En el terreno parlamentario, este órgano del Legislativo poblano deberá abordar con protagonismo, no uno personal como el que ha desplegado la diputada, sino institucional, las reformas a las leyes secundarias que completarán la Reforma Judicial que envió el gobernador Miguel Barbosa Huerta y que consiguió su aprobación por unanimidad, el pasado 6 de octubre.
La ausencia de Silva en la discusión en comisiones unidad, que no fue realmente una excusa formal para no participar en ese proceso que culminó con el aval de la reforma, pareciera ahora insuficiente. Algo así se ve insustancial, para la importancia de lo que sigue en la ruta del Congreso.
Las tareas legislativas, efectivamente, en el contexto de la división de poderes, no deben contaminarse.
Hay versiones muy sólidas de que la diputada local -ella misma lo ha presumido en conversaciones con sus colegas- operó varios asuntos y temas en el Poder Judicial, o al menos tuvo injerencia en decisiones vitales, por la influencia sobre Sánchez.
Y se trata de una autoridad natural, aquí nadie se espanta, pero que pudo haber contaminado el desarrollo del TSJ, que hoy preside la valiente Margarita Gayosso Ponce.
De resultar ciertas esas versiones, que de botepronto se han confirmado con la inclusión de personal al servicio de Mónica Silva en el área administrativa del Tribunal, se requerirá de rectificaciones institucionales inmediatas.
Apenas como un ejemplo está Rafael Pérez Xilotl, director administrativo en el TSJ, como “imposición” -sostienen al menos cuatro fuentes- que realizó la propia Silva, pues ha sido su incondicional.
Rafael ocupó exactamente esa posición en el Sistema Estatal DIF, en la época de José Antonio Gali Fayad, alias “El Tony”.
La relación laboral y de grupo se dio entre la hoy legisladora y el funcionario, en un principio, cuando coincidieron como compañeros en la Secretaría de Finanzas, antes de que hubiera sospechas de hoy.
De manera muy señalada, Pérez Xilotl deberá explicar, por ejemplo, la relación con factureras mencionadas con la llamada Operación Angelópolis, por más de 30 millones de pesos.
Es apenas un ejemplo.
En el terreno político, también la legisladora ha transgredido y se ha quejado de una fallidamente esperada relación de impunidad, que no ocurrió, ni ocurrirá, por gestos de cortesía que recibió.
El respeto no es una corbata de la carísima marca Pineda Covalin, ni un accesorio de moda, que pueda desecharse por la ira y la hiel.
El silencio y la prudencia son cualidades de oro, que tienen los inteligentes y los templados, y que no se compran en las tiendas exclusivas.
Mónica Silva Ruiz ha acusado al gobernador de “ingratitud”, por la Reforma Judicial, que terminó con la destitución de su esposo y que trae consigo varias investigaciones duras y difíciles. El tiempo aciago ni siquiera ha comenzado, en realidad, porque la ley no se puede negociar.
Los testigos de la liviandad de su despropósito son abundantes.
Se refiere, incluso, al escaso y cordial trato personal que de Miguel Barbosa recibió y del que hoy despotrica.
Qué equivocada está. No ayuda a su esposo.
Muchos han hecho la reflexión de que, desde la intromisión constante que tuvo en asuntos del TSJ, cuando Héctor fue presidente, contribuyó a sus descalabros, yerros, excesos y presuntas ilegalidades.
Olvida que Sánchez todavía no se sienta a explicar lo que tiene que aclarar, sobre los pendientes que dejó a su paso como titular del Poder Judicial. Esos olvidos suelen ser devastadores.
La persona del ChatBot, ése que pretendió utilizar la institución con su imagen, debiera reconocer la fuerza del silencio.
Y el inconmensurable valor de la templanza.