• 21 de Noviembre del 2024
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Negadores de la cruz y de la fe

 

 

Alberto Ibarrola Oyón

La Iglesia católica se ve afectada y perjudicada por una herejía muy común en las iglesias, también de Navarra. El papa Francisco y la Jerarquía eclesial la han denunciado reiteradamente, pero parece que no hay manera de erradicarla.

Sujetos muy adinerados y con aparente prestigio profesional, que se sientan en los primeros bancos de las iglesias, deciden quién puede o no puede asistir a la Eucaristía, en contra del criterio de las directrices que provienen del Vaticano y de los obispos, utilizando el término “vaticanista” de forma despectiva y arrojándolo contra el propio sacerdote que celebra el acto religioso de que se trate.

Son personas que niegan la fe de los otros feligreses, que sacan a la luz el pasado de los demás, juzgándoles indignos en muchos casos de entrar en los templos. Solamente valoran el estatus profesional y afirman rotundamente que la prosperidad material es el signo inequívoco del amor de Dios a sus hijos.

Niegan que la Cruz sea el camino para alcanzar el Cielo y presumen de no haber sufrido nunca ninguna injusticia, de gozar de plena salud y se jactan de haber conseguido una gran riqueza material gracias a su rectitud profesional, algo que se puede poner en duda en muchos casos.

Tildan al papa Francisco de hereje y niegan que el Arzobispo tenga la razón en cuestiones relevantes del quehacer eclesiástico de la comunidad. Incurren en el pecado de la soberbia manifiestamente y discuten con el propio sacerdote cuando les recrimina su actitud prepotente. Interrumpen las celebraciones eucarísticas para pedir el voto para su partido, conversan sobre política durante los actos religiosos y muestran una desagradable frustración por no haber alcanzado el poder político.

Acuden a la iglesia buscando que su partido gane las próximas elecciones y condenan que se elijan otras opciones políticas. Serían favorables a que ocurriese una nueva guerra civil en España, donde pudiesen tener la oportunidad de eliminar físicamente al adversario político.

Cuando les manifiestas opiniones moderadas, como por ejemplo una opción por una gran coalición entre el centro izquierda y el centro derecha, se muestran airados, nos acusan de tibieza y niegan el derecho de asistir a misa a quien piensa de este modo.

Algunos estamos hartos ya de que se haga política en las iglesias porque acudimos exclusivamente a rendir culto a Dios, a afirmar la divinidad de Jesucristo y a cumplir el Tercer Mandamiento del Decálogo: Santificarás las fiestas.

No tenemos por qué escuchar opiniones heréticas, expresadas como si encerrasen mayor sabiduría, como por ejemplo que los médicos que practican abortos están más justificados que los obreros cristianos, porque su prosperidad demuestra el amor de Dios hacia ellos, en demérito del pobre, del obrero, del enfermo, del injustamente tratado, aunque este tuviese mayor fe en Jesucristo, Nuestro Señor. ¡Ya está bien!

Somos conscientes, no obstante, de que con esa actitud gamberra y desvergonzada solamente buscan denostar y desprestigiar al papa Francisco; sabemos que ellos son conscientes de su herética forma de pensar, pero que están buscando forzar una salida onerosa del papado de Francisco. No lo van a conseguir.

Somos una amplia mayoría los cristianos que creemos en la democracia, en valores de respeto y de consideración hacia el que piensa diferente. Somos muchos más los que queremos una Iglesia abierta a todos los creyentes y que busque propagar la fe y no limitar el acceso al culto divino a una secta de hombres poderosos.

Somos muchos más los que creemos, tal y como nos dijo Jesucristo, que será el pobre Lázaro quien se salve, y no el ricachón que estaba todo el día banqueteando.