Juan Norberto Lerma
Hellraiser, de Clive Barker, es una novela que crea un ambiente opresivo y cargado de emoción, desde el principio hasta el final de la historia que cuenta. Parece posible que el personaje principal, Frank, represente el estereotipo del ciudadano inmerso en un mundo de alta tecnología y diversión, harto ya de los placeres físicos y ávido de conocer estremecimientos nuevos que justifiquen su existencia.
Frank es un personaje cargado de habilidades, intensamente vivo, que utiliza toda su energía para pasársela bien en el mundo. Lo mismo le da robar que engañar, seducir mujeres, o traficar con cualesquiera objetos. Sin embargo, en algún momento, los placeres que le ofrece el mundo ya no le bastan para sentirse satisfecho y cae en una depresión que, incluso, lo coloca cerca del suicidio.
En sus correrías por el mundo, Frank escucha hablar de un artefacto, una caja, un cubo llamado Configuración de Lemarchand. Con otras palabras, el sujeto que le habla del artilugio le dice a Frank que la caja es una especie de rompecabezas que le entregará todo tipo de maravillas a quien sea capaz de resolverlo.
La caja es una especie de Santo Grial o la versión moderna de la Lámpara de Aladino. A quien tenga la habilidad de descifrarlo, el artefacto lo conducirá a un mundo de placeres inimaginables y capaces de estremecer no sólo el cuerpo, sino también el espíritu. Lo que el sujeto no le dice a Frank, quizá porque no lo sabe, es que la concepción de placer que el artefacto ofrece no necesariamente coincide con la idea de los placeres humanos.
Aunque el narrador no lo dice, se presupone que el artefacto es una construcción antigua, peculiar, y que sobrevive al tiempo, que existe en su propio tiempo, en contraposición con el mundo moderno y tecnológico de ese momento que, de no ser por las drogas, es incapaz de ofrecer nuevas emociones o formas de placer y de ser a los seres humanos contemporáneos.
Cuando Frank escucha que existe un artefacto que es capaz de darle nuevos placeres a quien resuelva el enigma que encierra, pone toda su inteligencia y capacidad para localizarlo y apoderarse de él. Una vez que lo localiza, como ante el Santo Grial, Frank pone en juego todas sus capacidades para ser merecedor de esos placeres que le prometieron, que él espera únicos, unos estremecimientos sensuales que partan de lo físico a lo espiritual y que trasciendan a las generaciones.
Frank cree que entrará en una especie de Nirvana, pero en el que únicamente reine la lascivia y lujuria extremas. En el momento en que Frank consigue desentrañar el mecanismo de la Configuración de Lemarchand se desatan fuerzas oscuras que lo espantan y, aunque su presencia se mantiene latente, no lo volveremos a ver sino hasta tres capítulos después.
Julia, cuñada de Frank, es el retrato de una mujer joven y hermosa. Vive una relación sentimental a la que ahora ya considera anodina y se siente frustrada. Alguna vez, Julia creyó que estaba enamorada de Rory, el hermano de Frank, y tuvo la debilidad de casarse con él. Rory es la imagen del amante comprensivo y del buen ciudadano. Frank es un ser sensual, que se guía por sus instintos primarios, como las bestias, y para disfrutar del mundo a su gusto hace a un lado la conciencia.
En el personaje de Julia se refleja alguna parte del carácter profundamente emocional de las mujeres, que las lleva a querer equilibrar en las relaciones sentimentales, al precio que sea, lo físico con lo trascendental.
De alguna manera, Julia encarna un personaje erótico, femenino, ávido de emociones y ternura, y hasta es posible que ella aspire a obtener en este mundo una relación amorosa que contenga una combinación de dinamita y terciopelo, su idealismo femenino la lleva a desear al diablo en la cama y a dios para salir a pasear los domingos.
Desde los primeros capítulos de Hellraiser, se advierte que la sensibilidad de Julia está decepcionada de haberse casado con Rory, hermano de Frank, y que lo suyo no es la existencia apacible y familiar que, de manera ideal, para apaciguarlas, les ofrece la sociedad a las mujeres.
Julia no se traga el slogan que les vende la tradición a las mujeres, esa en que hay una casa con jardín, un perro y un hombre que las adora. Julia no concibe la realización de su ser al lado de un hombre, a menos que ese hombre, durante la relación amorosa, sea capaz de convertirse en un dios y un demonio.
Ella recuerda que poco antes de casarse con Rory, en el momento en que se prueba el vestido de novia, Frank entra al cuarto en el que ella está probándose la vestimenta con la que días después contraerá nupcias. En lugar de sorprenderse y gritar, Julia permanece expectante, porque el atrevimiento de Frank despierta en ella alguna zona oscura que no se conocía.
Entre juego y juego y avances de Frank, los cuales ella disfruta, porque es lo que le atrae a la naturaleza femenina del personaje, tienen un acercamiento. El narrador nos cuenta que Julia tolera los avances físicos de Frank porque la atrae su brutalidad, su fuerza la seduce, y sus movimientos atrabiliarios le gustan. Durante la escena, Julia reconoce que aunque los toqueteos de Frank son atrevidos, los disfruta, porque además la hace sentir como una mujer que debe oponer resistencia y que al final debe ser vencida.
Ya casada e instalada en su nueva casa, ella recuerda que la relación que tuvo con Frank, ahí sobre el vestido de novia extendido sobre la cama, fue la mejor experiencia física que jamás hubiera tenido, y desea que se repita no sólo una vez más, sino hasta el fin de los tiempos. Pero al día siguiente de esa relación, Frank se marcha a hacer negocios en otros países. Él es un ser viajero, que más que hacer dinero lo que busca es el placer en todas sus formas, y es entonces que escucha hablar por primera vez de la Configuración de Lemarchand. El reencuentro de Frank y Julia desatará un juego de seducción, pasiones, y una ola de maldad que envolverá a todos los protagonistas de la novela.
Kirsty, la antagonista de Julia y de Frank, es una mujer sencilla, poco agraciada y hasta depresiva. A lo largo de la novela se muestra como un ser oscuro e intrascendente, pero en los momentos decisivos es capaz de mostrar carácter y una inteligencia que ella misma no sabía que tenía. Aunque aparentemente es un ser de carácter débil, las situaciones que vive al lado de Julia y Frank, la convierten en un personaje hábil, capaz de sobrevivir al horror en el que se ve envuelta.
Desde el inicio de la novela, el ambiente en el que se mueven los personajes, por supuesto es oscuro, opresivo. Tal parece que hasta en las situaciones más cotidianas siempre se encuentran al borde del miedo y la locura. La maestría narrativa de Clive Barker no sólo es en el manejo de los ambientes y los personajes, sino que, además, describe la historia con un lenguaje elegante y literario, y en ocasiones hasta se da el lujo de jugar con los tiempos narrativos, y ahondar en las profundidades del ser humano.
Hellraiser es una novela en la que no hay bondad, sino crudeza, y en la que se manifiestan varias de las provincias oscuras del ser humano. Para mostrar lo opresivo del mundo terrenal, Clive Barker no tiene que recurrir a lo diabólico, a una especie de maldad que está ahí afuera acechando el descuido de la humanidad para dañarla, para mostrar la podredumbre le basta con escarbar en unas cuantas zonas oscuras del ser humano.
Aunque Clive Barker es un maestro del terror, su capacidad no sólo se reduce a contar extraordinarias historias. Además, o sobre todo, es un escritor de literatura de altos vuelos, que como si fuera un entretenimiento, se permite escribir historias de horror.