Tuvo para los zacatecanos de entonces, muchos a quienes me tocó ver a los ojos, mientras caminaban en las calles en apoyo a Ricardo, estatura de héroe y contribuyó de manera contundente al derribo del aparato hegemónico del priato.
Fue otra época. Para muchos iluminada e inspiradora.
Entonces fue cobijado por los líderes de la izquierda de resistencia: Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador, Ifigenia Martínez, entre otros.
Solamente los priístas del rancio abolengo que cayó en Zacatecas, cuestionaron las motivaciones del hoy, a más de 20 años del “monrealazo”, coordinador de los senadores del Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Solamente esas voces acusaron que su motivación era personal. En contraste, muchos lo vieron como punta de lanza de un grupo de políticos de nueva generación que terminó por golpear tanto el muro de la hegemonía, que lo derrumbó.
Este 2021 los tiempos son otros. El régimen es uno muy distinto, con el que se puede o no estar de acuerdo, pero que es producto de la democracia ganada en las calles, con los años y por encima de fraudes graves y evidentes, como el de 2006.
La contribución de Monreal Ávila a la construcción del nuevo orden político en el país y la Presidencia de Andrés Manuel López Obrador es innegable.
Pero ya no es aquel muchacho idealista. Ya no es el de la causa, antes que la ambición.
Un monrealazo hoy, dejando Morena para ganarle a Morena, sería impensable y menos aún en la Presidencia de la República para la sucesión de 2024.
El liderazgo político de López Obrador es sólido en su partido y afuera, nos guste o no.
Al enunciar una lista de “presidenciables” y permitir que lo expresen abiertamente, al menos dos de ellos, Claudia Sheinbaum Pardo, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, y el canciller Marcelo Luis Ebrard Casaubón, el presidente evidencia que tiene el control de la sucesión.
Y en esa, no está Monreal. Pero no lo entiende. Es porfiado. Cree que merece la trascendencia histórica y, de paso, la Presidencia de la República.
De ahí que haya el senador zacatecano lanzado hoy una advertencia: “Voy a estar en la boleta (en 2024). Espero estar con Morena y con el presidente (Andrés Manuel) López Obrador”, dijo este jueves en una entrevista radiofónica con Joaquín López-Dóriga.
La frase lapidaria y certera, sin duda preparada por el zacatecano en sus cavilaciones íntimas, sin embargo, pareciera no tener oportunidad en esta época.
Suena retadora, temeraria, pero no es ya el priato. No es 1998.
El partido mayoritario y el régimen actual están en su despegue, uno muy sólido y con mucho apoyo popular. El caudillo es el eje de esta nueva etapa y él está en plenitud.
El partido, el régimen y el caudillo tienen aprobación mayoritaria, sobre todo gracias al aparato clientelar y asistencialista.
Morena en este 2021 no es el PRI que agonizaba en aquel 1998, cuando estaba a dos años de perder la Presidencia de la República.
El autor del monrealazo no tiene las mismas condiciones hoy en el país, que las que tuvo en su estado natal hace 23 años.
También, da la impresión de que, al hoy experimentado político, ahora sí lo mueve una ambición personal, porque no se ve una causa social, tras su aspiración presidencial.
Cómo se extraña aquel hombre de bigote, de sonrisa amplia, franca, aquel Ricardo de prominentes mejillas.