─¡Nenaaaaaaaaaaa!
─Ya estoy despierta. Me estoy metiendo a bañar, amor.
─Espérame tantito, nomás quiero que veas si con este vestido estoy bien para ir al antro el sábado en la noche, porque, ¿sabes qué, Nena? Se me ocurrió que…
─No te escucho. Deja que salga y hablamos.
Abrió la llave de la regadera y se metió a medio desvestir. El agua tibia empapó el pantalón de la pijama y se le pegó a los muslos. Se lo sacó de prisa para aventarlo a una esquina con los pies y comenzó a enjabonarse. Era el primer día de sus vacaciones de verano. Cinco años viviendo en casa de Amalia, acoplándose con serenidad a sus obsesiones que eran muchas y a veces devastadoras. Desde afuera, muy cerca de la puerta, seguían llegándole los gritos de su amada.
─Es que, Nena, si por algo llueve no voy a tener qué taparme, porque, ¿te acuerdas de la chalinita negra que me regaló mi cuñada en mi cumpleaños? Se la presté a mi hermana y le hablé la semana pasada para que me la devolviera, pero…
Cuando se conocieron, la Nena era despreocupada. Corría por ahí sin horarios, convencida de que la prisa era el mejor instrumento para llegar tarde a cualquier lugar. Compraba lo que le apetecía. Se toleraba un antojo y alguna hora de descanso entre semana, porque su entusiasmo era espontáneo como todo en su pequeña persona, sin importar que para Amalia las cosas tuvieran un orden y un porqué.
─…entonces me dijo que tenía que llevar a los niños a clase de natación y que si la quería, que yo pasara a recogerla. Y mira, Nena, yo digo que eso no se hace. Yo siempre…
La noche anterior habían seleccionado la ropa para el viaje. La Nena puso en el sillón un par de pantalones cortos, tres camisetas y un bikini. Amalia extendió sobre el tocador y el resto de los muebles veinte o treinta mudas procedentes de su guardarropa de verano y las presentó frente al espejo una a una, acompañándolas con explicaciones: “Esta blusa me la voy a poner el primer día que bajemos a la playa, yo creo que como a las ocho de la mañana estaría bien, porque está delgadita… y este short para cuando estemos acá, bien rico, tomando unos drinks en la terraza. Y luego, como a las tres, que ya nos dé hambre…” Antes de irse a dormir habían llenado tres maletas para un viaje de cinco días, y en cualquiera de ellas era imposible localizar alguna prenda de la Nena.
El tiempo les alcanzó para hacer el amor aquella última noche. Amalia quería dejar la casa impregnada de buena vibra para que a su regreso la sintieran nuevamente como un hogar. Esos eran los únicos momentos en que la Nena recordaba las miles de razones por las que amaba a esa mujer controladora. Sus besos le impedían hablar. Mientras se amaban solo había sábanas revueltas y gemidos. Amalia llamándola por su nombre verdadero, lamiéndole las orejas y rasguñándole la espalda sin más agenda que el movimiento siguiente.
─Nena, ¿estás bien? ¿Por qué lavaste el pantalón? No me digas que estás enferma.
─Estoy bien amor. Me visto y nos vamos.
─Entonces, ¿qué hago con el vestido? ¿Me lo llevo? Puedo abrir rápido la maleta y en un huequito cabe.
─¿No llevas ya suficiente ropa?
─¡Ay Nena! Pero, es que yo había pensado… porque, acuérdate del año pasado que…
─Llévatelo.
─No, es que si te vas a enojar mejor lo dejo.
─No, en serio, llévatelo amor.
Recién habían pisado Acapulco cuando Amalia le pidió ir de compras para surtir la despensa. No tenían derecho ni a una pausa pequeña por no correr el riesgo de alterar el pulcro horario. Se dirigieron al supermercado ya con Amalia indispuesta por la hipertensión y la Nena sugirió a ir directo a la farmacia, pero su amada no se sintió capaz de perder el control ni por un minuto. Respiró profundo. Sus manos dirigían el carrito repleto de los artículos que iba a resultar difícil consumir durante su corta estancia, y después de pagar la cuenta accedió a checarse la presión. Sudaba copiosamente cuando el manómetro marcó ciento noventa.
─Nena, ni te preocupes, ya estoy bien. ¿Ves? Ya vámonos a guardar las cosas, no se vayan a echar a perder.
─Espérate. Siquiera siéntate un rato en lo que te hace efecto la medicina.
─¿Cómo crees? Para un taxi. Ahorita llegando me tomo un whisky y ya verás que me compongo. Ni que fuera la primera vez que me pasa, acuérdate en la fiesta de año nuevo cuando…
─Voy a buscar un taxi.
El resto de las vacaciones transcurrió en medio de un desfile de ropa salido de las maletas de Amalia, quien de tanto en tanto giraba instrucciones que la Nena obedeció sin chistar. Había que asolearse, nadar, beber, bailar, hacer el amor y volver a asolearse. Comer en los malos los lugares de siempre, que a Amalia seguían trayéndole recuerdos imborrables, y recorrer los sitios de interés turístico conocidos hasta la saciedad. Cada año, desde que se conocieron, asistían al mismo lugar durante la misma época.
─Nena, ¿cómo ves? Estas han sido las mejores vacaciones de todas ¿no?
─Ajá.
─¿No estás contenta, Nena? Dime, ¿qué quieres hacer? Porque, yo había pensado… Es decir, todo esto lo planeé para que estuvieras relajada, acá, ya sabes, ¿no?
─Todo está perfecto, no te preocupes.
─Pero, si quieres, mañana nos levantamos tarde como a las nueve y luego…
─Estoy contenta, de veras amor.
Para el cuarto día, la Nena estaba exhausta. Con el viaje le apostaba a descansar de su agitada existencia, pero se le habían oscurecido las ojeras y tenía los pies hinchados de tanto sol. No había conseguido deshacerse de la resaca, pues nunca había parado de beber, y tampoco sentía la euforia que supuestamente proporciona el alcohol. Ya no consentía más besos ni escenas en el sofá. Las piernas y las manos dejaron de responderle. Sólo deseaba poder tirarse en una hamaca a mirar con los ojos cerrados sin escuchar la voz melosa de Amalia. Dormir un poco y hacer nada, aunque para ello tuviera que entrar en coma.
─Nena ¿quieres ir a La Roca hoy en la noche? Así puedo usar el vestido que te dije, porque es el único que no me he puesto y yo digo que el escote está padrísimo, ¿no?
─¿No podemos quedarnos a ver la tele?
─¿La tele, Nena? Pero, eso lo podemos hacer en la casa todo el tiempo que quieras. Ya va a empezar la nueva temporada de L Word y, ¿sabes qué? Va a pasar ya noche cuando llegues del trabajo y a lo mejor…
─Vamos a La Roca. Ahorita me baño.
El regreso fue muy placentero. Amalia se había quedado dormida durante el vuelo y la Nena pudo disfrutar del silencio. Bajo la camiseta sentía la piel arder al contacto con el aire acondicionado, pero alcanzó a soñar que el próximo lunes volvía al trabajo. Al encierro pacífico de las cuatro paredes que le brindaban una paz arrolladora. Como cada año ansiaba regresar a la rutina, al mudo estrés de las pólizas que diariamente pasaban por sus manos y a la voz pausada, casi imperceptible, de su jefe.
─Nena, ¿estás despierta? ¿Disfrutaste tus vacaciones? Porque, estaba pensando que si quieres el año que entra podemos… ¿Nena? ¿Estás dormida?
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Twitter: @mldeles
De la Autora
He colaborado en el periódico Intolerancia con la columna "A cientos de kilómetros" y en la revista digital Insumisas con el Blog "Cómo te explico". Mis cuentos han sido publicados en las revistas Letras Raras, Almiar, Más Sana y Punto en Línea de la UNAM y antologados en “Basta 100 mujeres contra Violencia de género”, de la UAM Xochimilco y en “Mujeres al borde de un ataque de tinta”, de Duermevela, casa de alteración de hábitos.
He sido finalista del certamen nacional “Acapulco en su Tinta 2013”, ganadora del segundo lugar en el concurso “Mujeres en vida 2014” de la FFyL de la BUAP, obtuve mención narrativa en el “Certamen de Poesía y Narrativa de la Sociedad Argentina de Escritores”, con sede en Zárate, Argentina y ganadora del primer lugar en el “Concurso de Crónica Al Cielo por Asalto 2017” de Fá Editorial.
He participado en los talleres de novela, cuento y creación literaria de la SOGEM y de la Escuela de Escritores del IMACP y en los talleres de apreciación literaria del CCU de la BUAP.