Juan Norberto Lerma
En Wark no existen las calles, lo que hay es un puñado de algo parecido a casas montadas de forma irregular entre los árboles. A sus habitantes, callados y metódicos, casi nunca se les ve en grandes concentraciones.
Lo inusual es que nunca tocan el suelo, dependen absolutamente de frondas generosas para su subsistencia. A veces hay incendios o estampidas de bucéfalos, pero ellos ni aun así bajan, puesto que sus piernas son más frágiles que las de los pájaros. Viven de hojas e insectos y su descendencia desde los primeros meses se acostumbra a masticar cortezas de ramas lechosas. No viajan muy lejos y, difícilmente, se les ve cerca de las ciudades.
Naturalmente, mueren, pero sus cuerpos no son enterrados. Realizan un ritual en el que predomina el estatismo y el intercambio de noticias por medio de ademanes. Ahí es cuando concretan bodas y conocen a los más pequeños. De noche, cuando están más conmovidos, cantan, y dicen versos que hablan de su debilidad sobre la tierra.
Su voz de todos los días es parecida al crepitar de las hojas en otoño, pero cuando reverencian a uno de sus muertos expresan sonidos parecidos al que hacen los ríos matutinos. La ceremonia termina cuando depositan al muerto en el interior de un árbol hueco. Ese árbol se vuelve sagrado y toma el nombre de la persona fallecida.
La combinación del muerto y el árbol produce gases que de noche se ven azules o morados. Los colores están en relación directa con la edad del fallecido. Es verdad que de noche el bosque inspira curiosidad y que los árboles secos producen miedo. La gente de los alrededores afirma que de ahí se exportan al mundo las dríades, las lamias y los trolls y que es entonces, en esas nuevas formas, cuando esos seres se permiten visitar las ciudades.
La persona que me contó el cuerpo de la información principal que describe a los habitantes de Wark, juró que cuanto dijo ha sido corroborado en dos laboratorios universitarios, pero desde luego, esto último no es seguro. Quienes han indagado el fenómeno, se niegan a expresar públicamente o en privado cualquier acercamiento que tenga que ver con bosques encantados o figuras de humo.
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Juan Norberto Lerma
México, Distrito Federal. Es escritor y periodista. Ha colaborado en diversos medios de comunicación y en varias revistas culturales. En el año 2000 ganó el premio de cuento José Emilio Pacheco, al que convocó la Universidad Nacional Autónoma de México.
Ha publicado varios libros de cuentos en Amazon, entre los que se encuentran La Bestia entre los días, y Perro Amor.
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