• 21 de Noviembre del 2024
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Ella y Él

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Nos merecemos. Todo lo demás es mera circunstancia.

 

Un lunes de quinta lo vio por primera vez. Le apretaban los zapatos, debía dos litros de leche en la tienda de la esquina y no ajustaba para acabar la quincena, pero ahí estaba Él, todo guapote y bienoliente, haciéndole sospechar la existencia de algo llamado buena suerte. Ella celebraba estreno, un empleo nuevecito en mitad del otoño más húmedo en el norte del Ecuador. Se había tirado el café caliente sobre la falda y perdido el último camión vacío del Ruta, qué más podía suceder.

Había coincidido con decenas de hombres más apuestos, aunque de lejos, porque todo apunta a que Ella no era el tipo de mujer que podía atraer sus intereses. No sabía entonces que éste, en particular, era de la clase que más valía dejar pasar de largo. Visto de frente: muy buena estatura, manos grandes y sonrisa cínica. Visto de espaldas: un excelente trasero con un aviso en letra Arial de 28 puntos que a la letra decía: “No voy a quererte y, lo que es mejor, no va a importarme que me quieras”.

Con estos antecedentes, Ella: lindos ojos, buenas piernas, alma enorme, se dejó acosar consciente de que para afanes como aquellos se requerían ineludiblemente dos. Él: brazos enérgicos, torso de armario, corazón de condominio, tuvo la decencia de no hablarle de amor por no dejar palabras que sobreentender, pero la llamaba a todas horas y se le aparecía en los lugares más incómodos y oscuros para toquetearla con urgencia. Ella quiso creerle casi todo. Después le pidió muy poco y más tarde acabó conformándose con menos.

Ella no recuerda si fue un martes o un miércoles cuando se encontraron por fin a solas y descubrió que, lo más malo de todo, era que Él era en verdad muy bueno. Que besaba despacito, pero con cadencia, y que su cuerpo se veía mucho mejor sin trapos bajo la luz indirecta de una lámpara bien mustia. Él allí se dejaba querer, como seguramente hacía con todas, porque su corazón era del tamaño de una ciudad sobrepoblada con un dispensador de fichas para tomar turnos en la salchichonería.

A Él lo deseaban todas: la recepcionista morena de cara preciosa, la vecina rubia de ojos translúcidos, la novia oficial ─de todas, la más terca─ y hasta la jefa de contabilidad, quien solía fingir desmayos cuando se topaban en el archivo muerto. Suspiraban por Él las de facturación y las empacadoras, las analistas, las becarias y el chico de la correspondencia que no había cumplido los veinte aún. Ante tal demanda, Ella miraba hacia otro lado y ponía muy buena cara para no hacer el caldo gordo, Él nunca le había ofrecido la tan sobrevaluada exclusividad.

Ella se enamoró un jueves entre las seis y las nueve de una tarde muy húmeda. Tenían la ropa desparramada en el suelo y varias copas encima, pero no intentó articular palabra por no desperdiciar la tarde. “Pídeme que me detenga, que esto no está bien”, cantó Carreira de lo más oportuno, mientras Ella jugaba al mudo y se escondía bajo las sábanas calientitas. Sordo de pasión como otras veces, Él contribuyó ignorante a esos sueños locos y siguió agarrándola a los besos para aprovechar la lluvia que mojaba más por dentro.

Brazos enérgicos y Buenas piernas siguieron encontrándose con regularidad y esmero más allá de un tiempo necesariamente responsable. Semanas iban, inviernos venían y el paisaje no sobrepasaba sus cuatro paredes de siempre. Ella continuó enamorándose de a poco, porque en el fondo estaba hecha al mal acontecer de las pasiones y, Él, aunque nunca la quiso como Ella quería, acostumbrándose a esos encontronazos libres de angustia que lo ponían tan de buen humor.

Ella lo dejó un viernes de quincena. Tenía ya una cuenta gorda en el banco y había llenado el clóset con varios pares de zapatos del mismo color. No debía en la tienda de la esquina, manejaba un auto de la empresa y evitaba los productos de origen lácteo. Algunas partes de su cuerpo se rehusaban a seguirla, pero igual se alejó caminando con paso lento hasta llegar lo más lejos que pudo. Él, en cambio, se lamentó por la pérdida lo que dura un güisqui en las rocas y luego se fue a jugar un partido de tenis.

Ella volvió con Él el lunes siguiente.

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Twitter: @mldeles

 

De la Autora

He colaborado en el periódico Intolerancia con la columna "A cientos de kilómetros" y en la revista digital Insumisas con el Blog "Cómo te explico". Mis cuentos han sido publicados en las revistas Letras Raras, Almiar, Más Sana y Punto en Línea de la UNAM y antologados en “Basta 100 mujeres contra Violencia de género”, de la UAM Xochimilco y en “Mujeres al borde de un ataque de tinta”, de Duermevela, casa de alteración de hábitos.

He sido finalista del certamen nacional “Acapulco en su Tinta 2013”, ganadora del segundo lugar en el concurso “Mujeres en vida 2014” de la FFyL de la BUAP, obtuve mención narrativa en el “Certamen de Poesía y Narrativa de la Sociedad Argentina de Escritores”, con sede en Zárate, Argentina y ganadora del primer lugar en el “Concurso de Crónica Al Cielo por Asalto 2017” de Fá Editorial.

He participado en los talleres de novela, cuento y creación literaria de la SOGEM y de la Escuela de Escritores del IMACP y en los talleres de apreciación literaria del CCU de la BUAP.