• 29 de Marzo del 2024
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El castigo de Casiopea

Perseo y Andrómeda. Mitología Griega. / Experiencias con Arte

Andrómeda Solís obtuvo su nombre en una borrachera memorable. Mientras Adela terminaba de parir en la clínica, a Rogelio, el futuro padre, se lo habían tenido que llevar a camachito para evitar que armara la de Dios guarde la hora.

 

Se había puesto de lo más impertinente y en su angustia de primerizo le dio por alegar que su mujer llevaba ya seis horas encerrada y no salían a darle razón. Exigía noticias a médicos, trabajadoras sociales y camilleros que, ajenos a su congoja, cruzaban por el largo pasillo oloroso a desinfectante de pino y benzal. Nadie se apiadó de él. Los otros pacientes apenas le miraban de reojo sin atreverse a alzar la voz por miedo a ser evacuados. Y para colmo, su suegra tampoco le hacía caso. Habiendo dado a luz a ocho criaturas, la señora podía asegurar que el martirio de Adela apenas daba comienzo.

El suegro atinó a localizar al compadre Barrientos, quien calculando que no tendría ni fuerza ni maña suficientes llamó por teléfono a unos cuates del segundo turno para que fueran a hacerle el paro. Era domingo y la tarde convidaba al recogimiento, pero los de su gremio consideraban la amistad muy por encima de cualquier oblación, así que en menos de lo que expira una ronda, acudieron al angustioso llamado del caído en desgracia dispuestos a entrarle a todo. Dos de ellos alzaron a Rogelio por las covachas y entre improperios y patines lo arrastraron hasta “El castigo de Casiopea”, un ladies bar ubicado a espaldas del nosocomio, donde se dedicaron a pedir las otras frente a unas fichas de dominó en lo que se pasaban por el tercer cuadrante el advenimiento del primogénito.

El mentado establecimiento era poco más que un cuartucho en penumbra con una barra iluminada por focos navideños y un baño unisex, sin embargo, de su gloria y notoriedad se tenía registro allende las fronteras. Los legendarios murales, que semestre a semestre eran retocados por alumnos de la Facultad de Artes de la Benemérita, habían aparecido en portada y páginas centrales de “La guía del buen conocedor”, publicación especializada en turismo de altura. Y es que, a cambio de apagar su sed por cuenta de la casa, un grupillo de condiscípulos se daba a la tarea de decorar la cantina con espeluznantes escenas mitológicas, cuyos elementos centrales adquirían realce a través de la graduación de tonos lumínicos empleados en la técnica del claroscuro.

La historia completa de los pecados de vanidad cometidos por la frívola Casiopea, así como la sanción impuesta por el dios de los mares y agitador de la tierra, se hallaban finamente plasmados en carboncillo sobre las paredes blanqueadas con cal. Aquella tarde, Rogelio y sus compinches supieron por voz del cantinero y guía del afamado lugar, que la señora esposa del rey de Etiopía se ufanaba de ser aún más bella que las inigualables Nereidas. Semejante afrenta hizo montar en cólera a don Poseidón y de inmediato les envió a Ceto, una horrible bestia marina, con la encomienda de hacer destrozos en todo el reino. No hay borracho que coma lumbre ─continuó el que dispensaba las copas─, así que ni tardo ni perezoso, el rey Cefeo, cónyuge de la vanidosa mujer, salió en friega a consultar al Oráculo de Amón para ver de qué iba la cosa.

El vaticinio sugería que entregaran en sacrificio a la hija de ambos, sin temerla ni deberla, pues era la única forma de resarcir el ultraje de repercusiones apoteósicas. De este modo, siguiendo el hilo del devastador relato, muy cerca del baño se encontraba la bella Andrómeda ─también en blanco y negro─ encadenada a cuatro grilletes en un colosal acantilado. Tenía la túnica empapada y el rostro bañado en unos lagrimones de órdago por lo impedida que se hallaba para la ecuanimidad. Sus padres habían tenido que entregarla al monstruo en aras de calmar la furia de Poseidón, que era un dios vengativo y ojeis de los que ya no hay. La visión era de un realismo aterrador, mucho más porque la muchachita parecía muy joven e inocente, y aunque algunas adaptaciones de la historia aseguraban que se le inmovilizó encuerada para mayor ignominia, la versión del manto ensopado le daba un aire de cachondería a la narración ─apuntó el cantinero.

Hasta el reino de Etiopía habían llegado los rumores de que un tal Perseo le acababa de dar matarili a la invencible Medusa, como bien podía atisbarse en una esquinita detrás de la barra. El joven héroe se había hecho con su cabeza mortífera, colmada de serpientes cuyos ojos dejaban convertido en estatua al más fajado, y como era muy suertudo, las Hespérides, unas ninfas bien golosas, se habían enamorado al verlo en acción. Nomás por guapo le regalaron unas sandalias con alitas que le permitieron sobrevolar la zona donde tenían a Andrómeda en calidad de ofrenda. En cuanto la vio, tan sufriente y con la túnica toda untada al cuerpo, cayó rendido de amor y comenzó a calcular sus posibilidades. Cefeo sería muy rey de los etíopes, pero era un desgraciado misógino y muy bien pudo negociar con él mano y resto de su hija a cambio de liberarla sin que el reino sufriera estragos.

En este punto, Rogelio llevaba ya tres rondas de Bacacho, lo que no le impidió concebir una profunda pena por la suerte de tan virginal y hermosa doncella. Clavado en las curvas de Andrómeda, como si de pronto se recordara en una vida anterior, se sintió transportado a la trágica escena. De algún modo que no supo expresar con palabras los pasajes se le figuraron un escenario de lo más cotidiano. Tal vez en alguna de sus vidas anteriores hubiera sido el mismo Perseo, por qué no. El cantinero agregó que la intención del monstruo marino no era devorar a la chica de inmediato, sino llevársela a las profundidades del océano como esclava para, más tarde, cuando se hartara de ella, pedir que se la cocinaran en sopa de mariscos.

Ya Tiziano y Rubens habían plasmado la crueldad del asalto y, a todas luces, el buen Perseo la tenía muy complicada. Después de visitar a las Greas, unas ñoras que nacieron ancianas y compartían un solo ojo y un único diente entre ellas, el muchacho todavía tuvo que resolver un intrincado acertijo y sortear otros pavorosos peligros. Con los nervios de punta, Rogelio recorrió todas las paredes queriéndose adelantar al desenlace. Se sentía más turbado por el destino de Andrómeda que por los sufrimientos de Adela en el trabajo de parto, pero el cantinero parecía solazarse en el prolongado suspenso. Cerca de la salida se encontraba la representación del grandilocuente final. Perseo hacía gala de destreza desembolsando la cabeza de Medusa frente a Ceto, ya convertido en monumento, para una vez que desencadenaran y vistieran a Andrómeda con ropas secas, partir en bola al banquete nupcial.

Muy bien podría pensarse que en adelante todos fueron felices y comieron perdices, pero todavía se les apareció un tal Fineo a la hora de partir el pastel de bodas. El cuate era el prometido oficial de Andrómeda y, apelando al honor de los antiguos, llegó con intenciones de hacerla de jamón. Esto último ya no aparecía en los murales, aunque el cantinero se echó el epílogo de su ronco pecho nomás para ostentarse de conocedor. La historia emocionó tanto a Rogelio que en la séptima ronda se puso de pie y se atrevió a hacer un pacto de honor con sus camaradas y los allí presentes. Si el hijo que le iba a nacer era mujercita, se llamaría Andrómeda en honor a la valiente muchacha que arriesgó la vida para salvar la de su propia madre. Y Andrómeda Solís le pusieron de nombre.

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Twitter: @mldeles

 

De la Autora

He colaborado en el periódico Intolerancia con la columna "A cientos de kilómetros" y en la revista digital Insumisas con el Blog "Cómo te explico". Mis cuentos han sido publicados en las revistas Letras Raras, Almiar, Más Sana y Punto en Línea de la UNAM y antologados en “Basta 100 mujeres contra Violencia de género”, de la UAM Xochimilco y en “Mujeres al borde de un ataque de tinta”, de Duermevela, casa de alteración de hábitos.

He sido finalista del certamen nacional “Acapulco en su Tinta 2013”, ganadora del segundo lugar en el concurso “Mujeres en vida 2014” de la FFyL de la BUAP, obtuve mención narrativa en el “Certamen de Poesía y Narrativa de la Sociedad Argentina de Escritores”, con sede en Zárate, Argentina y ganadora del primer lugar en el “Concurso de Crónica Al Cielo por Asalto 2017” de Fá Editorial.

He participado en los talleres de novela, cuento y creación literaria de la SOGEM y de la Escuela de Escritores del IMACP y en los talleres de apreciación literaria del CCU de la BUAP.