• 28 de Abril del 2024

Es que somos muy pobres, de Juan Rulfo/¿De qué va?

 

 

Juan Norberto Lerma

Es que somos muy pobres, de Juan Rulfo, es un texto que pone en escena el sufrimiento de una familia rural a la que los elementos naturales sacuden y colocan en unas circunstancias sociales extremas. El cuento no sólo es un retrato fiel de una época, sino además es brillante, desgarrador, humano y conmovedor. Desde el primer párrafo del cuento los elementos naturales parecen confabularse para destruir o poner a prueba a la familia de un niño que observa cómo crece el caudal del río.

El niño dice que primero se murió una de sus tías, la lluvia toma desprevenido a su padre y arrasa con la cosecha de cebada. El río se desborda y a su paso inunda terrenos, se lleva troncos, desechos y animales.

El narrador de la historia es un niño, que describe las desgracias familiares con la naturalidad y sencillez de quien ya ha visto muchas otras desgracias y que además está acostumbrado a sufrir y a esperar que le ocurran cosas peores. En algunos instantes, pareciera que el niño describe el horror de una pesadilla. Como en esas historias antiguas, los elementos parecen descargar su ira sobre la tierra para castigar algunos comportamientos humanos.

Vemos que la familia del niño está arrinconada, mirando cómo se derrumba su esfuerzo, cómo se destruye su esperanza. Dolidos, decepcionados, como en las tragedias griegas, los integrantes de la familia sólo pueden mirar su ruina y se entregan a los designios de las fuerzas brutas naturales, que parece que se muestran contrarias a sus intereses.

En la narración se sucede una desgracia tras otra, y con su tono ingenuo, limpio y objetivo, el niño nos cuenta que también se enteraron que la vaca, que pertenecía a su hermana Tacha, la arrastró el río. Su hermana Tacha acaba de cumplir doce años

Como si estuviera fascinado por la creciente del río, el niño describe cómo aumenta el agua y cómo modifica la escenografía. El río incontenible embiste las casuchas, destruye los plantíos. En la casa de una mujer a la que le dicen La Tambora, el agua entra por una puerta y sale por la otra y en su camino se lleva objetos y muebles. Como una deidad en medio de la destrucción, la mujer encamina a las gallinas para que suban al monte y logren salvarse.

En este cuento, la narración nunca es patética, sino directa y objetiva. El niño no describe el dolor y la impotencia que sienten sus familiares, sino que se limita a describir las desgracias que ocurren a su alrededor. En el texto no hay autocomplacencia ni victimismo, la vida es como es y así hay que aceptarla.

Los vecinos a los que también afecta el agua tampoco se toman como algo personal el ataque del río, sino que observan a la distancia, resignados, cómo el agua extermina sus propiedades. El narrador nos cuenta que la crecida del río es algo inusitado y que por eso es memorable, y por momentos el niño se concentra en identificar los restos de alguna propiedad de los vecinos.

El niño y su hermana Tacha van a un lugar elevado desde donde tienen una visión privilegiada del desastre que deja a su paso el río. Uno de los vecinos les dice que vio cuando el agua arrastraba a La Serpentina, la vaca que le pertenecía a la niña Tacha. Añade que la vaca iba patas arriba y que enseguida dejó de mirarla. Casi sin esperanza, el niño le pregunta al vecino si vio pasar al becerro que siempre andaba atrás de La Serpentina. El hombre le responde que no vio al becerro, porque él estaba ocupado en sacar unos troncos con los que pensaba obtener algo de leña.

El niño se queda en silencio, se pregunta cómo fue la vaca tan tonta cómo para intentar cruzar el río y que debió de haberse dado cuenta que no era el de todos los días. Piensa que tal vez iba caminando dormida, porque la vaca acostumbraba a dormirse cuando él la llevaba al corral, junto con su becerro. Aunque el niño describe de forma conmovedora a la vaca no expresa ningún lamento. Sus descripciones son parcas, literarias, humanas. El narrador va creando reflexiones profundas que describen el dolor, que mueven las emociones con sus imágenes sencillas.

En este cuento, Juan Rulfo capta el tono emotivo del niño, y expresa el sentir de un sector de la población que todavía en la actualidad subsiste. La expresión no sólo transmite las emociones que viven el niño y su familia, sino que además abarca una manera de sentir y de concebir el mundo en esa comunidad. En los textos de Juan Rulfo, los personajes nunca son de papel, sino que son completamente humanos, dolientes, sufridores y aguantadores.

Aunque en la narración no hay juicios morales, el niño nos cuenta que su padre está preocupado porque le había regalado la vaca a Tacha para que ella no fuera como sus otras dos hermanas que se volvieron pirujas, es decir, prostitutas. A la vaca la habían criado desde pequeña y algún día la vendería y ese dinero serviría para que Tacha tuviera un capital, que le permitiría que algún hombre se casara con ella, aunque sólo fuera por el puro interés de quedarse con el dinero.

El niño aprovecha para contar de forma gráfica el comportamiento de sus dos hermanas mayores, que en cuanto crecieron los hombres las buscaron y las arrastraron a compartir sus cuerpos con ellos. El narrador dice que sus padres fueron pacientes durante una temporada, pero un día ya no soportaron el comportamiento de sus dos hijas y las corrieron de la casa.

El cuento Es que Somos Muy Pobres es una historia conmovedora que concentra el dolor de la familia, no porque el río se haya llevado a la vaca y su becerro, sino porque le quita a Tacha la oportunidad de ser distinta de sus hermanas y la condena a una vida miserable y sin muchas oportunidades.

Juan Rulfo fue un escritor mexicano que captó la esencia de lo que llamamos el carácter de los mexicanos. Esas emociones que nos mueven a gritar el dolor, a mostrar las heridas, y que lo mismo se da en las clases bajas que en las altas esferas. La obra de Juan Rulfo retrata el sentir de lo que se llama esencia mexicana, ciertos comportamientos, formas de concebir y de enfrentar el mundo. Juan Rulfo escribió la novela Pedro Páramo y el libro de cuentos que se llama El Llano en Llamas.