Juan Rodrigo Castel
Cómo era el amor a la antigüita
Las historias de Pláticas en lo oscurito son una colección de entrevistas en donde los protagonistas no son los genitales, sino todos esos factores que conforman la sexualidad, incluidos, desde luego, los sentimientos.
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“En el asunto de la sexualidad humana hay de todo y para todos y debemos aprender a respetar la decisión de cada persona. La manera como se quiera llevar y ejercer la sexualidad es estrictamente personal” —dice Teresa—.
“El sexo es algo básico en el ser humano, sin embargo creo que sí se puede vivir sin ejercerlo a plenitud. Por supuesto que eso depende de la persona que se trate y de la educación que haya recibido. En mi caso, no tuve ninguna educación sexual. De niña me imaginaba que si dos personas se besaban en la boca habían hecho un compromiso eterno o algo así. De hecho, cuando tuve mi primera menstruación ni siquiera me di cuenta que estaba ocurriendo porque no sabía lo que era”.
“Un día mi madre me dijo que había visto manchados mis calzones y sólo me preguntó si ya sabía lo que eso significaba. Le respondí que sí y ahí quedó todo. No me dio ninguna explicación. Me apené mucho, pero no le di ninguna importancia; es más, ni siquiera me espanté”.
“No advertí que algo cambiaba en mí cuerpo, no le presté ninguna atención hasta el siguiente periodo. Ya para esa vez mi mamá me compraba las toallas sanitarias y como reglaba muy poco yo no sentía nada. De todos modos, eso se lo platiqué a una muchacha que trabajaba en la casa. Ella era mayor que yo y me explicó un poco del tema. Esa conversación no me hizo ver nada nuevo en mí ni cambió la forma de ver mi cuerpo. Aunque ya estaba reglando, mi cuerpo seguía siendo el de una niña y afortunadamente siempre he sido delgada”.
“Aunque era tímida, en la primaria comenzaron a atraerme los hombres. Me gustaba mucho uno que tenía diez años. Nunca hice nada por demostrarle que me gustaba, ni siquiera mis amigas lo sabían. Cada vez que lo veía me ponía nerviosa y procuraba no encontrármelo, él iba en mi salón y luego en la secundaria continuó siendo mi compañero. Recuerdo que en la secundaria estábamos contándonos cosas y que en las fiestas siempre me sacaba a bailar. Pero nunca se dio nada, no hubo ningún acercamiento, porque yo era algo indiferente. Jamás le demostré que me gustaba”.
“En ese tiempo no me había formado ninguna idea de lo que era el noviazgo y no tuve ningún novio. De hecho, el primero lo tuve cuando cumplí veinte años. Pasaron diversas cosas en mi vida que me hicieron actuar así. A lo mejor por mi carácter retraído no quería tener novio y hasta llegué a pensar que no quería casarme ni nada de eso. Por supuesto que no me la pasaba suspirando ni idealizando la vida”.
Los primeros pretendientes
“Soy una mujer sensible, tal vez demasiado. En todo ese tiempo soñaba despierta y me salían algunos pretendientes, pero los rechazaba a la primera, actuaba así hasta con los que me gustaban. Con mis amigas y amigos me comportaba de forma normal, pero si veía que alguien se acercaba a mí con otras intenciones lo cortaba y ya no le hablaba”.
“En mis primeros años de vida ocurrió algo que todavía no tengo claro si influyó en mi comportamiento posterior. Resulta que cuando era muy niña, un pariente de mi padre abusaba de mí. No tengo claro cuántos años tenía yo en ese entonces, pero supongo que fue alrededor de los cinco años. Tampoco sé con precisión hasta qué punto era el abuso, lo que sí sé es que yo ya no era virgen. Todo esto que cuento lo recordé muchos años después y ahora tengo ese recuerdo muy claro”.
“Siempre me he preguntado si eso influyó para que yo me comporte de manera diferente con los muchachos. En la actualidad ya no soy cortante y no necesité terapia ni nada de eso. Tal vez de lo que sufrí de niña, venía esa especie de rechazo o cautela con los hombres y era algo inconsciente”.
“Aquel sujeto visitaba mi casa y mis padres nunca notaron lo que me hacía, porque aparentemente cuidaba de mí y de mis hermanos. Yo nunca lloré ni lo acusé, porque me amenazaba para que no dijera nada. No sé con exactitud si él tenía contacto sexual conmigo, sólo recuerdo haber sentido dolor, que me sentía mojada y que él era quien me limpiaba”.
“Mis padres tenían un negocio y me dejaban con el individuo. No tengo idea de cuánto tiempo duró el abuso. Ahora sólo siento tristeza cuando la escena viene a mi mente, porque veo a una niña indefensa, expuesta a los deseos de un pervertido. Afortunadamente esa idea sólo dura un momento, no me quedo con ese pensamiento y casi nunca lo recuerdo”.
“Cuando crecí, nunca me enfrenté al sujeto ni adopté ninguna actitud de rechazo abierto hacia él. Es un hombre que cometió muchos errores en su vida y que ha recibido muchos reveses. Ahora ya no le guardo rencor, aunque lo que me hizo es algo que nunca podré borrar de mi memoria. Lo que no puedo decir con seguridad es si ese suceso interrumpió en cierta forma mi desarrollo sentimental”.
Sexualidad limpia
“Pese a las experiencias negativas que viví, nunca vi la sexualidad como algo sucio o amenazante. Tampoco tenía miedo, sólo sentía inseguridad en las relaciones interpersonales, la cual conservo hasta la fecha. Jamás pienso que si alguien se entera de lo que viví me va a criticar o rechazar, de hecho a mí no me apena eso, claro que procuro no decírselo casi a nadie”.
“El caso es que tuve mi primer novio a los veinte años. Las cosas se dieron de forma espontánea, casi puedo decir que como veía que mis amigas tenían novio, sentía que a mí algo me faltaba. Eso fue lo que me animó a tener un novio, porque él no me gustaba demasiado. Este hombre se me declaró y hubieras visto qué experiencia. Ahora me da mucha risa de lo torpe que me comporté. Yo trabajaba en un hospital y él era médico residente, un día me lo encontré por casualidad fuera del hospital, comenzamos a platicar y resultó que éramos vecinos de la misma cuadra”.
“Me invitó a tomar un café y ahí mismo se me declaró. Le respondí que lo pensaría, que nunca había tenido novio, pero me insistió para que le respondiera en ese momento. Como sentía que no tenía para donde hacerme, al final le respondí que sí”.
“El no creyó que fuera mi primer novio, porque decía que yo besaba muy bien. Cuando recibí el primer beso de mi vida pensé: ‘Humm, esto no es lo que yo esperaba’. Puesto que no era lo que yo había deseado, decidí que lo mejor era que este muchacho y yo fuéramos primero amigos. Pero de nada sirvió mi propósito, porque tiempo después él se fue sin decirme adiós ni nada por el estilo”.
“El día que me besó por primera vez, esperaba sentir cosquillas en el estómago o por lo menos que me latiera más rápido el corazón o cualquier otra cosa emocionante. Naturalmente yo ya había idealizado esa escena. Días después me enteré que el sujeto era casado, que le gustaba andar con puras chamaquitas y que tenía más años de los que confesaba. Cuando no lo volví a ver, pensé: ‘De la que me salvé, qué bueno que se fue’. Luego comprobé que era cierto lo que decían, porque unas amigas lo conocían de la escuela y sabían con cuántas mujeres se había metido”.
“El día que se me declaró me dejé convencer muy fácil de algo que yo no quería en ese momento y el beso me gustó poco. Con ese hombre duré una semana, en general no fue una mala experiencia, me respetó y tuvo una forma de ser agradable, pero de todos modos me hizo ser más desconfiada”.
“Ya para ese tiempo yo estaba informada en cuanto a la sexualidad, leí algunos libros, platiqué con amigos, vi revistas y programas especiales de televisión. De esas fuentes aprendí todo lo que sé, porque yo no sabía nada. Hasta entonces conocí acerca de la menstruación, de las relaciones sexuales, de las enfermedades, de cómo protegerse. Esto me dio más confianza y ya pude ser un poco más abierta”.
Romance y pasión
“Con el paso del tiempo tuve otro novio. A éste lo conocí en una fiesta familiar a la que llevaron muchos amigos y no fue algo de pensarse mucho, casi al siguiente día de conocernos nos hicimos novios. Como que pasé de no querer tener novio a desear tenerlo al precio que fuera, es algo que no entiendo. Sólo me dejé llevar por mis sentimientos y duramos juntos dos años. Al principio de la relación sí lo amaba, porque el noviazgo tuvo de todo, fue romántico y apasionado”.
“Con este hombre tuve mi primera experiencia sexual, él era muy cariñoso conmigo y me consentía demasiado. Yo no me había hecho una expectativa de lo que esperaba de mi primera vez, sólo quería que fuera dentro del matrimonio. Únicamente pensaba que mi primera vez sería sin presiones, sin prejuicios y sin culpas. Un día él me propuso tener relaciones y fuimos a un hotel en una colonia para mí desconocida. Primero todo empezó como un juego; nos quedábamos solos y únicamente nos acariciábamos. Así lo hicimos durante varias ocasiones, hasta que un día no pudimos detenernos”.
“Una tarde me pidió que lo acompañara a visitar a un amigo. Le respondía que sí y pasó por mí a eso de las seis de la tarde. Llegamos y el amigo se desapareció enseguida. Cuando nos quedamos solos comenzó a acariciarme y aunque me sentía un poco nerviosa seguí adelante. El sí tenía experiencia, era doce años mayor que yo. Esa vez la experiencia sí resultó como yo esperaba, fue algo romántico y hermoso. A la hora de la penetración me dolió un poco y sentí que me lastimaba”.
“Ese día nos acariciamos y tuvimos relaciones sexuales completas, al principio me sentí satisfecha, más madura como mujer, pero después ya no. Luego me di cuenta que no lo quería lo suficiente, pero en ese tiempo yo no lo sabía, estaba confundida. Con esa sensación me fui a mi casa, no sabía si había hecho bien, pero no me atormenté sintiéndome culpable”.
“A la semana siguiente volvimos a ir a la misma casa y volvimos a tener relaciones. Estuvimos yendo ahí casi un mes. También fue placentera para mí la segunda vez, se puede decir que en los primeros meses sólo experimenté placer”.
Los sentimientos cambian
“No es que al principio sí hubiera amado a este muchacho y luego ya no. En realidad nunca lo amé, sí sentía que lo quería al principio, pero fue algo que no era verdadero amor. Creo que lo que me llevó a tener relaciones con él fue el juego de tocarnos, porque acariciarnos era placentero y divertido. Con lo que no contaba, fue con que un día no íbamos a poder detenernos. Por supuesto que esta relación tuvo su importancia en mi vida, sin embargo al fin comprendí que no lo quería cuando conocí a otra persona”.
“Cuando todavía era novia de este muchacho otro se me acercó. Entonces di por terminada la relación. A mi nuevo novio sí lo quise en verdad, él fue el amor de mi vida, aunque ahora ya no estamos juntos. Era menor que yo, tenía muchos planes de estudiar y trabajar en el extranjero. Un día se fue y pese a que me prometió regresar, nunca me buscó. A él lo conocí un día que fui con unas amigas a una cafetería. Se acercó a mí y me pidió mi número de teléfono. Me dijo que sólo quería conocerme y ser mi amigo y así nos vimos durante un buen tiempo”.
“Me enamoré de él y tuvimos relaciones sexuales casi inmediatamente. Las tuvimos en un hotel, en su casa, en la mía. Él también tenía experiencia. Recuerdo que cuando fui a un hotel por primera vez sentí como que alguien podría verme, pero con él fue divertido, le agregó emoción a la relación. Yo ya sentía que tenía experiencia, pero nunca lo comparé con mis anteriores relaciones, nunca pensé que en lo sexual uno fuera mejor que otro. Sin embargo, con este muchacho mi actitud fue muy distinta. Con mi anterior pareja me negaba a hacer algunas cosas, pero con este no. Accedía fácilmente a todo lo que me pedía, aunque siempre fueron cosas dentro de la normalidad, posiciones comunes y caricias apasionadas”.
Me gustaba todo
“Con él disfrutaba todo. Creo que las posturas sexuales sí son importantes porque le dan variedad a la relación. Además, el estímulo es distinto, son divertidas y así no se vuelve rutina tener relaciones. Por otra parte, no considero que el tamaño del pene sea importante, pero el movimiento es decisivo. Considero que para que un hombre pueda ser un buen amante, necesita ser cariñoso, tiene que aprender a escuchar a su pareja y tener iniciativa”.
“En lo personal, durante una relación sexual me gusta que me digan palabras cariñosas y que me besen todo el cuerpo, disfruto que me abracen, que me toquen el pelo, que me acaricien durante mucho tiempo”.
“De las cosas que no sería capaz de hacer en una relación, una es que no podría hacer el amor en un lugar público, tampoco aceptaría un tercero, sólo a mi pareja; además, no haría nada que atente contra mi salud”.
“Alguna que otra vez me he masturbado, unas veces ha sido accidental y otras premeditadamente. No creo que sea indispensable que las mujeres se masturben, es algo placentero pero no necesario. Quizá está bien para conocer un poco más el cuerpo y disfrutar más de sus sensaciones”.
“Llegué a tener sexo oral, me parece que esa práctica es normal, está muy bien. Esas veces me dejé llevar por la pasión, claro, este novio último que tuve me guio. Ni me escandalicé ni me espanté. Él no me dijo nada, simplemente me guio con su cuerpo, sólo sentí un poco de pena. Disfruto hacerlo y que me lo hagan, aunque sinceramente me gusta un poquito más que me lo hagan”.
“Del sexo anal no puedo decir gran cosa, por lo menos no tengo idea de si una mujer lo disfrute, lo intenté pero me dolió y no pude. Una relación sexual ideal, para mí sería en la playa, habría música, estaríamos completamente solos y con mucha energía Tendría que durar mucho, habría varios orgasmos, diferentes posiciones y quizá algunos juegos. Mi vida sexual ha sido satisfactoria, pero creo que tengo mucho por vivir todavía”.
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Juan Rodrigo Castel
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