• 21 de Noviembre del 2024
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Los previsores

Twinero

Cuando empezó la pandemia les quedaban por liquidar ciento veinte mensualidades de la hipoteca. La suya es una cómoda casita con techo de dos aguas, enormes claraboyas al frente y cocina integral con piso de anaranjados mosaicos. Luego de doce años de afortunado noviazgo, habían reunido para el enganche sus aguinaldos de un sexenio y vaciado la cuenta bancaria común.

 

      Zeus de la Torre se ganaba la vida como encargado de nóminas en una fábrica de pastas para sopa con muy buena aceptación nacional, sobre todo la de letras, que como todo el mundo sabe, es la favorita de chicos y grandes. Corría dos veces por semana para mantenerse en forma, jugaba al dominó los jueves por la noche con los cuates de la prepa y le iba al América con todo el corazón, pero en todo lo demás era de fiar. La Chapis, su dulce y complaciente esposa, era la peinadora estrella en Blonde, una exclusiva estética frecuentada por las comentaristas de la televisora local. Practicaba zumba los miércoles y sábados, leía las contraportadas de los Best Sellers de moda y era aficionada al canal de Investigation Discovery, pero en todo lo demás era más o menos normal.

      La suya era una pareja bien avenida, a decir de familiares y amigos, y conformaban un binomio muy previsor en lo relativo a la seguridad de su perfecto entorno. Planeaban los gastos con minucia, se tomaban las inversiones muy en serio y de común acuerdo habían decidido no reproducirse porque la vida les gustaba repartida entre dos. En cuanto volvieron de su luna de miel encargaron al herrero de la colonia reforzar las puertas y ventanas con un enrejado de barrocas florituras. Su siguiente paso fue elevar la barda enana del patio trasero y circundarla con pedazos de cristal, electrificar el contorno de la azotea y contratar los servicios de seguridad electrónica y monitoreo de ADT. No es que fueran miedosos, pero a medida que acumulaban recibos pagados crecía su apego al inmueble. Y es que cada mes se consideraban siete mil pesos más dueños de la casa.

      Antes de cumplir el segundo año de casados habían comprado la garantía extendida para toda la línea blanca e incursionado en el campo de los seguros de protección patrimonial, lo que no solo fue divertido sino en extremo tranquilizador, pues la casita quedó protegida contra incendio, terremoto, inundación y tsunami sin importar que estuviera ubicada en Puebla. Si alguna pareja dormía con tranquilidad, esa era la de los De la Torre. El gasto, que ellos llamaban inversión, aun no superaba 40 por ciento de sus ingresos. Habían postergado ese viaje a Disneylandia que tanto deseaban desde niños, la cena en el restaurante japonés del centro comercial, la inscripción al gimnasio 24/7 que todas las noches veían al volver a casa, y la compra de esa atractiva pantalla inteligente anunciada en el folleto del autoservicio. Ya habría tiempo para disfrutar todo eso más adelante.

      Cuando a inicios de abril cerraron la estética debido al confinamiento, la Chapis se lamentó por no haber adquirido el seguro de desempleo que le ofrecía el cajero automático cada vez que hacía un retiro, pero aún tuvieron tiempo para correr a comprar el de Zeus al doble de precio. Automáticamente los gastos superaron 60 por ciento de sus ingresos, de modo que eliminaron la pizza de los viernes y las cervezas de los sábados, redujeron el consumo de carne a tres veces por semana y evitaron los cereales y las alitas congeladas; todo antes que perder el sistema de televisión por cable, pues la Chapis gastaba sus horas sumergida en los atroces crímenes de Investigation Discovery. Así lo descubrió Zeus el día que lo enviaron a hacer el home office por protocolo sanitario en la fábrica y se aficionó a trabajar frente al televisor con un ojo al gato y otro al garabato.

      Viendo lo visto, consideraron muy prudente hacerse con un servicio de emergencias médicas con el prestador del servicio telefónico. Tenían derecho a solicitar dos ambulancias por año y seis consultas vía Zoom, beneficios inestimables dadas las circunstancias. Entonces las cuentas dejaron de salir. Si la vida en el encierro transcurría entre la sala de televisión y la cocina, muy bien podían vender la sala o el comedor -sugirió la Chapis antes de meterse a buscar comprador en Mercado Libre-. Ese dinero les daría aire suficiente para salvar los tres o cuatro meses que el gobierno proclamaba necesarios para domar la pandemia, pero juntos decidieron que era mejor invertirlo en un seguro de gastos médicos de la Línea Azul Premier, por si sucumbían al contagio.

      Para octubre habían subastado las bocinas Bose y dado de baja Spotify, vendido el centro de lavado y rematado el coche, de cualquier forma, ni podían invitar amigos, ni tenían necesidad de vestirse, ni debían salir a la calle. Mientras más tranquilos podían dormir, más grande y profunda era su compenetración como pareja. Tal vez lo único que podría haberlos hecho más felices era aquel seguro de retiro que le ofrecieron a Zeus en su cuenta de correo electrónico. ¿Era muy necesario conservar el refrigerador y los anillos de boda? ¿la colección de Comics que Zeus atesoraba desde la infancia? Nada valía más que su seguridad, ni siquiera el tema de la nutrición. Habían descubierto que la carne de soya era barata y rendidora, que la fruta contenía demasiada azúcar y que los lácteos no eran necesarios a partir de cierta edad. Con la falta de ejercicio, una dieta estricta podría venirles muy bien.

      Y así llegó el día en que, por primera vez en su previsora vida, los De la Torre pudieron sacarle jugo a sus inversiones. En diciembre se ocupó la primera ambulancia y el famoso seguro de gastos médicos, aunque para pagar el deducible e ingresar a la Chapis tuvieran que vender el resto de los muebles y de la línea blanca, desconectar el servicio de alarma y cancelar el seguro patrimonial. Zeus pasó la Navidad en compañía de Investigation Discovery y recibió el año nuevo en un pabellón Covid. Sus acreedores esperan que ya muy pronto les den el alta.

 

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Twitter: @mldeles

 

De la Autora

He colaborado en el periódico Intolerancia con la columna "A cientos de kilómetros" y en la revista digital Insumisas con el Blog "Cómo te explico". Mis cuentos han sido publicados en las revistas Letras Raras, Almiar, Más Sana y Punto en Línea de la UNAM y antologados en “Basta 100 mujeres contra Violencia de género”, de la UAM Xochimilco y en “Mujeres al borde de un ataque de tinta”, de Duermevela, casa de alteración de hábitos.

He sido finalista del certamen nacional “Acapulco en su Tinta 2013”, ganadora del segundo lugar en el concurso “Mujeres en vida 2014” de la FFyL de la BUAP, obtuve mención narrativa en el “Certamen de Poesía y Narrativa de la Sociedad Argentina de Escritores”, con sede en Zárate, Argentina y ganadora del primer lugar en el “Concurso de Crónica Al Cielo por Asalto 2017” de Fá Editorial.

He participado en los talleres de novela, cuento y creación literaria de la SOGEM y de la Escuela de Escritores del IMACP y en los talleres de apreciación literaria del CCU de la BUAP.