Luis Martín Quiñones
Mi papá tuvo mucho de poeta, de músico e intentó ser profeta. Escribió muchas canciones, arreglos para orquesta, para la banda militar del Estado Mayor. Fue un gran ejecutante de las maderas que cantan. Y su canción Marimba Mambo le ha dado la vuelta entre los marimberos.
¿Y por qué escribo esto? Quizás en otro momento hablaré de su encomiable obra musical y poética. Pero hoy es Año Nuevo. Por allá de los años 70 's del siglo pasado mi padre escribió una canción que sonaba a profecía: El año dos mil. Aunque nosotros la conocíamos como “Ahí viene el año dos mil”. Sonaba lejos, pero creíamos que sus profecías se cumplirían. Según el profeta cuenta que para el año dos mil/ nuestro mundo se revienta/ y que no vamos a vivir. Así arrancaba la canción a ritmo de 6/8, o sea, cumbia.
¿Quién no esperó ansiosamente el 31 de diciembre de 1999? No sabíamos lo que nos deparaba el mundo. Hicimos las promesas de siempre, que casi nunca se cumplen, también como siempre. Ya mi padre había muerto hacía muchos años y la familia recordaba aquella canción que era como una tragicomedia musical: presagiaba cosas terribles pero te invitaba a bailar. El mundo es un polvorín/ por las discordias humanas/ y nos vamos a destruir/ entre naciones hermanas. Sin embargo su profecía tenía mucho de cierto.
Ahora en este 2023, como todos los años, hacemos recuento de daños, pérdidas, promesas incumplidas y juramos enderezar el sendero de nuestros destinos. Y también somos testigos de las guerras sin sentido (¿acaso las guerras tienen una razón?). Rusia sigue bombardeando Ucrania; Israel asesina desde civiles hasta soldados propios y ajenos que levantan la bandera blanca; Nicaragua le quita la nacionalidad a escritores y poetas por el simple hecho de pensar distinto. Mi padre tenía razón.
Si los sabios son tas buenos/ pues que detengan el tiempo/ y así sí nos salvaremos/ del cataclismo tremendo. Ni los sabios ni estadistas lo resuelven, ni tampoco nosotros hacemos nada por resolverlos, es el drama de la existencia humana. Se invierten millones de dólares en armamento y relativamente muy poco en reducir el hambre y la pobreza. Aun con nuestras mejores esperanzas, los bombardeos hoy 31 de diciembre seguirán cayendo en Kiev y Palestina.
Ya no nos calienta el sol/ por el smog tan intenso/ si es cierta la predicción/ nuestro final será horrendo. El final de la canción era apocalíptico. Hoy lo es. Hoy 31 de diciembre del 2023: ¿qué esperamos?
El estribillo sin embargo era alegre y bullanguero, el mensaje era claro: dejar pasar el año viejo, intentar olvidar las penas; también hacer promesas; pero sobre todo, había que bailarlo:
ahí viene el año dos mil/ démosle la bienvenida/ ya viene el año dos mil y el mundo gira que gira/ el mundo es un carnaval/ y la vida es pura vida.
Ahí viene el 2024, démosle la bienvenida. Feliz Año Nuevo.