La infidelidad partidista del campechano, al que apodan “Alito”, es de él, como principal beneficiario, pero también de su grupo y se replica en las dirigencias estatales del tricolor, pues dejaron a la senadora tlaxcalteca a la deriva, sin el menor respaldo que, se supone, como instituto político, por ideología y por decoro, tenían la obligación política y moral de darle los priístas.
"Es Alito", es la respuesta que encogiendo los hombros y alzando las cejas dicen los militantes históricos del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Efectivamente, al ex gobernador de Campeche es a quien menos le convenía que Beatriz Elena llegara a la candidatura o que diera una batalla tan efectiva, como para establecer condiciones dentro del Frente Amplio por México, que integran como un maridaje antinatural PRI, PAN y PRD.
Es muy probable que este miércoles, como ofreció en una adelantada y entreguista declaración que hizo en la sede nacional del tricolor, en el vetusto edificio de Insurgentes Norte, Rafael Alejandro termine por bajar a la senadora tlaxcalteca, sin pudor, sin recato y sin la elemental decencia política.
Aquí hay que apuntar que la dirigencia priista pretende claudicar antes siquiera de conocer las cifras finales de las encuestas y antes de ir a la comparecencia ante las urnas, que se supone se había planteado en las reglas y que se contaría 50 por cierto y 50 por ciento, en la decisión final.
La aclaración es más que pertinente, porque el PRI siempre tuvo posibilidades de ganar y más aún con Beatriz Elena.
Habrá también que ver qué dice ella, porque, aunque tienes estatura de mujer de Estado, tampoco es una suicida, ni se va a prestar a una aventura que la lleve al ridículo.
Con la declinación forzada de Beatriz, que busca “Alito”, el campechano y su grupo consiguen beneficios en líneas muy directas:
Satisfacen a la cúpula y a los poderes fácticos que están detrás de los verdaderos intereses del frente.
Atajan el crecimiento personal y coyuntural de Paredes Rangel, quien podría luego, con mucha autoridad moral, pedir las cabezas de la dirigencia actual, que otros grupos de poder interno no han podido defenestrar en muchos intentos.
Controlar completamente el Consejo Nacional del tricolor.
Y finalmente, Rafael Alejandro Moreno Cárdenas complace a los líderes del Partido Acción Nacional, quienes han venido respaldando la posibilidad de que él llegue a la presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, a partir del próximo 1 de septiembre, cuando empieza el Primer Periodo Ordinario de Sesiones del Tercer Año de la LXV Legislatura.
Dicho de paso, nadie antes con tanto desprestigio como el que acarrea “Alito” Moreno ha presidido San Lázaro.
A lo largo de la historia, se ha mantenido cierto pudor respecto de quién encabeza la Cámara de Diputados, que al fin de cuentas constitucionalmente está al frente del Congreso de La Unión.
Nunca nadie con una piel tan percudida, ni un contexto tan vil ha ocupado ese cargo.
Ahí está la jugada de tres bandas.
La conclusión de lo que siempre hizo el PRI en el Frente Amplio por México: simular.