Efectivamente, las dos cámaras son la escuela máxima de la política nacional. Por ahí han desfilado alcaldes, gobernadores, presidentes de la república (antes de serlo) o sus principales asesores y consejeros, y es ahí el aula definitiva que los convierte en tribunos y estrategas indispensables en todos los partidos.
El debate entre los tres candidatos al gobierno del estado será también un encuentro entre tres personajes que tienen amplia experiencia legislativa y tablas suficientes en las tribunas parlamentarias local y federal.
El más pulido y, por mucho, el más afinado en la indispensable y nutritiva escuela parlamentaria es el candidato de la megacoalición Sigamos Haciendo Historia (Morena, PT, PVEM, Fuerza por México y Panal), Alejandro Armenta.
El morenista ha sido, en el área legislativa, diputado local, federal, senador (lo es ahora mismo con licencia), presidente de la Cámara Alta y viene muy ligerito, como dirían en términos boxísticos, pues recién el año pasado, en que encabezó la Mesa Directiva del Senado, debió conducir y enfrentar sesiones complicadas, ríspidas y de difícil resolución, que le demandaron aplicarse a fondo, en la experiencia como político y legislador.
Armenta trae un entrenamiento de primer nivel en la arena del debate; viene en muy buena forma -valga nuevamente la analogía pugilística- y sabe dar, recibir, pero, sobre todo, es un contrincante que se crece al castigo.
“Alejandro es Rocky Balboa”, escuché no hace mucho, en los pasillos del Hotel Camino Real, cuando el poblano ganó la interna de Morena para ser el hoy candidato a la gubernatura.
En tanto, Eduardo Rivera Pérez ha sido diputado local y diputado federal. Aunque en las dos ocasiones llegó por la vía plurinominal, sin haber pasado la ácida prueba de las urnas, tuvo buenos desempeños en el Palacio Legislativo de San Lázaro, en la Ciudad de México, y en el recinto del Centro Histórico de Puebla.
Destacó en la LVIII Legislatura del Congreso de la Unión, por ser un buen tribuno en el Grupo Parlamentario de Acción Nacional que, en esa época, entre los años 2000 y 2003, tuvo grandes exponentes del debate. Nomás, para considerar, estuvo el mismísimo Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, quien fue un pésimo Presidente de la República, pero un gran legislador.
Eduardo se forjó realmente como político en esa legislatura del Congreso de la Unión y luego regresó a Puebla, para arrancar una carrera sólida. El aprendizaje directo con los titulares de las Grandes Ligas del panismo, sin duda le dejó muchas enseñanzas.
Pero nada atrás se queda el abanderado del Movimiento Ciudadano (MC), Fernando Morales Martínez, quien ha sido diputado local, en dos ocasiones, y también federal.
El hijo del ex gobernador Melquiades, además, tiene de sí un sentido del humor ácido, que le ha funcionado muy bien como espada retórica para atravesar a los contrincantes, en los debates mediáticos.
Fernando, quien además ha venido realizando una campaña desenfadada, tiene -según ha dicho su equipo- preparadas sorpresas para soltar en el debate, en el que irá en un tono relajado, lo que le da la oportunidad de comenzar con una ventaja, al menos anímica, ante sus adversarios.
El 12 de mayo es la cita. La expectativa debe ser grande, por el nivel y la experiencia parlamentaria de los tres participantes.
Tienen la obligación de darnos el mejor debate de la historia, en cuanto la batalla por la gubernatura.