Israel Mendoza Pérez
@imendozape
El teléfono celular de Alberto Anaya fue de los más activos en el Congreso, tras la amenaza del presidente Andrés Manuel López Obrador de vetar la cláusula de sobrevivencia. Este posible revés a su partido-negocio estaba fuera de la aritmética en la agenda del plan B de reforma electoral. Incluso, fue un intento de madruguete dentro de la reforma electoral de segunda versión.
En 22 años, el Partido del Trabajo se volvió una rémora para Andrés Manuel López Obrador. Si bien, en momentos cruciales, para el movimiento obradorista funcionó como flotis, en el momento de ruptura con el PRD, el partido de la estrella amarilla encontró en la figura de López Obrador el activo para sobrevivir en la arena electoral y mantener prerrogativas. Sin embargo, su propia historia y nacimiento al amparo del salinismo incomoda a la cuatroté.
Desde la mañanera, se arrinconó al PT, ya que el Presidente advirtió: “Si lo considero la puedo vetar, sí. Si es un asunto de principios, lo hago porque somos demócratas auténticos, no farsantes”, dijo en su conferencia matutina. Adelantando que “si no lo mejoran en la cámara, me pasan a mí esto y considero que sí es una contradicción, que sí afecta, la veto, aunque se invalide todo”.
El año pasado, el PT, apenas alcanzó a rasguñar el 3.36 por ciento de los sufragios, medio punto porcentual más que la franquicia de Hugo Erick Flores Cervantes, con Encuentro Solidario, que, por sus decisiones en núcleo familiar, desapareció a nivel nacional.
El caso del PT es paradigmático. Lo mismo se unió al PRI a inicios del año 2000 con Roberto Madrazo Pintado, al PRD primero con Cuauhtémoc Cárdenas y luego Andrés Manuel López Obrador y ahora como apéndice de Morena. Sin embargo, vive una contradicción. Como aliado electoral no es una maquinaria efectiva; en lo legislativo se supone más fuerza, ya que ha sido el más contestatario al interior de la coalición, protestando diversas medidas, quizás la más polémica, el desafuero de su diputado federal, el experredista Mauricio Toledo.
Por horas, Morena, de la mano de Ignacio Mier, negoció con el PT y el Partido Verde quienes insistieron en mantener la cláusula de sobrevivencia, pese a que el presidente de la República por la mañana amenazó que la vetaría.
En el último lustro, el PT no ha puesto suficiente atención a la necesidad de fortalecer la formación teórica de sus miembros, para proyectar en su acción cotidiana una reflexión estratégica. Se siguen manejando viejos y generales referentes sobre la lucha de clases, y elementos diversos de la ideología maoísta de participación popular, o lucha de masas, sin tener una posición sobre los temas fundamentales de la agenda económica-financiera, la política gubernamental, o los problemas de la globalidad.
Aun así, el PT solo es un aliado lúdico y se niega a ser un actor relevante y apuesta que su potencial electoral no es igual al legislativo, que es relevante porque sin ellos y el Partido Verde, Morena no tendría la mayoría. Entonces, Alberto Anaya asume que, ante la necesidad de Morena, pueden hasta cierto punto pasar por alto, en algunas entidades y en algunos casos, su disciplina.
Sin embargo, el PT es un partido de un caudillo con propuestas añosas y sin visos de darle viabilidad moderna, más que la que alcance, mientras sus recursos y membrete se mantengan como moneda de cambio para cualquier político que esté dispuesto a subirse a la pirámide de Alberto Anaya.