Algunas veces se trata de la única oportunidad. Otras veces, sencillamente, es la última oportunidad. Después, de ver en la televisión las noticias de los ánimos caldeados, Paula miró al marido tendido en el sillón, con su respetable barriga encima y pensó que debían utilizar los ahorros, para conocer París. Al final, promesa es deuda. Ellos se habían prometido caminar por las calles de París. La promesa hecha en los buenos tiempos, cuando aún eran jóvenes y flacos, debería ser cumplida. Como nunca es tarde, Paula le habló hasta que él dijo que sí, claro que sí. Inmediatamente, el hombre se transportó en pensamientos a la ciudad luz, se sintió feliz y dijo a Paula que sería su segunda luna de miel. A lo que ella contestó:
- Sí amor, será nuestra segunda luna de miel y de está vez, las niñas nos acompañaran.
Sonrisa deshecha, explicaciones, réplicas y tríplicas… Bueno, decidido que las niñas los acompañarían a “la Ville lumière”. Nada como volar en bando. El hombre suspiró y fue a sentarse frente al ordenador para buscar la mejor propuesta. Paula, acostumbrada a ser una madre abnegada, llamó a las dos niñas y les contó la novedad:
-Hijitas, viajaremos a París.
- ¡Que lindo! - Dijo la mayor.
Prontamente la más pequeña dijo:
- ¡Por fin! Realizaré mi sueño de ir a Disneylandia.
El padre, dejó su búsqueda y se dio la vuelta para explicarle que París es la ciudad del amor y de los poetas, pero, al ver una sonrisa permanente y firme en el rostro de su pequeña de ojos brillantes, sonrió y volvió a su búsqueda de un paquete familiar a París, con euro Disney incluido, para disfrutar de su segunda luna de miel.
Pronto llegó el final del verano y ellos volaron al norte, con sus gabardinas puestas, para asistir a la llegada de la primavera a las orillas del río Sena. ¡Todo un espectáculo! Paula subió fotos en sus redes sociales para que todos los conocidos, parientes, amigos y envidiosos, puedan celebrar la alegría de posar a unas cuadras de la torre Eiffel para tenerla en el recuadro de la foto. Un bello espectáculo, el de visitar lugares icónicos.
Vi las fotos y recordé que tengo algunos destinos pendientes. También pensé en los pecados que aún no gasté… Y prontamente dije a mi marido, creo que es hora de ir a París. Él me miró fijamente y dijo:
- Alistaremos maletas ya no más, antes que caiga la bomba.