Ricardo Martínez Martínez
@ricardommz07
Según la mitología griega, Damocles fue un cortesano al que se le concedió por un día ser rey y gozar de todos los privilegios inherentes al cargo. Cuenta la historia, que Damocles ocupó su trono y disfrutó de un banquete con todo tipo de lujos. Al finalizar el día, se dio cuenta, sin embargo, que sobre su cabeza pendía una espada atada al techo solo por un hilo fino. Entonces fue cabalmente consciente de que todo privilegio conllevaba también sus responsabilidades y peligros, y que todo trono tiene también, en cierta manera su cruz.
Todo gobernante popularmente electo en consecuencia, goza del poder y la libertad de ejercer dicho poder, pero también, de la responsabilidad que implica el ejercicio de gobierno.
Y es que, después de la algarabía y embriaguez que ha traído para los vencedores sus triunfos en Chiapas, Guanajuato, Jalisco; Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz; Yucatán y la Ciudad de México, donde se eligieron gobernadores, además de Congresos Locales, Ayuntamientos, Juntas Municipales y Alcaldías, para dar un total de 19 mil cargos; hay una especie de tiempo liminal o interregno, entre los que aún detentan el poder y los que están ya por entrar, pero que aún no ejercen plenamente su cargo de representación.
Es por eso, que, quizás, en el mar desafíos que enfrenta nuestra democracia, no está de más hacer una apelación a la responsabilidad de los gobernantes para salvaguardar y procurar la cabal salud de nuestra democracia, apostando por una especie de agenda mínima para evaluar el ambiente democrático en el que se desempeñará su ejercicio de gobierno, y las medidas necesarias para su fortalecimiento a través de las instituciones.
Se atribuye a Jurgen Habermas la propuesta de un grupo de normas ideales por medio de las cuales se pueden identificar y evaluar a las democracias. Ideales en el sentido que planteaba Sartre, cuando escribió sobre seguir las estrellas: “nunca las alcanzaremos. Pero igual que los marinos en alta mar, trazaremos nuestro camino siguiéndolas”.
A saber, y de acuerdo a los criterios planteados por Habermas, estas normas que nos permiten evaluar a nuestras democracias son el grado de intensidad en que exista:
- • Inclusividad
- • Agendas abiertas de temas a discusión
- • Deliberación racional altruista y
- • Una orientación al bien público.
Estos criterios podrían ayudarnos a evaluar y juzgar el carácter democrático (o no) de los sistemas y prácticas que se llevan a cabo en México.
En México, la inclusividad es esencial para asegurar que todos los sectores de la población tengan una participación equitativa en el proceso político. Es crucial garantizar que tanto las minorías como los grupos marginalizados no solo estén representados, sino que también tengan un papel activo en la formación de políticas. Aquí nos podemos preguntar: ¿Qué medidas se han implementado para asegurar una participación plena de todos los grupos en la vida política? ¿Existen políticas efectivas para combatir cualquier forma de discriminación en la participación política?
Las agendas abiertas, que permiten la discusión de cualquier tema de interés público, son vitales para un diálogo democrático fructífero. En México, es fundamental que temas delicados como la corrupción, la violencia del narcotráfico y los derechos humanos se discutan abiertamente para encontrar soluciones inclusivas y efectivas. Los tomadores de decisiones bien podrían preguntarse ¿Se permite realmente una discusión libre de todos los temas críticos para la sociedad? ¿Hay mecanismos para proteger a quienes abordan y evidencian temas sensibles de posibles represalias?
La deliberación racional altruista implica que los debates en la esfera pública deben estar guiados por la lógica y el interés por el bienestar colectivo, más allá de intereses personales o de grupos. Esto es un antídoto contra la polarización y el partidismo extremo, y es crucial en México para asegurar políticas públicas más equitativas y justas. Aquí las preguntas para el gobernante serían ¿Los debates en México se fundamentan en evidencias y análisis objetivos? ¿Cómo se verifica y se mantiene la transparencia de la información que alimenta el debate público?
Finalmente, la orientación hacia el bien público exige que las decisiones gubernamentales busquen el mejoramiento del bienestar general. Es necesario evaluar continuamente las políticas para asegurarse de que beneficien a la mayoría y no solo a las élites. Esto requiere preguntarse: ¿Cómo se evalúan las políticas para ver su impacto en diferentes segmentos de la población? ¿Existen procesos para ajustar políticas que favorecen desproporcionadamente a pequeños grupos en el poder?
Reconozcámoslo, se habla mucho de libertad y de derechos, pero muy poco de deberes y responsabilidades. Cuando tanto uno como otro son necesarios.
Diversos pensadores lo han manifestado. Recuerdo por ejemplo a Boaventura de Sousa quien lo expresa en su propuesta por una Nueva Declaración Cosmopolita de los derechos y deberes humanos. Por otra vía, lo refiere Víctor Frankl cuando menciona lo siguiente:
“La libertad es una parte de la historia y la mitad de la verdad. La libertad es la cara negativa de cualquier fenómeno humano, cuya cara positiva es la responsabilidad. De hecho, la libertad corre peligro de degenerar en mera arbitrariedad, salvo si se ejerce en términos de responsabilidad. Por eso yo aconsejo que la estatua de la Libertad en la costa este de los Estados Unidos se complemente con la estatua de la Responsabilidad en la costa oeste”.
Responsabilidad e Instituciones fuertes, sin personalismos, son más necesarios, hoy que nunca. Nuestros gobernantes ¿Estarán a la altura?