• 28 de Marzo del 2024
TGP

La rodilla de Aquiles

La salud suele ser un estado de dudoso equilibrio de nuestro cuerpo. La balanza se puede inclinar en el momento menos oportuno que conduce a lo inevitable: la enfermedad. En ocasiones nos hace recordar que tenemos tiroides, páncreas, glándulas suprarrenales, o que la rodilla puede ser, en realidad, nuestro talón de Aquiles.

 

Hace 25 días, un fuerte dolor me recordó que la rodilla es una bisagra indispensable para nuestro cuerpo, también que es susceptible al paso del reloj y que se desgasta hasta la inevitable pérdida de la función. Y lo que parecía una simple molestia terminó en consulta con el diagnóstico implacable del ortopedista: “es el menisco, quizás haya que operar”.

Ese “quizás” se escuchó en mi mente como que la cirugía era inevitable. Más adelante la probabilidad se hizo certeza y la certeza, destino.

Filolectes debe ser rescatado de la isla de Lemnos. Padece de una herida que lo ha aislado aún más del mundo. Pero su rescate vale la pena: su arco es la herramienta indispensable para vencer a Troya. Y debe ser convencido por Neoptólemo y Ulises. Se aferra, sin embargo, a su herida que le da sentido a su aislamiento del mundo. Y dice con orgullo que lo único que necesita es su caverna y su fuego, menos la curación de la herida.

Como buen héroe, Filolectes, padece del hybris, esa desmesura tan humana que nos hace tan tercos y orgullosos, hasta que el deus ex machina nos salva de los terribles designios.

A diferencia de Filolectes me falta el arco intercambiable que me saque del aislamiento de mi andar y dolor de rodilla. Tampoco hay héroe ni batallas que ameriten mi rescate. Por el contrario, el dolor ha ido en aumento porque había otro padecimiento oculto: la ruptura del ligamento cruzado anterior. De repente la ilusión de la salud se termina con un estruendo entre los huesos.

Pero también la ilusión es como una luz tan intensa que ciega nuestro razonamiento. Creer en que el seguro médico hará todo por uno, que alrededor de nuestro pequeño mundo giran las estrellas, es una entelequia. Los días pasan y mi rodilla sigue andando por crujientes mañanas, tardes dolorosas y noches de cansancio.

Fernando Savater en su ensayo sobre el Filoctetes de Sófocles hace una reflexión sobre el padecimiento del héroe griego: “Una herida miserable de ese tipo cierra muchas puertas, pero abre otras secretas y atroces: las puertas de la condición humana. También nos expresa con certeza que las heridas, lesiones o desavenencias en la vida, son “un mal encuentro con alguna de esas realidades íntimas y hostiles que bastan para derribarnos, en suma: una miseria”. La incapacidad física, el agotamiento, y la soledad son esa condición humana de caminos resbaladizos.

Los días pasan y el dolor aumenta; el parte médico delibera mientras la rodilla cruje y en las noches doblar de la pierna interrumpe el sueño. Entre tanto acudo a la cotidianidad con sus paisajes, intersticios y susurros, una monotonía que me acompaña los dolores de un andar, que en su confusión, acomoda al cuerpo en forzadas posturas compensatorias.

Filolectes es engañado para ir a Troya. Descubre el complot y no quiere dejar Lemnos. Llega Hércules, lo convence y le ofrece la gloria: tu arco vencerá a los troyanos. Y promete, además, la llegada de Esculapio quien curará su herida.

Aún confió en los designios de los dioses, en el rescate que de improviso llega, aunque tarde llegue. Tal vez consiga un arco y flecha, gane una batalla, y por qué no, Esculapio repare mi rodilla, ese talón de Aquiles que desconocía.