Juan Norberto Lerma
Cuando Caín y Abel realizaron sus ofrendas a Yahvé, Caín, agricultor, presentó a disgusto el producto de su tarea: frutos y semillas. Abel, pastor, le ofreció de buena gana a Yahvé la sangre primigenia de su rebaño de ovejas. La ofrenda de Abel, es decir, la sangre, fue más suculenta a los ojos de Dios.
Enfurecido por el desprecio, Caín mató a Abel, pero en realidad a quien hubiera querido destruir era a Yahvé. Abel, pastor, generoso libador de sangre de ovejas, fue pasto de chacales porque tuvo la mala suerte de estar en el lugar equivocado.
Caín, agricultor, se fue maldito por la tierra. Es posible que para completar su venganza, aún continúe sembrando campos y edificando ciudades.