Márcia Batista Ramos
“Soy un guardador de rebaños.
El rebaño es mis pensamientos
y todos mis pensamientos son sensaciones.
Pienso con los ojos y con los oídos
y con las manos y los pies
y con la nariz y la boca.
Pensar una flor es verla y olerla
y comerse una fruta es conocer su sentido.”
Fernando Pessoa
Hermosas, por cierto, esas fotografías que guardamos en la memoria de los días soleados cuando vivíamos planificando el mañana que nunca llegó. La vida tiene una parte muy importante, etérea, hecha de sueños. A veces, esta parte etérea de la vida, también está poblada por hadas, duendes, un oso de peluche, el cíclope predilecto, goblins, elfos, trolls u otros trasgos.
Los cielos se dislocan en las tardes frías, se hacen pesados y recuerdan que estamos obligados a vivir en un mundo capitalizado, donde el dinero es la madrepadre de todo cuanto existe y que estamos inducidos a tener cosas para creer que somos felices. ¡Ah! El oso de peluche también se compra y no es etéreo, por un lapsus es que se sumó a la lista del párrafo anterior.
A propósito, es necesario entender que los osos de peluche representan la ternura en nuestro imaginario capaz de hacer que la fiera se transforme en la representación del amor, además de crear un espacio de seguridad en nuestra mente. Hace mucho que no duermo con mi oso de peluche, pero por algo que desconozco, mi oso de peluche permanece sentado en mi velador. Tal vez, sea porque aún tengo algún afecto hacia él. También existe la posibilidad de que en mi subconsciente este inscrito que el oso de peluche me protege. Hay que escudriñar otros parajes para comprender lo qué pasa conmigo y con mi oso de peluche. En algún lugar leí algo así como que, hoy en día es imposible imaginar un mundo sin osos de peluche… Quizás, tenga mucha razón quien escribió esto. Porque la relación con el oso de peluche puede ser materia de un tratado.
Mientras que las Hadas, son protectoras de la naturaleza y se las puede contactar desarrollando la visión etérea según las leyendas. Algunas de ellas tienen alas. Son conocedoras del poder y de las virtudes de las palabras, las leyendas y las hierbas, que les permiten mantenerse jóvenes y bellas, y acumular grandes riquezas.
Es curioso que en Galicia se llaman sacias, en Cataluña además de fada (igual que en portugués, mi idioma materno), se las llaman goljas y en Baleares Damas de aiguo. Shakespeare las describió como diminutas y etéreas criaturas.
En la mitología griega, a las hadas de las fuentes se les llama: Ninfas. Empero, una ninfa también podía ser cualquier uno de los espíritus femeninos de la naturaleza, a veces unidos a un lugar u orografía particular.
Las ninfas son las personificaciones de las actividades creativas y alentadoras de la naturaleza. Mientras que las: Dríades son Hadas de los bosques en la mitología griega y del hinduismo, que viven en las cercanías de bosques y árboles, o en los propios árboles y gozan de una vida sobrenaturalmente larga, pero si su árbol muere, ellas correrán la misma suerte. Por esta razón las dríades y los dioses castigan a los mortales que dañan a los árboles sin ofrecer antes un tributo a las ninfas.
Los Duendes, goblins, elfos, trolls u otros trasgos merecen ser descritos al detalle, por eso, los dejaré para otra ocasión, ya que, en esta ocasión, quiero contar un poco sobre mi Cíclope predilecto. Un ser excepcional capaz de dejar a cualquiera, que le conociera, impresionado por su carácter amable y perspicaz. Amaba el té y la lectura porque le complacían el espíritu. Sonreía siempre tranquilo y me decía que persiga mis sueños, que nunca los deje detrás de mí. Por lo mucho que le conocí puedo afirmar, parafraseando a Fernando Pessoa, que mi Cíclope predilecto ha pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito. Poco a poco la vida se fue disolviendo como azúcar o sal en agua y en un movimiento de rotación, mientras la Tierra giraba sobre su eje de oeste a este, mi Cíclope predilecto decidió morir.