• 03 de Diciembre del 2024
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China, la amenaza al mundo libre

 

 

Aldo Fulcanelli

Dueña de una cultura ancestral, China, es ahora la segunda nación más poblada del planeta después de la India. También, se trata de la nación más prospera por su PIB nominal, poseedora de un crecimiento económico que alcanza una tasa anual de hasta el 12%.

Sin embargo, las características del modelo económico y político que aplica, son duramente criticadas por analistas e incluso, organismos defensores de los Derechos Humanos.  El supra-Estado chino, es un conglomerado económico, político y militar; que despierta serias dudas por sus medidas totalitarias de control masivo.

Dilemas del gigante asiático

Las discusiones sobre China continúan generando controversia, sobre todo cuando se habla de esa nación como un ejemplo de progreso, un progreso que pareciera no ir de la mano con el respeto a las libertades. Digamos que el concepto de las libertades o en su caso, los derechos civiles de nuestra América Latina, e incluso Europa, no encaja, se disuelve a la hora de establecer un diálogo acerca del gigante asiático. La retórica sobre la emancipación de las clases oprimidas, tan en boga para los nacionalismos revolucionarios que luego devinieron en gobiernos establecidos, en el caso de AL, fuertemente influida por las luchas independentistas y claramente, por la Revolución Francesa; topa con pared cuando en el imaginario, aparece el dragón chino de ojos desorbitados.

Y es que, a la distancia, podemos observar que China ya poco tiene que ver con el idealismo heredado por el sempiterno líder moral Mao Tse Tung. Su realidad económica y social, no es plenamente asimilada por el resto del mundo, que observa con mirada torva, la tremenda expansión de aquel país, su liderazgo no deja lugar a dudas.

Capitalismo de Estado

Ante la pregunta, de ¿Cuál es el modelo económico de China? Las tribulaciones inician. Por un lado, los especialistas dirán que es un modelo mixto, y en cuanto a su régimen de gobierno, los ultraderechistas por su parte, lo seguirán utilizando en sus interminables diatribas, afirmando que se trata de una peste comunista. Los turistas continuarán maravillándose con la riqueza natural, económica y cultural; de un país que demostrado las ventajas y contradicciones de aprender a ser “si mismo”, sin temer a las doctrinas aislacionistas tan en boga.

Los observadores más perseverantes de aquella nación portentosa, se darán cuenta luego de un profundo análisis, que China lleva años aplicando su propia concepción del “socialismo”. Gobernada por el Partido Comunista, China, ha adecuado los tesis marxistas a la nueva realidad del siglo XXI, y en la doctrina, sus lideres políticos encabezados por el presidente Xi Jinping, quien ha gobernado ese país durante diez años, hablan de la defensa del progreso y la grandeza de su pueblo.

Pero en la práctica, China ejerce una clase de Capitalismo de Estado, esto significa el privilegio de las fuerzas ocultas -o no tanto- del mercado, bajo la férrea tutela del régimen. Tenemos entonces, un gobierno que en la doctrina se autonombra socialista, pero en el ejercicio cotidiano utiliza un envolvente pragmatismo que tiene por objetivo producir, vender, ganar y expandirse a costa de lo que sea. China es un hibrido tan potente e ingenioso como el COVID, y que hoy busca esparcir sus tentáculos tecnológicos a la velocidad del tik tok, o Motorola, ambos emblemas de la modernidad.

El socialismo “estilo chino”, ha incluido en su agenda de prioridades el desarrollo nuclear, la tecnología, el control de la natalidad y el espionaje de Estado.

El capitalismo es rojo

Pero el desarrollo de ese modelo que pareciera una hidra que no se detiene, bien podría ser el sueño de cualquier doctrinario del Totalitarismo. Si se trata de producir en el menor tiempo posible, haciendo de la sociedad una masa uniforme sin derecho a opinar, sin derecho a oponerse, vigilada a extremos de película, con planes de expansión dignos de la más oscura fabula distópica; ahí está China para demostrarlo.

En el año del 2014, Jenny Chan, Mark Selden y Pun Ngai, desnudaron la verdad sobre los métodos de producción en China, en el libro titulado “Morir por un iPhone”. En dicha publicación, los autores refirieron la cruda historia de los jóvenes obreros de Foxconn, un emporio fabricante de artículos para Apple. Sorprendente conocer las condiciones infrahumanas en que laboran esos jóvenes, varios de ellos migrantes sin derechos laborales, sometidos a exigencias espantosas, como el hecho de trabajar por 12 horas continuas.

Los métodos inhumanos de la empresa, desencadenaron una ola de intentos de suicidio de los obreros, sin menoscabo del interés de la comunidad internacional, por conocer lo que realmente ocultaba el régimen chino.

La necesidad de entregar los productos en tiempo récord, origina que muchas empresas chinas, y no solo esa, recurran a la explotación de los trabajadores, que, además, son vigilados por modernos capataces que buscan mantener en alto los estándares. No está demás decir que la publicación del libro, generó reacciones airadas por parte del gigante asiático.

Sin derechos humanos

Durante el año del 2006, los investigadores David Matas y David Kilgour, publicaron un estremecedor informe acerca de las violaciones a los Derechos Humanos en China. El esclarecedor documento, reveló la utilización de prisioneros del régimen chino, en una bien orquestada operación de sustracción de órganos; algo que heló la piel de propios y extraños. El Informe Matas-Kilgour, dio a conocer que tan solo del 2000 al 2005, se efectuaron 41.500 trasplantes de órganos que tenían las siguientes características comunes: las victimas era practicantes de la doctrina “Falun Gong”-considerados enemigos del régimen desde 1999-, también, figuran los miembros de minorías raciales como los uigures, tibetanos; etc.

El autor Ethan Gutmann fue todavía más lejos, al afirmar en su libro “El matadero” (2014), que entre el 2000 y el 2008, 65,000 personas fueron víctimas de la sustracción de órganos en China.

Con esas cifras de miedo, para nada resulta extraño que a menudo se asocie a China con la falta de libertades, la proliferación de campamentos de trabajo forzado, así como la persecución de los opositores políticos. Lo anterior, sin menoscabo de la aplicación (tendenciosa) de la pena de muerte, y un control de la natalidad que ya soñaría Robert Malthus (teórico del control poblacional).

Un mundo nos vigila

Aparte de ser una potencia militar, y nuclear, China ha aumentado la inversión en el terreno de la videovigilancia. La organización internacional “Human Rights Watch”, ha alzado la voz para denunciar la represión en China, algo que el régimen ejecuta a través de la recolección de huellas dactilares de los ciudadanos y hasta muestras de ADN; incorporados a una base de datos sin precedentes en el mundo. Se estima que en la nación asiática, existen más de 500 millones de cámaras, lo que convierte a China en la potencia más vigilada del planeta; y que hace de su gobierno un Sistema Totalitario, un virus geopolítico que peligrosamente se expande a la velocidad de la luz.

El gobierno chino ha justificado la recolección de los datos biométricos de los ciudadanos, argumentando la entrada en vigor de ambiciosos proyectos que buscarían predecir los delitos, a través del análisis de los rasgos faciales, algo que pareciera arrancado de alguna siniestra novela futurista.

Lo cierto es que, un día sí, otro también, el gobierno de China utiliza la información sensible para mantener a raya a sus opositores políticos, sin que cesen las violaciones a los Derechos Humanos de las minorías; como antes se dijo.

Una expansión sin límites

No es falso afirmar que China es una auténtica amenaza global. Ha demostrado la capacidad de un crecimiento económico en tiempo récord, a costa del dolor de miles de personas, lo cual es una tentación para cualquier otro Sistema Totalitario del mundo; que se atreva a replicar ese mismo modelo perverso.

Aumentar la productividad sin atender los derechos laborales, vigilar en extremo a los ciudadanos, recolectar datos de manera forzada, extraer órganos a través de procedimientos aterradores; es la síntesis de una maldad que no reconoce fronteras.

Como el plus ultra de la nación opresora que es, China, continuará buscando convertir al resto del mundo en una gigantesca franquicia ocupada por cobayos humanos; una granja roja, roja como la tinta sangre de las víctimas de ese contemporáneo gólem.