Lo hizo a contracorriente de la línea política que, aparentemente, desde Palacio Nacional, se había dictado para que otro ocupara ese cargo legislativo de tan alto honor. Y se supone, porque realmente sólo los protagonistas saben los entretelones reales.
Las versiones son muchas, pero hay una que en particular tiene mucha verosimilitud: que sí le habían pedido a Alejandro subirse a la pelea por la presidencia de la Mesa Directiva, pero luego le pidieron que simplemente se bajara, tras la segunda votación.
Sin embargo, la misma narración dice que el poblano, acostumbrado toda su vida a no rehuir una reyerta justa, a ganar por votación directa todas sus posiciones como representante popular, y que, como buen deportista marcial, es de los que se crece ante el castigo, al final salió avante.
Inesperadamente, Alejandro Armenta superó el callejón sin salida y obtuvo el respaldo mayoritario de sus compañeros de fracción parlamentaria, y hasta de opositores, para llegar a la presidencia del Senado.
Ese día, también no pocos sentenciaron que su exilio político, al menos en el corto plazo, había quedado sentenciado, por haberle ganado “al favorito de Palacio Nacional”. “¿De la candidatura de Morena al gobierno de Puebla? Ya ni hablar”, decían, por cierto, algunos que hoy le piden posiciones o se le ponen de alfombra.
Lo cierto es que Armenta había desafiado al sistema y las consecuencias eran impredecibles. Y así lo fueron.
Al final, su actitud de jamás rendirse, de no cejar en el empeño y, luego ya en la presidencia de la Cámara Alta, ser un eficiente operador de la Cuarta Transformación (4T), terminaron por ser observados por quienes se supone lo iban a vetar.
El poblano sacó con mucha dignidad la presidencia del Senado. Condujo sesiones difíciles, en las que había que poner cuidado, experiencia y tratar los temas con pinzas, pero sacó adelante toda la agenda legislativa presidencial. Lo logró y su despedida del Senado, el 27 de febrero de 2024, fue con un enorme reconocimiento de sus pares.
La narración anterior es indispensable, porque la semana pasada en la vetusta e histórica Casona de Xicoténcatl, antigua sede, quedó inmortalizado el paso del poblano Alejandro Armenta por el Senado de la República.
En un salón especial, y también de alto honor, están las pinturas de los retratos de los presidentes de la Cámara Alta. Está ahí el de Luis Miguel Barbosa Huerta, como el primer poblano en ese cargo. La lista es histórica. Sólo políticos que han tenido ese privilegio y responsabilidad están ahí.
Los pasos del próximo gobernador de Puebla ya dejaron huella en la historia nacional. En los anales parlamentarios.
Y pensar que quienes hoy lo lambisconean fueron quienes lo dieron por muerto, políticamente, ese 31 de agosto de 2022.
Tontos, son. Les dicen más fuerte en las comunidades poblanas.