Mientras el todavía coordinador de los diputados federales del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) recibió un cáustico revés por su dicho -tan sobrado- de que ganaría su partido seis de seis gubernaturas en el pasado proceso electoral, su socio en el penal de Tepexi de Rodríguez, Arturo N., cumple 19 días desde su aprehensión por un proceso de extorsión y le fue ejecutada una nueva orden de aprehensión por el delito de operaciones con recursos de procedencia ilícita.
El panorama no es bueno para ninguno de los dos.
El caso que se desprende de la investigación de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), en el que se ha mencionado a Moisés por lavado de dinero y otros dos delitos federales, está lejos de enfriarse.
En Tepexi, de acuerdo con fuentes cercanas, Arturo N., ha recibido visitas de su madre, solamente. Va terciado.
Los abogados que asesoran sus casos le llevan cartas de sus amigos.
Porque aún tiene amigos en el periódico que todavía dirige, Diario Cambio, y aún no ocurre la desbandada del personal que algunos habían pronosticado.
Por ahora, solamente su mamá ha podido verlo -al menos así era hasta hace un par de días-, por las restricciones de que solamente los familiares directo pueden tener acceso.
La pareja del empresario de medios no puede estar en esa categoría, porque no alcanzaron a contraer nupcias.
El ahora procesado fue subido a una camioneta, tras la aprehensión por agentes ministeriales de la Fiscalía General del Estado (FGE), el sábado en el que había planeado su boda. Todo ocurrió, como es bien conocido, en la Ciudad de México.
A mil 118 kilómetros de distancia, en Durango, Moisés Ignacio ha dejado un recuerdo oscuro, negro y un pésimo sabor de boca.
Más allá de las anécdotas de que los militantes morenistas inconformes con su dirigencia hicieron piñatas -para acabarlas a palos- con la fotografía de los rostros del poblano y de su socio, Mario Martín Delgado Carrillo, presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), hay un verdadero malestar que crece el Durango el torno a la figura del diputado federal.
Este miércoles, la diputada local de Morena Marisol Carrillo Quiroga arremetió fuerte contra Mier y su grupo, su “pandilla”.
Aseguró que Mario Martín, Moisés Ignacio y algunos dirigentes locales de Durango se comportaron como un grupo que “se sentía el dueño del partido”. Soberbios, petulantes, mostrándose inalcanzables.
Además de que los escándalos de corrupción de la candidata y la cúpula de Morena ensució al lopezobradorismo duranguense.
Las derrotas en Durango del grupo de Mier, dijo Marisol Carrillo Quiroga, son ya un pan de cada día. Lleva tres al hilo.
“Está con muchos resbalones, con muchas caídas por parte de la candidata y, como digo, con respeto en cuestión de género. Entonces, terrible, terrible, en donde se destapa situaciones de corrupción, como 27 casas de la candidata, como situaciones millonarias del coordinador estatal en Durango, Miguel García Navarro, como un Nacho Mier, en donde ha tenido tres participaciones y en las tres hemos perdido…
“Morena no es, ahora sí, que una tienda”.
-¿Una franquicia?- fue la pregunta del reportero que transmitió la nota en Imagen Informativa, en el espacio de Pascal Beltrán del Río.
-Ajá aquí Morena no tiene un dueño y eso es lo que hicieron en el estado de Durango -respondió la legisladora local-, una franquicia. Se adueñaron completamente del partido… Aquí se traicionó, se dividió. Se instalaron en poderes y ambición política y personal.
Es el resumen que ofrece una sólida líder duranguense sobre la derrota por más de 15 puntos, que Moisés presumió ya estaba en la bolsa, desde casi dos semanas antes de la cita con las urnas.
No pintan bien las cosas para Moisés ni para sus aspiraciones que eran más ilusión de quienes lo apoyaban y que no alcanzaban a ver su estatura menor.
A mil 118.6 kilómetros, en Tepexi se buscan amparos. Hace calor, al igual que hasta aquel estado, al que se hacen unas 14 horas por tierra a buen paso, desde la Mixteca Poblana.
La primavera está ardiente y la semana apenas empezará el próximo lunes.