• 21 de Noviembre del 2024
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Javier Milei o el triunfo de la furia

 

 

Aldo Fulcanelli

La reciente victoria electoral del ultraderechista Javier Milei, en la Argentina, ha desatado una muy controversial ola de reacciones en América Latina.

Pese a todo, tras la confirmación de su triunfo, las felicitaciones no se hicieron esperar, incluso de los actores políticos con los que el propio Milei tomó distancia; como el Papa Francisco, o el Gobierno de China. Durante su campaña, Milei se colgó de mensajes cargados de rabia, con furiosas acometidas contra el “Comunismo”, llamando a los partidarios de la Izquierda; “zurdos de mierda”.

Sus apariciones mediáticas, no podrían ser menos provocadoras. Se le ha visto convivir en foros televisivos alternando frente a comediantes, e incluso, cantando algún éxito del mismísimo cantautor argentino Leonardo Favio. Pero el análisis de la personalidad de Javier Milei, va más allá del espectro político, y sería motivo de agudas reflexiones de los estudiosos de la psicología.

Dueño de un carácter arbitrario, un día aparece en televisión hablando de su perro, otro, del tiempo que puede permanecer “sin eyacular“ (son sus palabras), otro más, lanzando mensajes cargados de misoginia. Sin embargo, esa misma actitud que rebasa los linderos de la provocación, ha sido el sustento que le otorgó el triunfo.

Podría decir sin temor a equivocarme, que parte del triunfo de Javier Milei, se debe al fracaso del gobierno de Alberto Fernández. Este último, intentó una especie de Centro-Izquierda fallida e insolvente, que aunado a las imprecisas medidas económicas que adoptó, ocasionaron la victoria de Milei; un disruptivo hooligan, capaz de sacar de quicio al más paciente de los monjes tibetanos.

La estrategia de Milei no debe causar sorpresa, es producto de la caducidad ética y moral de nuestro tiempo. Pero incluso, esa vena reactiva, ha sido reiteradamente explotada por otros lideres políticos-guardando la debida proporción-, de manera cíclica.

Como ejemplo, podríamos citar el arribo de Adolf Hitler al poder. Este último, era un furibundo provocador, amante de una línea discursiva proclive al odio y la venganza. Hitler, llamó a sus opositores “hienas” al servicio de oscuros intereses, “enemigos de la forma de vida alemana”. Aunque las doctrinas nazis fueron cuidadosamente elaboradas, y son identificables dentro de un determinado contexto histórico, muy distinto a las ocurrencias “kukuklanescas” de Milei; las semejanzas entre uno y otro personaje; no son pocas.

Al igual que Milei, también Hitler utilizó al Comunismo como el blanco favorito de sus misiles ideológicos. El líder alemán, llegó al extremo de encomendar a su ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, una agresiva campaña donde se representaba a los judíos como seres deformes, promotores de intereses siniestros.

También Milei, arriba al poder en un país vilipendiado por las erróneas políticas económicas. Al igual que el caudillo del nazismo, ha prometido devolver la grandeza a una nación angustiada, que paralizada por el pánico; le ha otorgado plenos poderes.

Uno y otro personaje, aparecen luego de circunstancias caóticas, su mensaje permea y se eleva entre los estertores de un pueblo presa del miedo al futuro, que ha ratificado su adicción por el fanatismo de tipo hincha, de venas saltadas, cara roja y mirada inyectada por el odio; que hoy tiene a su mejor representante en la persona de Javier Milei.

Pero más allá de la personalidad contradictoria y rabiosa de Milei, ya en el análisis político, no debemos olvidar que existen extremas de izquierda y de derecha, una representada por un seudo-izquierdismo progre e insolvente; aderezado por las tendencias proclives al aborto, la promoción de las drogas licitas, o el desatino que implica la ideología de género. La otra, la extrema Derecha de Milei, es igual de peligrosa, busca reivindicar el statu quo que hiede a formol, se trata de un conservadurismo extrapolado, acorde a una nación como la Argentina, incapaz de resolver su presente mirando a la historia con suficiencia autocritica.

Una y otra extrema, reparten descalificaciones, derruyen lo que tocan, se ubican fuera del cuadrante del diálogo que exige la política como una ciencia humana, útil para el encuentro de los diferentes. Pero ambas extremas viven una de la otra, se comparten el poder ante los convidados de piedra que son los ciudadanos.

Más allá de este análisis, queridos tres lectores, hay que decir que conoceremos más de Javier Milei, a partir de su estilo de gobernar a la Argentina. Para lograr sus metas u objetivos, Milei tendrá que negociar con sus opositores, los mismos que hoy mantienen la mayoría en el Senado, por ejemplo. El despertar a la realidad para el controversial político argentino, se parecería en todo caso, al día siguiente de una aparatosa borrachera.

En el mundo real, y no en la providencial fantochería que indudablemente lo llevó al triunfo, Javier Milei, tendrá que tomar acuerdos, moderar sus posturas de influencer ultra. Las posiciones del político sudamericano, hierven en toxicidad, se ha rodeado de negacionistas de la dictadura, sin olvidar que históricamente, Argentina ha sido un país que juzgó ejemplarmente a sus jerarcas militares, sentando un precedente único en toda América Latina.

Negar los crímenes de Videla, por ejemplo, reivindicarlo, es un actitud a todas luces siniestra. Pero estos, son excesos que, si caben en un país como la Argentina, arropada por el culto a Evita (elevada hasta la santidad), la fiebre por el Boca, y los respectivos tamborazos futboleros. Más temprano que tarde, el próximo huésped de la Casa Rosada, podría toparse con el síndrome de Donald Trump, alguien que, al arribar al gobierno, se dio cuenta de que no era lo mismo encender antorchas desde el bravo Sur; que gobernar a la nación más poderosa del orbe.

Entre el sabor del asado, los vinos y los ecos de los tangos de Gardel, Milei podría convertirse en el próximo Flautista de Hamelin. Un populista de Derecha, que ha de tocar las sugestivas notas que podrían conducir a la Argentina; hacia un brutal regresionismo.