Armenta en su discurso lo ha dejado muy claro: el gobierno que viene necesita menos “gente importante” y más servidores públicos verdaderos, esos que estén listos para ensuciarse las manos en el trabajo y no en el presupuesto.
Esto, mis amigos, no es lugar para el que busca el aplauso fácil, el galardón, la estatuilla o la selfie en la inauguración.
Armenta no es un personaje de última hora ni un héroe improvisado. No. Este hombre criado en Acatzingo, desde los 21 años ya sabía lo que era el servicio público.
Mientras otros estaban pensando en cómo conseguir más medallas para el currículum, él ya tenía claro que esto era un compromiso con el pueblo, no una vitrina para la foto.
Y aquí es donde se desmoronan los que han aprendido el “discurso cuatroteista” de memoria, como si fuera una lección para el examen de admisión.
Sabemos que hay varios de estos “expertos” en transformación, esos que saben repetir el “honestidad y justicia” como mantra, pero que por dentro llegan con hambre… pero no de cambio, sino de poder.
¡Ah! Si creían que nadie se daba cuenta, qué equivocados están. Como dice el dicho: “El amor y el dinero no se pueden disimular”, y esos dientes afilados se notan a kilómetros.
Les aviso de una vez, compañeros, que este gobierno que encabeza Claudia Sheinbaum viene con lupa en mano y con la promesa de que, ahora sí, los trapos sucios se van a ventilar a la luz del día.
Así que, si alguno pensaba que era cuestión de colarse a la primera fila y hacer lo de siempre, vayan preparando la salida.
Aquí ya no hay cabida para la vieja política, para el negocito en adquisiciones o para el “Tío, te encargo a tu sobrina”.
¿Creen que es chiste? Pues no. Este cambio viene en serio.
La rendición de cuentas ya no es un lema bonito, es una realidad. Y cuando empiecen a salir las observaciones en las cuentas públicas, a ver quién se queda y quién prefiere la puerta, o la cárcel.
Para los que tengan ideas de grandeza y manos largas, les recomiendo un espejo.
La Cuarta Transformación les exige a ustedes también transformarse, porque aquí, como dicen, “¡el que no sirve, estorba!”
Y como dijo Martin Luther King — ya que andamos hablando de líderes de verdad —: necesitamos a gente que ame la justicia más que al dinero, que ame a la humanidad más que a la publicidad.
Sigan sin creerlo.
Alguna vez le escuché decir: No habrá sorpresas, solo sorprendidos.
El ajedrecista conoce cada casilla del tablero, porque alguna vez ya estuvo ahí.