• 27 de Abril del 2024

Esbjerg, en la costa, de Juan Carlos Onetti/¿De qué va?

 

 

Juan Norberto Lerma

Esbjerg, en la costa, de Juan Carlos Onetti, es un texto en el que el narrador nos cuenta una historia de amor conmovedora. El cuento lo narra un hombre que siguió de cerca toda la tensión emocional y los desencuentros que ocurrieron entre los protagonistas de esta historia. Aunque el cuento comienza en primera persona, el narrador no es el protagonista, sino que desde esa distancia observa a los personajes y nos dice que por fortuna ese día la tarde no es tan fría como para que Kirsten y Montes hayan salido a caminar en el puerto.

Montes es un ciudadano uruguayo y Kirsten es una mujer danesa. Desde hace semanas los dos caminan en el puerto y contemplan la salida de los barcos de nombres extranjeros, y ella se fija sobre todo en los que van a Europa, a Dinamarca. Kirsten tiene el cabello amarillo y una pinta hombruna, va ensimismada, con sus zapatones toscos que tropiezan a cada paso en la playa. Montes va detrás de ella, y la contempla con devoción, con tristeza, como si temiera que ella se fuera a trepar en uno de los barcos que hacen sonar el silbato para anunciar que se marchan y que quizá no volverán nunca.

El narrador cuenta de una forma cruda que con su caminar robótico y aires de pesadumbre, Kirsten guía la marcha y que de cuando en cuando suelta un suspiro en el que se advierten los olores de los establos y la campiña de su país. Montes es más bajo de estatura que Kirsten, va detrás de la mujer y de tanto que ella ha repetido los nombres de los barcos extranjeros él ha terminado por aprendérselos, sin saber lo que significan en su idioma. Los dos caminan en el puerto, Montes tiene un aire de melancolía y mansedumbre y el narrador nos dice que ella tiene una mirada parecida a la que tendría una mujer que se quedó dormida durante la lluvia y que no cerró los ojos.

Montes es un empleado de la persona que narra la historia. Es una especie de corredor de apuestas, que era confiable hasta que el tipo intentó jugar por su cuenta, sin avisarle a su jefe. Sin embargo, a Montes no lo acompañó la suerte y perdió una suma considerable, la cual ahora no puede pagar. Montes tiene que decirle a su jefe no sólo que apostó por su cuenta, sino que lo engañó durante semanas porque tenía la esperanza de ganar algo de dinero para cumplirle un deseo a Kirsten.

Sin piedad alguna, el narrador cuenta que trató a Montes casi como a un perro el día que él fue a la oficina a confesarle que había apostado por su cuenta y que lo había hecho perder dinero, y que no podía pagarlo. Montes le cuenta a su jefe los motivos por los cuales decidió robarlo. El narrador lo escucha sin ganas, sin embargo, se entera de los motivos que tuvo Montes para desafiarlo e incluso de arriesgarse a ir a la cárcel, y luego de conocer el motivo del engaño de Montes, algo lo mueve a contar la historia.

Cuando Montes le cuenta cómo quiso robarlo y apostar por su cuenta, el narrador lo trata con desprecio, le dice que es un ladrón y lo amaga con meterlo a la cárcel. Montes acepta las humillaciones con la vista clavada en el piso y el cuerpo comprimido. Montes es la imagen del hombre derrotado, fracasado, un hombre sumido en la desesperación y la vergüenza. Promete pagarle, pero no sabe cómo ni cuándo. El narrador paga las deudas de Montes y le dice que le descontará de su sueldo durante años, hasta que termine de pagarle o se muera.

Montes comienza a trabajar sin recibir sueldo y en ratos muertos le va contando los motivos que lo movieron a apostar por su cuenta. Todo el tiempo Montes parece un perro apaleado, tiene la piel de color verde, como si estuviera entripado, o como si fuera un enfermo sumido en un agujero. Montes le cuenta al narrador que en esa época de frío llegó a su casa una noche y que encontró a Kirsten mirando fijamente el fuego de la estufa de leña. La espalda enorme de Kirsten estaba encorvada y sus manos apenas se movían para arrojar los leños al fuego. Montes no le quiso dar importancia al episodio, pero en la noche, a la hora de acostarse, Kirsten seguía sin decir nada. Montes la interrogó y todas las veces la mujer decía que no tenía nada y enseguida volvía a callarse.

Unos días después, Montes ve que empiezan a llegar cartas a su casa, las mira pero no entiende absolutamente nada, sólo ve letras, palabras, porque están en danés. Kirsten le confiesa que les escribió a algunos familiares y a varios amigos de Dinamarca y que ahora ellos le responden. Montes deja pasar unos días y ve que las paredes de su casa se empiezan a llenar de imágenes en las que aparecen los reyes de Dinamarca, los campos de Dinamarca, los ministros, la bandera, los campos, y hasta los perros de Dinamarca.

A Montes le da la impresión de que Kirsten está trasladando todo lo que recuerda de su país a esa pieza sudamericana triste, melancólica y pobre. Montes interroga de nuevo a Kirsten y ella continúa sin decir nada. Esa noche o alguna otra, cuando ya están en la cama, Kirsten le toca el hombro a Montes y le dice que le va a contar algo, pero que no quiere que se enoje con ella.

Montes se sobresalta, no quiere escuchar nada, porque teme que ella le confiese que no es feliz a su lado o lo que es peor, lo aterra que Kirsten le vaya a decir que ella prefiere a otro hombre. Montes comienza a fumar desesperadamente y Kirsten le dice que allá en Dinamarca no es necesario encadenar las bicicletas para que no se las roben, y que tampoco cierran las puertas, porque no temen que nadie se meta a robar. Kirsten le dice que los árboles de Dinamarca son los más viejos del mundo y que cada uno tiene un olor personal. La mujer le dice a Montes que en Dinamarca hay un camino por el que se llega hasta las nubes más altas del cielo.

En estas escenas, Juan Carlos Onetti construye un texto con escenas conmovedoras y poéticas. El narrador aprovecha la nostalgia de Kirsten para describir la belleza de los recuerdos que la mujer guarda en su memoria. Kirsten casi describe una tierra de felicidad, una tierra prometida, una belleza inalcanzable en la que todos los seres son impalpables y llenos de virtudes. En contraste, ella y Montes viven en un lugar azotado por la violencia y las malas pasiones. Entre párrafo y párrafo, el narrador no deja de mostrar su agresividad hacia los personajes.

Cuando el narrador mira el mundo con los ojos de Kirsten describe escenas humanas esplendorosas y escribe frases de la mejor literatura. Kirsten desnuda su alma y Montes se conmueve hasta las lágrimas. Aunque no lo dice, porque el narrador tiene un carácter agrio y violento, también él se conmueve con lo que le cuenta Montes. Quizá es por ese motivo que el narrador no lo denuncia y lo mete a la cárcel. Montes queda deshecho con el relato de Kirsten y eso lo mueve a querer curarle esa nostalgia y se pregunta qué puede hacer para sacarla de esa depresión y nostalgia que consumen a la mujer que ama.

Uno de esos días, Kirsten comienza a pronunciar una frase que en español significa “Esbjerg está cerca de la costa” y la pronuncia con una ternura y una nostalgia que a Montes lo aniquila. Esbjerg es el nombre de la ciudad de Dinamarca de la que Kirsten es originaria, y el hombre se siente separado de la mujer, porque no entiende lo que significa la frase. Kirsten es más corpulenta que Montes y a pesar de eso, la primera reacción de él es querer protegerla. Montes continúa escuchando la frase, Kirsten machaca las palabras a cada momento y las murmura como si estuviera rezando.

Montes cada vez se inquieta más, porque siente que el desconocimiento del idioma de Kirsten lo aleja del alma de ella. Ve cómo Kirsten intenta acercarse con sus recuerdos a su país, a su pasado, y Montes comienza a creer que ella quiere abandonarlo.

En esta historia, Juan Carlos Onetti utiliza un narrador que tiene un tono iracundo, agresivo, y no tiene piedad con el personaje que describe. Lo trata desde una distancia emocional que le permite no tener ninguna consideración con él, lo humilla, se expresa mal del personaje, lo pisotea, y sin embargo en los momentos en los que no está juzgando al personaje tiene unas sensaciones positivas hacia las circunstancias en las que vive Montes.

La historia que nos cuenta Juan Carlos Onetti es conmovedora y también desesperanzadora, porque el narrador, como personaje, no hace absolutamente nada por ayudar a Kirsten y a Montes. Juan Carlos Onetti crea una atmosfera opresiva, dolorosa, en la que abre el alma de sus personajes y muestra las dolencias humanas. La historia mueve al lector a que se solidarice con el sufrimiento de Kirsten

En casi toda la literatura de Juan Carlos Onetti los personajes arrastran unas cargas emocionales que los perturban y les hacen interactuar con el mundo de forma errática. Los personajes tienen tantas aristas como las que tiene cualquier ser humano. En los textos de Juan Carlos Onetti el lector tiene la oportunidad de hurgar en el alma de los personajes, que son casi siempre contradictorios y con tendencias desesperanzadoras. Sin embargo, los personajes no rehúyen las situaciones límite, sino que luchan para intentar encontrar una pequeña felicidad que les corresponde. Este relato de Juan Carlos Onetti es sólo una pequeña muestra de la gran literatura que hizo.