexualidad, incluidos, desde luego, los sentimientos.
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El tipo estaba muy excitado
“Me levanté a toda prisa y me quise cubrir, pero resultó que el tipo se había llevado mi ropa. Entonces mi esposo se quitó la camiseta y me la dio. Me cubrí como pude y me quedé sentada sobre mis rodillas. Mi novio se adelantó y le dijo que se calmara. El sujeto le contestó algo así como que me tenía que compartir puesto que yo ya no era virgen y añadió que quería estar conmigo”.
“Mi novio le comenzó a explicar que íbamos a ser esposos y le tuvo que enseñar los papeles de nuestros exámenes prenupciales. Le contó que lo que estábamos haciendo era como nuestra luna de miel. Mi novio estaba muy nervioso y el otro sujeto también. Creo que el tipo estaba muy excitado porque había visto lo que estábamos haciendo”.
“Mi novio le dijo que no fuera a hacer algo de lo que después se arrepintiera. El fulano estaba nervioso y excitado y mi novio lo que intentaba era que no se pusiera agresivo como para que lo quisiera golpear y me quisiera violar. Yo estaba muy asustada, no me puse a llorar ni a gritar porque vi que mi novio tomaba el control de la situación. Luego ya me sentí más tranquila. Entonces para nuestra buena suerte, el sujeto entró en razón y me devolvió mi ropa. Lo que hice fue vestirme rápidamente y nos fuimos de ahí”.
“El tipo era joven, yo creo que si hubiera sido más grande le habría sorrajado una pedrada en la cabeza a mi novio y a mí me hubiera ido como en feria. Fue la última vez que estuvimos en ese paraje. Ya no quisimos exponernos. Como nunca nos había pasado nada por ahí no teníamos miedo, pero luego de esa experiencia no volvimos jamás. Todo eso tuvo su buena dosis de irresponsabilidad”.
Experimentamos y no todo fue agradable
“Después tuvimos más libertad y curiosidad, nos dieron ganas de experimentar e hicimos el Kama-Sutra al revés y al derecho. De todos modos, no todo fue agradable. Nunca me sentí sucia ni culpable por tener relaciones con mi novio, pero cuando le dije a mi mamá que me quería casar, me contestó que estaba loca, que cómo me quería casar si era muy chica y estaba en la escuela”.
“A mi madre no le caía nada bien mi novio y decía que era un tipo sin oficio ni beneficio. Por lo menos a mi madre no le parecía que mi novio fuera el ideal, pues no tenía trabajo. El sí estudiaba, pero no tenía una carrera terminada y decía que así cómo me iba a mantener. Yo sólo respondía que lo quería mucho”.
“Mi mamá no me creía que me iba a casar, hasta que un día preguntó: ‘¿Por qué te quieres casar?’ Le respondí: ‘Es que voy a ser mamá’. Pobre de mi madre, se hincó, se puso a llorar y se revolcó en el suelo. Lloraba desesperada y yo me fui a la escuela. Por supuesto que me dolió verla en ese estado, pero me preguntaba por qué se ponía así si me iba a casar y no encontraba respuesta. Creo que ella no temía al escándalo ni al qué dirán ni nada por el estilo, sino más bien tenía miedo por mi futuro, por lo que iba a ser de mí. Pensaba que iba a fracasar, que iba a sufrir y que aparte de todo tendría que cuidar de un hijo”.
Más intensa que nunca
“Yo soy muy romántica y cuando sentimos que la relación era más intensa y más continua y fuerte nos casamos de forma simbólica ante la luna. Nos casamos una vez en medio de los árboles y otra vez cerca de mi casa. Según nuestras ideas, a partir de ese momento ya estábamos casados. Sabía que no eran las leyes oficiales, pero como no tenía prejuicios ni creía en las convenciones sociales seguí lo que decía mi corazón. Sentía que mi novio me quería y me sentía apoyada por él, sabía que estaba preparada para dar ese paso”.
“Cuando me enteré que estaba embarazada, fui a hacerme unos análisis y el resultado fue positivo. Me dio gusto porque nos amábamos y tendríamos un hijo producto de un amor puro, silvestre y sincero. Cuando mi novio les platicó a sus amigos del grupo, le dijeron de todo. Lo regañaron y le echaron en cara que yo era más chica, que él debía haber tenido cuidado. Sin embargo, lo que yo quería era hacer mi vida con él y sentirme bien. Quería vivir una relación sin tener que andar escondiéndome y disfrutar plenamente la sexualidad”.
“Antes que supiera mi familia que yo estaba embarazada, los amigos del grupo nos hablaron y dijeron que no era conveniente que tuviera el bebé. Incluso un muchacho que estudiaba medicina me propuso decir que era mi novio para que me hicieran un legrado. Según él, planearían todo. Querían que le dijera a mi madre que iría a Cuernavaca con unas amigas por tres días. Pensaban que yo quería abortar, pero les dije claramente que nunca había pasado por mi mente hacer eso”.
“Todavía insistieron diciéndome que no sería como matar al bebé, sino que nada más era como decirle: ‘espérate tantito’. Yo me puse a llorar y le mandé decir a mi novio que si no quería casarse conmigo que de cualquier forma yo tendría a mi hijo. En realidad, mi novio estaba feliz con mi embarazo, los que estaban descontentos eran nuestros amigos.
“Preguntaban que de qué íbamos a vivir y cosas por el estilo. Creían que nada más íbamos a durar un año juntos y que habríamos traído a sufrir a un niño al mundo. Mi novio me dijo que me quería y yo pensé que entonces tendríamos que salir adelante. Luego me di cuenta que no tenía caso escuchar las opiniones de nuestros amigos”.
Ya no era un juego
“Ellos seguían presionándonos para que me hicieran el legrado, me preguntaban si ya había pedido permiso en mi casa para el supuesto viaje, pero entonces nos tuvimos que enfrentar a ellos y les dijimos que sabíamos lo que queríamos y sólo así aceptaron dejarnos en paz. Sin embargo, luego vino el problema de decirlo en mi casa”.
“Cuando le dijimos a mi papá que queríamos casarnos, me ordenó traer dos cuadernos. Nos dio uno a cada uno y luego me dijo que escribiera todas las cualidades que debía tener una mujer para casarse y a mi novio todas las cualidades necesarias de un hombre... Yo llevaba tres hojas y mi novio tenía el cuaderno en blanco. De repente mi papá le dijo: ‘Qué, ¿ya acabó?’. Entonces mi novio lo miró y le respondió: ‘¿Sabe qué?, no estamos jugando, esto no es un juego’. Mi papá se sorprendió y sólo dijo: ‘Ah, caray. Bueno, entonces tráeme a tus papás para hablar con ellos’”.
“Yo tenía muchas ganas de tener a mi hijo y mi novio era sumamente tierno y amoroso, me cuidaba y me protegía. A su lado me sentí segura y protegida. La experiencia fue muy buena. Teníamos ya donde vivir y algunas personas nos ayudaron”.
“De recién casada era tímida, mi suegra me regaló un camisón largo hasta el piso y las mangas con holanes. El día que nos casamos me los puse y salí muy mona y mi esposo lo primero que dijo fue: ‘Quítate ese mugrero, a mí me gusta sentirte sin nada’. Desde entonces dormimos desnudos, aunque ya tenemos hijos los enseñamos a tocar la puerta, porque no queremos que tengan vergüenza de su desnudez. Aun cuando estábamos ya casados, teníamos algunas dudas sobre la sexualidad”.
Apareció la creatividad
“Recuerdo que cuando yo no experimentaba orgasmos llegué a pensar que a lo mejor no me había desarrollado bien y andaba preguntando aquí y allá y él también lo hacía. Por su puesto que yo estaba segura que él sí tenía orgasmos porque no lo podía ocultar. Por mi parte, yo nunca fingí porque sí me sentía bien. Teníamos la confianza de decirnos cómo nos gustaba tener relaciones, cómo lo hacíamos. Ahí fue cuando apareció la creatividad y la necesidad de hacer lo que queríamos para sentirnos bien”.
“Para mí el orgasmo es una sensación de plenitud, siento que se me sale el corazón. Es una sensación que se concentra en el clítoris y que se va extendiendo a través del cuerpo. Luego viene la relajación y se siente desde de lo más inmenso hasta lo más pequeñito. Cuando uno hace el amor y se preocupa más por el placer de la pareja, se olvida del propio. Lo justo es que haya un equilibrio”.
“La responsabilidad de la sexualidad es de dos, si la mujer tiene frustraciones y no las dice el otro nunca se va a enterar porque no es clarividente. Para que una mujer logre un orgasmo necesita estar muy excitada y va poco a poco. No hay una norma para que una mujer se excite, hay estados de ánimo. Una mujer de repente quiere algo más carnal, más instintivo y otras quieren más apapachos y que la relación sea sentimental. Algunas mujeres están acostumbradas a hacerlo tres veces al día, una en el baño, otra en la cocina y la última en el comedor”.
Me gusta el contacto físico
“Hay mujeres a las que no les satisface la posición horizontal, porque como dice la canción: ‘hay pocas cosas que inventar’. A mí me pasa que a veces soy más carnal y siento que mi pareja se asusta. Me dice: ‘Tú nada más en eso piensas’. Cuando en la calle lo quiero abrazar o le hago una caricia atrevida, se enoja. A mí me molesta que reaccione así. Se lo he dicho y me manda al carajo. Luego comprende que hizo mal al despreciarme”.
“Ahora me siento con muchas ganas de abrazarlo, soy muy dada a tener contacto físico con él. Me gusta sentir su piel y cada una de las partes de su cuerpo. Cuando le muerdo la oreja, me dice que no le gusta y me frustro. Si lo beso largamente se empieza a ahogar como si le faltara el aire. Pero todo esto es parte de la relación porque así me mantiene interesada, porque yo busco modos de hacer las cosas de tal forma que no lo haga sentir mal”.
“Sin embargo cuando uno ya está predispuesto a tener relaciones se prepara el escenario adecuado con premeditación, alevosía y ventaja. Ya que se tienen esos elementos es como si hubiera puesto una trampa o extendido su telaraña y se hacen cosas que excitan a la pareja. Esos preparativos lo predisponen a uno al cincuenta por ciento y ya cuando uno conoce a la pareja, la tiene que hacer sentir que es bonita, que la necesita y que la excita”.
“Si la mujer ve que satisface a su pareja, se siente bien. Algunas mujeres recurren a la lencería exótica o a un perfume. A una mujer hay que entrarle primero al corazón, hay que hacerla sentir bien. Creo que a los hombres les gusta más llegar directamente al sexo. Habrá algunos que les guste tocar y acariciar, pero casi todos quieren la penetración inmediata”.
Es como si le dijeran a la mujer: ‘Aprovecha mis cinco minutos, porque si no después será tarde’. Cuando uno se siente bien con la pareja y da amor todo marcha bien. Aunque con el tiempo uno cambia físicamente no deja de tener atractivo para su pareja. Un hombre no debería esperar querer que su esposa siempre se vea de quince años, lo que debería hacer es hacerla sentir con sus caricias que ella sí le parece de quince años. Eso es lo mágico de una relación fiel”.
“Por otra parte, la creatividad en la cama consiste en vencer la monotonía. En mi caso, acostumbrábamos a salirnos al patio para sentir la intemperie en la piel y eso nos excita. Lo hacemos en cualquier parte de la casa porque así nos nace a los dos. Para mí no hay nada prohibido en una cama siempre y cuando lo disfrutes y hagas sentir bien a tu pareja. Lo que yo no haría sería pensar en otra persona cuando estoy con él ni nada masoquista”.
Si experimentas demasiado, se pierde la sensibilidad
“Mi marido y yo hablamos de cosas de sexualidad que nos interesan. Ha sido importante romper la rutina. Si uno está destinado siempre a comer frijoles, los guisa uno de un modo un día y de otro al siguiente. He visto pornografía y no me gusta. No es por prejuicio, sino porque me parece algo muy vulgar, es algo que le quita a la mujer su papel porque ahí sólo es utilizada”.
“La opinión que tengo del sexo oral es que es rico hacerlo y que me lo haga mi marido. Empieza como una caricia, pero termina excitando. Se necesita confianza en la pareja, no creo que esté bien hacerlo indiscriminadamente. Una vez tuve sexo oral en la playa con mi esposo, traía puesto el visor y pude ver la salida del esperma”.
“No me gusta cómo practican la sexualidad los más jóvenes. Experimentan demasiado y en ese proceso pierden la sensibilidad. Llega un momento en que se van a la cama, pero sin el aderezo del amor, no saben por qué y para qué hacerlo. No pueden hacer el amor a plenitud cuando están pensando: ‘Aquel individuo estaba mejor que éste’. Siempre están comparando y pierden la concentración”.
“Lo único que necesita un hombre para ser un buen amante es disposición para conocer las partes sensibles de su pareja y saber el momento en que está dispuesta a tener una relación. Creo que una mujer es buena amante cuando se siente complacida con su físico y se acepta como está. No sólo las mujeres bien formadas disfrutan el sexo”.
“Yo sí conozco mi punto G, pero ha sido cosa de tiempo. En las mujeres el orgasmo se concentra sobre todo en el clítoris, pero es cuestión del estado de ánimo. En el caso de un hombre, si está intimidado no responde. Esto no es una competencia. Si no se llega al orgasmo con una penetración hay muchas formas de llegar a él. Las caricias y la masturbación son dos formas”.
“Creo que la mujer disfruta más la masturbación que la penetración. La penetración no siempre es la culminación de un acto sexual. Si se estimula el clítoris y luego viene la penetración es doble el premio. Los movimientos también son importantes, hay que colaborar con la pareja. Una mujer no tiene que ser pasiva. Si es pasiva, limita la relación”.
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Juan Rodrigo Castel
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