Esta última semana, salieron a la luz varias conversaciones que el presidente Donald Trump tuvo con el periodista de The Washington Post, Bob Woodward, entre diciembre del año pasado y julio de este año, en las que él relata la gravedad del Coronavirus, aunque públicamente había estado negando el nivel de letalidad de esta pandemia.
Estas entrevistas fueron grabadas y han sido publicadas este miércoles pasado en The Washington Post.
El 7 de febrero, Trump le dijo a Woodward que el Coronavirus es “más mortal que la extenuante gripe”.
“Esto es más mortal”, dijo. “Esto es cinco por ciento versus uno por ciento y menos de uno por ciento, ya sabes. Entonces, esto es algo mortal”.
En marzo 19, el presidente dijo en la entrevista con el reportero Woodward: “siempre quería restarle importancia. Todavía me gusta minimizarlo, porque no quiero crear pánico”.
En realidad, sabemos que, comenzando marzo, el presidente no tomó ninguna precaución.
El 9 de marzo, Trump dijo públicamente: “el año pasado, 37 mil estadounidenses murieron a causa de la gripe común. Nada se cierra, la vida y la economía continúan... Piense en eso”.
Pero en una conferencia de prensa en la Casa Blanca, el mismo día que salieron a luz las conversaciones grabadas de la entrevista, el presidente se defendió y declaró que las declaraciones que hizo a Woodward son “simplemente otro trabajo político exitoso”.
Aseguró que estaba actuando para el mejor interés del país, incluso llamándose a sí mismo “un animador de este país”.
Muchos sabemos y sentimos que la realidad fue otra.
Mucha de nuestra comunidad, incluyendo mexicanos, latinos y afroamericanos, fueron los más afectados en esta pandemia.
Las cenizas de nuestros paisanos fueron regresadas al país natal, después de que se contagiaran con este virus.
Muchas familias no pudieron estar en el hospital para cuidar a sus familiares enfermos. Varias mujeres embarazadas dieron a luz, sin tener su pareja o familia presente.
Para muchos que vivimos en este país, el dolor de no poder despedirnos de nuestros seres queridos y tener una ceremonia donde la familia y amigos estuviesen presentes, para dar ánimo a las familias afectadas, ha sido lo más difícil.
No poder tener esa oportunidad de un luto normal y perder a seres queridos ha sido parte del problema mental que afecta a nuestra comunidad.
Varios paisanos han perdido su empleo y a duras penas están empezando a proveer para su familia en Estados Unidos, mucho menos pueden por ahora ellos enviar dinero a sus familias en México o a otros países natales.
Hemos visto cómo nuestra comunidad ha tenido que sobrevivir sola, sin ayuda del gobierno, ya que aquí, por ser indocumentado y, a pesar de pagar impuestos cada año, no calificaron para recibir los alivios federales, como el chequé que el gobierno dio a los estadounidenses o los programas de apoyos estatales.
Muchas personas ciudadanas americanas, que están casados con personas indocumentada o que son beneficiarios de DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia), incluso no calificaron para esta entrega de cheques y programas.
Otro problema que vimos fue cómo mucha de nuestra comunidad siguió trabajando, porque sus actividades fueron catalogadas como esenciales.
¿Qué quiere decir esencial?, que eres requerido a continuar trabajando, para que este país se mantuviera en pie.
Esenciales, pero sin seguro médico o ayuda del gobierno. Esenciales son varios de nuestros paisanos y diferentes comunidades indocumentadas.
En primera línea y sin apoyo
Ése es el caso de Migue Ángel Ávila, un enfermero que trabaja en un hospital de la ciudad de Nueva York, quien por ser beneficiario del DACA, nunca recibió ningún cheque estímulo del gobierno, que se suponía serían entregados a las personas, para alivio económico por causa del Coronavirus.
Miguel nos cuenta que los meses más difíciles físicamente y mentalmente fueron marzo, abril y mayo.
Cuenta que no tenía suficiente protección, no había orden y los hospitales no sabían actuar ante el gran impacto de pacientes por el Covid-19.
“Mentalmente, me afectó, afectó mis nervios. Tengo que usar mascarillas todo el tiempo. Las imágenes de la gente muerta y enferma las tengo plasmadas. Es muy difícil olvidar”.
Al preguntarle si en su trabajo le dieron terapia para poder superar esto, él cuenta que solamente las dos primeras semanas de cuando dejó de estar tan ocupado, cuando disminuyeron los pacientes, el hospital ofreció terapia de dos horas por cada semana y sólo obtuvo dos semanas de terapia.
Me comentó: “me gustaría buscar algunos compañeros de trabajo que no han podido dormir”. Mucha gente no sabe que el gobierno no tomó las precauciones desde el principio.
Miguel Ángel es una persona de actividad esencial, ya que se dedica a registrar a todos los nuevos pacientes y es la primera persona de contacto al ingresar al hospital.
En su tiempo libre ha estado ayudando a llevar despensas de comida a personas que han sido afectadas económicamente en esta pandemia.
Él pertenece a dos grupos que hacen labor social en la ciudad de Yonkers, Nueva York. uno es “San Vincent” y el otro es Grupo “Multicultural Social”.
En estos dos grupos se ha dedicado a llevar apoyo a personas afectadas por la pandemia. Ha entregado a domicilio a personas ancianas o enfermas. También ha podido participar en entregas para la comunidad hispana y de bajos recursos en la ciudad de Yonkers.
A él le gustaría decirle a la comunidad que se cuide, que tome el virus en serio, que asuma precauciones.
Sabe que el gobierno en sí tiene culpa de que mucha gente haya perdido la vida, ya que no se preparó ni actuó rápidamente para proteger a la comunidad entera.
“Mucha gente está bajando la guardia. Pensemos en la gente vulnerable”.
Nos compartió que los expertos aseguran que la misma cantidad de gente que murió en los últimos meses, se volverá a presentar en el tiempo de invierno.
La solidaridad de los paisanos
Otro caso es el de Luciano Romero García, originario de Atlixco, Puebla, quien se dedica a la remodelación y mantenimiento de apartamentos.
Luciano me comentó que en su trabajo hubo recortes de horas.
“El dueño iba a descansar 3 a 4 personas, pero todos los trabajadores nos pusimos de acuerdo para que nos turnáramos, para que a cada quien le tocara trabajar y sólo perdiéramos días de trabajo, pero no nuestro empleo por completo”.
Además de apoyarse unos a otros, compartiendo horas de trabajo, ellos crearon tandas para ayudarse, para poder pagar sus gastos.
También me aseguró que, en el pasado, los compañeros de trabajo han sido tan unidos que, hasta cuando alguien ha caído enfermo o familiares de los trabajadores se han enfermado, todos se han dado la mano, cooperando para pagar parte de los gastos.
Luciano, como muchos paisanos, ha sentido la presión de Covid, ya que le toca mandar dinero a su familia que se encuentra en México, que incluye a su pareja, hijos y a su hermana, quien cuida de su mamá, que ya está en edad avanzada y necesita ir al doctor.
Por suerte, él ha podido seguir mandando a México, porque ha ahorrado poco a poco mientras ha vivido en Estados Unidos, pero un nuevo problema que enfrenta ahora es que estuvo internado en el hospital semanas antes.
Luciano me contó que, en uno de sus trabajos, en un edificio localizado en otra ciudad, sintió un mareo y empezó a vomitar.
Se tuvo que salir de trabajar y fue referido a una clínica de urgencia, donde le prescribieron medicamento para el mareo.
Al ver que seguía con el malestar, el fin de semana fue al hospital donde le hicieron exámenes y Rayos X, pero no le pudieron dar un diagnóstico.
Lo único que lamenta es que los recibos del hospital serán muy caros. Fue enviado con un neurólogo y, desafortunadamente, al no tener seguro médico, esto será un nuevo reto.
Cuando le pregunte a Luciano que mensaje le gustaría mandar a nuestros paisanos en México, él me pidió escribir: “que se cuiden mucho en esta crisis y que tengan paciencia que poco a poco saldremos de esta”.
Gabriel y su familia
Gabriel Martínez Guerrero es otro de nuestros paisanos, quien ha sobrevivido en esta pandemia.
Trabaja para una compañía de imprimir, en Patterson, New Jersey. Es padre soltero y ejemplar.
Relata que, cuando la pandemia empezó, la compañía donde trabajaba cerró por tres semanas.
Cuenta que la empresa no pagó a sus trabajadores las semanas en que estuvo cerrada, pero como él no había tomado sus vacaciones, decidió pedirlas con pago, mientras descansaban a todos.
Gabriel me comentó que la compañía se mantuvo en comunicación con los empleados por mensajes de texto.
En éstos, los trabajadores recibieron la advertencia de qué tan grave era el virus y les aconsejaban a los trabajadores que permanecieran en casa.
Él compartió que, cuando regresó a trabajar al final del mes de marzo, se enteró que habían fallecido tres compañeros por causa del virus.
“Uno era mexicano, el otro era ecuatoriano y una era del Perú. Todos tenían familias, pero no supimos si la compañía les ayudó a pagar gastos”.
Gabriel es padre soltero que vive con su hija de 14 años y su hermano, quien tiene familia en México.
Cuenta que en esas tres semanas decidió no salir ni dejar que su hija saliera para no contagiarse.
Es consciente de que es padre y no quiere que su hija pueda enfermarse por un descuido. Cuando volvió al trabajo, tuvo que hacer todo con precaución.
“No era lo mismo, tenemos el cubrebocas y nos toman la temperatura para entrar al trabajo. Si pasamos de 98 grados (Fahrenheit), nos regresan a casa y no podemos volver a trabajar, hasta traer el papel del doctor que verifique que no estamos enfermos.
“Si me llegara a pasar esto, me pondrán en cuarentena y no me pagarán mi sueldo. Si me llego a enfermar, esto me afectaría”.
Gabriel relató que su hermano perdió su trabajo al principio de la pandemia.
“Él sufrió más que yo. Se sentía muy derrotado al no poder mandar dinero a su familia en México”.
Gabriel cuenta que, si no tuviera familia aquí en Estados Unidos, no sabría qué sería sin su hermano, ya que ellos se han ayudado para sobrevivir en esta pandemia.
También piensa que su hermano quizá se hubiese endeudado por pedir préstamos para mandar a su familia dinero, ya que para él su familia en México es la razón por la cual él trabaja y sigue la lucha de todos los días en este país.
Cuando le pregunte qué mensaje les mandaría a nuestros paisanos en México, contestó: “que nos valoran más, porque aquí se trabaja día a día. Yo vivo con mi hermano y él siempre manda dinero a México, pero por no poder mandar dinero a México le afectó demasiado. Cuando uno manda dinero a veces uno se queda sin comer”.
La familia Hernández
Otras de las personas que pude entrevistar son las que integran la familia Hernández.
Ellos son una de millones de familias mexicanas que viven en Estados Unidos. Jesús Hernández es originario del estado de Puebla y su oficio es mecánico, para una compañía de taxis.
Jesús se quedó sin trabajo a mediados de marzo, cuando fue lo más fuerte de la pandemia.
Comentó que muchos taxistas habían dejado de trabajar y a través de eso, a él ya no le tocaba arreglar muchos carros.
Desde el principio de la pandemia, le redujeron horas y después lo descansaron unos días.
El día que se suponía que regresaría a trabajar, el gobernador Andrew Cuomo, del estado de Nueva York, puso en efecto la orden de permanecer en casa.
Como a Jesús le tocaba viajar hasta la ciudad de Queens, lo que le representa de dos a tres horas de viaje con transportación pública, con la orden de cierre, tuvo que permanecer en casa.
Luego en las siguientes semanas su esposa Maricela, originaria del estado de Morelos, cayó en cama con graves temperaturas y le costaba levantarse.
Maricela que padece de diabetes está más propensa al contagio del virus.
“Se siente muy feo, yo le pedía a Dios que me ayudara a recuperarme, ya que pensaba mucho en mi familia, mis hijos”.
Marisela no quiso ir al hospital, ya que tenía miedo de terminar quedándose internada y temía no poder regresar nunca más a casa y ver su esposo y dos niños.
“La mera verdad se escuchaba que muchos estaban falleciendo en el hospital, sus familias no podían estar con ellos y se morían solos”.
Le tomó casi una semana para poder empezar a sentarse, pero el problema más grande aparte de perder la respiración por cada paso que daba, era la preocupación de que su esposo ahora era el afectado.
Jesús cayó a la siguiente semana y lo más alarmante era que sus niños de 1 año y 10 años de edad les fuera a dar la enfermedad.
Jesús nos compartió que, desafortunadamente, la persona con la que comparten el apartamento se enfermó después de ellos.
Cuando le pregunté a Jesús cómo le afectó esto mentalmente, me contestó que aparte de perder su trabajo y el encierro en el apartamento, lo que les afectó fue que los dos se enfermaron.
Maricela por otra parte soltó una risa cuando le preguntaba a Jesús con esa pregunta y menciona: “el encierro y estar soportándome a mí y después cuidándome mientras estaba enferma”.
Esta linda pareja hoy piensa no mandar a su hijo mayor a la escuela y aprender, desde casa, ya que tienen temor a que sus niños puedan enfermarse y con la experiencia vivida es lo último que quisieran en esta vida.
Maricela terminó por decirme que le gustaría que las personas en México aprecien un poco más a las familias que se encuentran de este lado de la frontera, ya “si antes era difícil ahora, es más. No todos cuentan con el trabajo. Que cuiden y que sean agradecidos con sus familiares”.
Millones de migrantes
Desafortunadamente, todas estas historias son pocas, en consideración a los millones que son nuestros paisanos que se encuentran en Estados Unidos.
Lamentablemente, hubo muchas personas que fallecieron y quizá no se pudieron despedir, tanto de sus familiares en Estados Unidos, al igual que sus familias en nuestro país natal.
Si hay algo que pudiera ser quizá un alivio para los paisanos en este país es que nuestra familia en México se cuide, que tengan paciencia y que no pierdan la esperanza de que saldremos de esta y esperamos que algún día los podamos abrazar en persona, en vez de recibirnos en un cajón o en urnas de cenizas.
Tengo que notar que después de esta pandemia, muchas personas incluyendo a mi mamá, están haciendo planes de regresar a México en los siguientes años, ya que desean poder ver en vida su lindo país y regresar a sus pueblos originales, con la esperanza de poder abrazar a sus familias, la que por décadas no han podido abrazar.
Ojalá existiera un programa para que las personas que quieran regresar en su vejez y que son ciudadanos de su país natal, pudieran recibir ayuda, ya que ellos en esta pandemia y antes han tenido que sacrificar su salud para el bienestar de su familia en el país natal.
Ellos son los soñadores que al fin del día han hecho crecer una economía, tanto en Estados Unidos, como en México o país natal, pero están solos y ni de aquí ni de allá han recibido ayuda.
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Diana Sanchez, quien nació en Tehuitzingo, Puebla, México, vive desde los cinco años en la Unión Americana y es el líder migrante en Estados Unidos.
Se describe como Community Organizer, Mexican Folk-dancing and Instructor and Activist.