• 27 de Abril del 2024

Luisa María frente al Congreso de la Unión

Cuando fue nombrada titular de la Secretaría de Gobernación, el 19 de junio pasado, Luisa María Alcalde Luján fue cuestionada por su juventud, por ser mujer, por la supuesta inexperiencia e impreparación para ser formalmente la segunda en la jerarquía del Gobierno de México. Efectivamente, es una tremenda responsabilidad.

 

La política, que en la cepa lleva la izquierda, ha dejado callados y hasta sorprendidos a sus detractores, al menos aquellos que criticaron sus capacidades, con un discurso elocuente, con temple y energía, para la entrega del informe presidencial, frente a un Congreso de la Unión, cuyas aristas hostiles no alcanzaron a rasparla.

Luisa María ha venido desempeñando un encargo sobrio y ágil, con diálogo legislativo, con los gobernadores y gobernadoras y con la oposición, que deja constancia del acierto en la decisión que tomó el presidente Andrés Manuel López Obrador, al designarla en sustitución de su paisano tabasqueño Adán Augusto López Hernández.

Su juventud (recién el 24 de agosto cumplió 36 años) y su género, que fueron pretexto para la descalificación insustancial, están siendo dos de sus principales divisas.

El 1 de septiembre, en sesión de Congreso General, frente a los integrantes de la Cámara de Diputados y del Senado de la República, la titular de Gobernación defendió la Cuarta Transformación (4T) de López Obrador y tejió una alocución sólida.

(Se puede estar o no de acuerdo con la esencia de la administración, pero lo que este texto pondera es la forma en que la maestra en derecho por la Universidad de California, en Berkeley, se plantó ante el Congreso de la Unión).

“Hoy nos presentamos ante esta soberanía para dar cumplimiento al Artículo 69 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y entregar el informe y dar cuenta del Estado que guarda la administración pública en nuestro país.

“Este documento suma los anhelos, las acciones, los resultados, es el espíritu del humanismo mexicano, del proyecto de país que estamos impulsando para transformar, que ha logrado sacar de la pobreza a 5 millones de mexicanas y mexicanos”.

Su intervención la ofreció desde la Mesa Directiva en el Salón de Sesiones, flanqueada por las presidentas de la Cámara de Diputados, la priísta Marcela Guerra Castillo, y del Senado, la morenista Ana Lilia Rivera Rivera.

Por primera vez, y ese es un hecho también inédito, dos mujeres presiden las mesas directivas de las dos cámaras del Congreso.

La Cámara de Diputados, por cierto, tiene en su Mesa Directiva 10 mujeres como integrantes y solamente un hombre, que fue el lugar que designó el Partido del Trabajo (PT), al que le faltó estatura de miras, pues bien pudo postular como secretaria, sitio que le corresponde, a una diputada, para que sólo féminas integraran la actual conducción, lo que habría sentado un hito mundial para San Lázaro.

Con mucha fluidez, Luisa María recalcó el plan social de la llamada 4T, que, dijo, “ha permitido reducir la desigualdad en México, un proyecto que permite que los que menos tienen hoy tengan más ingresos, que hoy tengan bienestar, que permite que más de 30 millones de familias puedan obtener recursos a través de programas para el bienestar que hoy son derechos, derechos de adultos mayores, derechos de jóvenes, derechos de estudiantes, derechos de personas con discapacidad, derechos de trabajadores del campo”.

Agregó: “un proyecto que a pesar de la pandemia mantiene que México tenga hoy los máximos históricos de empleo formal; tenemos registrados en el IMSS, 22 millones de mexicanas y mexicanos; máximos históricos de salario promedio, llegando a casi 16 mil 300; máximos históricos de inversión pública en infraestructura, imaginen ustedes que, si en 2018 la inversión pública era de 500 mil millones de pesos, hoy en 2023 es de un billón de pesos, y máximo históricos también en inversión extranjera”.

Se puede estar de acuerdo o no con lo la esencia de lo que dijo, porque el debate es naturaleza del parlamento y vendrá con la Glosa del V Informe.

Pero la firmeza con que Luisa María puso los pies en San Lázaro, no puede pasar inadvertida.