“Aquí empieza la patria”, es su lema. Decenas de transnacionales tienen sus fábricas allá porque la mano de obra es barata y la frontera está a dos pasos. El puerto de San Ysidro, por ejemplo, es el cruce fronterizo más transitado del mundo y, antes de la pandemia, 300 mil pelados iban y venían de lunes a viernes durante noche y día. Tijuana comparte con San Diego la Costa Dorada, un corredor turístico de 24 kilómetros de longitud, que está para chuparse los dedos. A los mexicanos nos gusta cruzar al chopin; a los gringos les encanta fincar en Rosarito sus mansiones de ensueño para el retiro. Allá filmaron el Titanic, allá nació el rock mexicano y allá vive mi tía María Luisa. Y aunque hay más testigos que católicos, también es la capital de la cerveza artesanal.
Los que viven en Tijuana rara vez son de allá. Llegan de todas partes, porque la esquina de Latinoamérica tiene un no sé qué, que se les mete por los poros como les pasó a mis tíos, y luego se quedan para siempre.
Allá se inventaron la comida BajaMed y en La Querencia, el chef Guerrero pesca y caza para darte de comer maridando con los vinos del Valle de Guadalupe y los aceites producidos en los olivares de la región. Tienen además, para beneplácito de los turistas, el Centro Cultural Tijuana, el Puerto Nuevo, el Hipódromo Caliente, la Calle Sexta, el Trompo, el hotel Pueblo Amigo, donde los botones van armados para cuidarte mejor, y el Hong Kong, el teibol más citado por los escritores mexicanos de menos de 45 años.
En territorio tijuano se fabrican millones y millones de productos para exportar a los Yunaites, a Europa, África y Asia en las narices de los narcos. Ya está regionalizados, pero hubo un tiempo en que la plaza se la peleaban los Arellano, los de Sinaloa, los de Juárez y los del Golfo. En la vida real era peor que en “Traffic”. Y es que aprendieron rápido. Del mismo modo en que el PRI hizo alianza con el Verde, y el PAN con el PRD y el PT, cuando no existía Morena; los de Tijuana hicieron federación con los del Golfo, y los de Juárez con los de Sinaloa. Cuando vienes de San Ysidro a la frontera, ya sea para entrar por el centro o por la garita de Otay, en la última salida te encuentras un letrero grandote que puede rezar cualquiera de estas advertencias: “Guns are illegal in Mexico”, “Illegal to carry firearms/ammunition into Mexico”, “Penalty-Prison, by Mexican law”. De risa. En Tijuana hay más armas que cajeros automáticos, y todas sirven.
Allá tenía un distribuidor bilingüe, Juan. Un día lo levantaron en una camioneta gris sin placas y se lo llevaron con los ojos vendados y los diez dedos de las manos. Luego se los empezaron a cortar para mandar de recuerdito a los familiares mientras pedían la tarifa oficial, que es de dos dígitos y con seis ceros. Y el problema es que cuando llegas a retirar al banco te preguntan muy serios los gringos: ¿para qué quieres tanto efectivo? Y, qué les dices… Ah, míster, es que tengo que pagar un rescate porque a mi broder lo tienen en un sótano aquí cercas. Cada semana un dedo, hasta que se juntó el varo. A Juan no lo volvimos a ver. Lo soltaron, sí, pero igual desapareció del mapa. Para hacer negocios en Tijuana, es mejor sentarte en el T-Deli de San Diego, o ya con más suerte, en el Truluck's, que es un lugar donde hay mesas con manteles y se come requetebién.
Si andas por Tijuana y quieres ir al otro lado, pide un taxi en el hotel y que te lleve a las trocas, un colectivo que te deja en la garita para cruzar a pie. Ahí haces la línea, donde invariablemente el agente en turno te pregunta: ¿qué trais?, mientras te pasa el pasaporte por la ranura de un lector y tú le respondes “nada” con mucha serenidad. ¿Dónde vas? Al chopin, le dices. Caminas a la parada del trolley para tomar un bicitaxi que te lleva al Premium Outlet de San Ysidro y ya estás. Los mismos chavos te regresan en friega con todo y las bolsas de las compras. Pero cuando vuelves te das cuenta de que ahí se acaba México. Frente al City Junior de Otay, muy cerca del aeropuerto Abelardo L. Rodríguez, se extiende una planicie muerta de sed. La ves y te cuesta trabajo imaginar que a pocos kilómetros de ahí, rumbo a Ensenada, la misma tierra empieza a escupir uvas.
Hace unos años hicimos la ruta de los vinos con un grupo de clientes, un viaje memorable en el que tres parejas y yo, compartimos mesa en una terraza del viñedo Santo Tomás. Habían organizado una cata y te iban pasando los vinos, primero con queso, luego con fruta y al final con chocolate amargo, en lo que un sommelier muy amigable te explicaba todo lo que tenías que saber a la hora de la degustación. Nos rodeaban antorchas salidas de fuentes de piedra y no tan lejos, bajo la formación de concreto sobre la que habían dispuesto las mesas, se veían las vides en el atardecer. Líneas idénticas que se perdían en el horizonte bañadas por un sol enorme y anaranjado. Una mujer cantaba folclor y su voz se colaba en las copas a medio llenar, mientras José, un distribuidor que contaba veinte años de sobriedad, pedía que le dieran a oler el vino para acompañarnos. Aspiraba profundo y decía: esto es la vida ─con los ojillos llenos de luz─, los momentos que no se pueden explicar con palabras, los amigos, la música, la risa.
Fue el último en irse. Fue su último viaje. Luego lo mataron los de otro cártel.
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Twitter: @mldeles
De la Autora
He colaborado en el periódico Intolerancia con la columna "A cientos de kilómetros" y en la revista digital Insumisas con el Blog "Cómo te explico". Mis cuentos han sido publicados en las revistas Letras Raras, Almiar, Más Sana y Punto en Línea de la UNAM y antologados en “Basta 100 mujeres contra Violencia de género”, de la UAM Xochimilco y en “Mujeres al borde de un ataque de tinta”, de Duermevela, casa de alteración de hábitos.
He sido finalista del certamen nacional “Acapulco en su Tinta 2013”, ganadora del segundo lugar en el concurso “Mujeres en vida 2014” de la FFyL de la BUAP, obtuve mención narrativa en el “Certamen de Poesía y Narrativa de la Sociedad Argentina de Escritores”, con sede en Zárate, Argentina y ganadora del primer lugar en el “Concurso de Crónica Al Cielo por Asalto 2017” de Fá Editorial.
He participado en los talleres de novela, cuento y creación literaria de la SOGEM y de la Escuela de Escritores del IMACP y en los talleres de apreciación literaria del CCU de la BUAP.